Por eso, esta danza conmueve y estremece, tanto por
el dios que en ella está implícito, y que va adelante o atrás en su anda en la procesión
del mes de julio y que se esconde sin estar cuando la danza va por los caminos,
como conmueve por el otro oculto en el cóndor. Y que en este caso ellos dos se
involucren y se reten en un baile enmascarados.
El uno adorado y que va en su anda cubierta de
flores, y el otro mimetizado en el cóndor ya no aéreo sino como un ser de
tierra. que acompaña en la procesión al santo cristiano; como se da, en el caso
de Santiago de Chuco, acompañando al Apóstol Santiago el Mayor, el peregrino y
Patrón de mi provincia
Y quien va mimetizado en el cóndor es Catequil,
limpiando el camino con su “bola” u ovillo para que pase el anda de aquel, al
compás de la banda de músicos junto a la cual se esfuerzan en acompañar lisiados
y tullidos como es también el cóndor de esta mojiganga. ¿Qué contradicción
brutal es esta? ¿El cóndor barriendo el sendero, hecho de tierra, cascajo y
polvo, del dios cristiano doliente y pesaroso?
2. El mundo
y la vida
¿No hay aquí una estrategia cultural del mundo
andino, insumiso, irredento y misterioso? Sí. El Quishpi Cóndor es lo que está
más allá de lo que se ve. Que oculta y aparenta. Es el laberinto en nuestras
almas que esconden un tesoro. Es un conjuro, un sortilegio y una adivinanza.
Vale por lo que representa. Por lo que no es, y sí es.
Por lo menos, se pone de manifiesto en ella una
sabiduría, un acto piadoso y de la más absoluta compasión: la de un dios
ayudando al otro dios, sufrido y que padece, como es el caso del dios cristiano
que no está en la danza sino afuera en la fiesta que se da en plazas y calles,
o en la procesión.
Aquel dios feliz pero derrotado, ayudando a
encontrar su camino al representante oficial, que es una divinidad del dolor;
sin dejarse engañar. Aparentando ser ignaro, salvaje y sucio; esclavo a la vez,
pero en el fondo ayudándole a alcanzar al otro dios su sitial. Socorriéndole en
encontrar su camino, a resolver el problema de cómo afrontar el mundo y la
vida.
3. Piedra
que inaugura
La supervivencia hasta ahora de la danza del
Quishpi Cóndor nos da un mensaje grande para el Perú actual, necesario para su
esperanza y utopía social.
Y cuál es que perviven, están vigentes, apenas
camufladas, pero translúcidas, nuestras raíces y más caras esencias.
Es esta danza una expresión heroica de la
resistencia cultural en la vía de nuestra liberación.
Dentro de esta perspectiva, el hecho de que perviva
es, de por sí ya un hecho asombroso en el siguiente sentido: el de una montaña
que se convirtió en una piedra mimetizada en el camino.
Es, a su vez, el pedrusco o el terrón de polvo
hecho candela, que puede convertirse, en cualquier momento, en promontorio, en
roca que funda y en piedra que inaugura otra vez una cordillera señera.
Y en fuego que incendia.
4. Es una
adoración
Y este es un hecho heroico.
Porque debemos
reconocer no solo el heroísmo que se da en los campos de batalla sino en
nuestros hechos culturales.
Porque mantener vivo a un dios no es simple ni
fácil. Y frecuentemente en ello se nos va también la vida.
Así, el Quishpi Cóndor es la presencia de una
fuerza ancestral para no perder el hilo de nuestra identidad, pendiente de
construir y hacerla vigente aquí, ahora y siempre.
Es heroísmo no protagónico sino oculto, de quien se
mimetiza, se sumerge en un sueño, en una visión y en una adoración, cauta y
silenciosa.
Quien va oculto en la danza del Quishpi Cóndor es
el dios Catequil mimetizado en un cóndor no rozagante sino desplumado.
5. Nieves
eternas
Pero, ¿por qué? Por las características que tiene
el cóndor.
El cóndor es de todos los climas y de todos los
aires. Duerme en los andes, desayuna a la orilla del mar, almuerza en la
Amazonía.
Y cena en la zona yunga antes de recogerse a dormir
en los picachos nevados de la cordillera andina que los antiguos peruanos
llamaron Pariacaca.
El cóndor domina el espacio, domina el mundo. Es el
rey. No conoce fronteras geográficas ni límites telúricos.
Trasmonta todos los territorios: abarca los bosques
y los desiertos, los roquedales y los sembríos; las nieves, los pajonales y los
mares.
Vive en las cordilleras escarpadas, cerca de las
nieves eternas, en las rocas y en los farallones alzados a pico sobre el pavor
y el asombro, sobre el estupor y el miedo.
6. Alza
el vuelo
El cóndor es solitario como especie, austero y
gélido, tiene alma de roca y de piedra, pero a la vez de cielo cristalino, tal y
cómo es el Perú.
La mirada del cóndor es vasta y profunda. Atalaya
las cumbres, se eleva sobre otras miradas, abarca amplios horizontes.
Y luego agudiza sus ojos en el lugar en que quiere
fijarlos, casi siempre para atacar. Tiene amplitud, profundidad y praxis.
Y escoge los sitios donde vive por su altura y
abruptuosidad. No comparte su hábitat con otras especies.
Jamás el cóndor es domesticado. Puede permanecer cautivo,
pero no acepta la condición de ave de corral.
Si se lo deja libre en cualquier momento se lanza
al espacio abierto, y alza el vuelo.
7. Nuestra
esperanza
La danza del Quishpi Cóndor es el recipiente de una
cosmogonía, de un cuerpo de creencias y de visiones del mundo.
Y de fe en la vida, simbolizada no en un tótem: el
cóndor, sino en un rito: la presencia delante de algo y detrás de todo.
Sentimos con ella que debe de haber herencias,
legados, puentes, tan hondos y atroces como este.
Que debemos estar atentos y conscientes de nuestras
raíces. Y estar fuertemente sujetos y enlazados para mirar los abismos.
Y ahí sostenernos y hasta extasiarnos, para saber
quiénes somos. Y a admirarnos en el hondo legado y ancestro que cada uno de
nosotros representa.
Al final, nos muestra que en el fondo de cada uno
de nosotros habita palpitante una esperanza.
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