¿QUÉ
ES
UNA JOYA?
Danilo Sánchez Lihón
Rosa Amarilla. Foto Ruben Lettieri
1.
En la sala de
espera del consultorio dental de la doctora Vanesa hojeo una revista de modas
donde las personas lucen vestidos glamorosos. Y un artículo central trata de
las joyas más famosas y espléndidas del mundo, y también las más caras, con
precios fabulosos. Echando mano a toda la magia de la fotografía se presenta en
recuadros, desde diferentes ángulos, sobre mantos y senos espléndidos, y en
algunos casos a toda página, las joyas más renombradas de la civilización, de
la historia y de la cultura humana.
Entre aquellas a
las cuales se dedican mayor espacio están el diamante “Taylor Burton”, llamado
así desde que Richard Burton lo obsequió a Elisabeth Taylor, adquirido a la
casa Cartier en 1969 por la suma de un millón cien mil dólares. Otra joya es el
anillo de Lady Di Middleton que es un zafiro azul de 18 quilates rodeado de
catorce diamantes y montado en un arco de oro blanco, evaluado en medio millón
de dólares y que Carlos de Gales colocó en el dedo de Diana Spencer, el día que
se comprometieron en 1981. Otra es un Huevo de Pascua Fabergé, capricho del zar
de Rusia Alejandro III que obsequió a su esposa, la zarina María Fyodorovna,
quien quedó estupefacta de abrir un huevo y otro huevo y al final una gallina
de oro con la corona real.
2.
Yo miro y remiro
estas rarezas y en verdad no las encuentro gracia, pese a que las observo con
detenimiento y prolijidad. Para mí ninguna joya que se publicita aquí es
comparable a los aretes y anillos de las mesas de las ferias pueblerinas de mi
provincia. Ninguna comparable a las ajorcas y collares hechos de frutos
silvestres que lucen las muchachas campesinas de mi aldea nativa. Collares,
anillos y aretes que cuestan solo algunos centavos, y ante los cuales me quedo
extasiado con el primor de sus diseños y de sus colores precisos y bien
matizados, con volutas y filigranas ante las cuales me extasío.
Son dijes que imitan flores, mariposas, mariquitas; y algunos otros símbolos ingenuos, que se hacen con algo tan sustantivo y sustancial como son las semillas, es decir la vida misma, que me conmueven mucho más que estas extravagancias ufanas que sin duda se han lucido en alguna fiesta banal y cortesana de la alta sociedad; ante las cuales las pulseras hecha de vegetales del fruto de los árboles encuentro que tienen más encanto y magia que todos estos objetos que se anuncian en estas páginas casquivanas. Tanto que al final me pregunto: ¿Qué es una joya?
3.
¡Joyas para mí son
tantas que las encuentro a cada paso! Por decirlo: una flor, la hoja de un
árbol, una gota de rocío. Las envolturas de los confites, que al mismo tiempo
que pruebo su dulzor y su ambrosía, me transportan con su diseño y hasta con su
tamaño y su textura. Mi madre de niña coleccionaba las platinas de los
chocolates que comía cuando era chiquilla. Y yo he pasado mi mano de niño por
sobre su textura platinada como si la acariciara a ella, cuando yo aún no nacía
y ni siquiera ella pudiera presentirme. ¡Y como si yo comiera de esas golosinas!
O las cajas en que vienen envueltos los productos, me parecen en verdad
portentos, además por el ingenio de la gente en hacerlas.
Guardo en el cajón de mi escritorio como un tesoro un arete que olvidó en un rincón del lavatorio de la cocina Andreíta, una muchacha de Lunahuaná que nos ayudaba en la casa. Su costo no debe pasar de uno o dos reales el par, pero qué prodigio pese a que debe ser de lata y su gancho de alambre. Y me conmueve más el hecho de que haya estado prendido al pabellón de su oreja, acompañándola en sus ilusiones, alegrías y pesares. Y que se haya olvidado uno aquí y el otro vele y padezca en algún lado por su par hermano, con el cual nunca volverán a encontrarse. Y que también es el dolor y la pasión que se pone, lo que hace que una joya sea realmente una joya.
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