jueves, 10 de septiembre de 2020

11 de septiembre. Se crea la región Loreto, en la Amazonía. Yo viví a sus orillas.

 11 DE SEPTIEMBRE

SE CREA LA REGIÓN LORETO


¡OH, PRODIGIO

ES

LA AMAZONÍA!

 

Danilo Sánchez Lihón

 

 

Contamana, a orillas del Ucayali, donde yo viví



1. Preso

en sus aguas

 

Viví nueve meses, de abril a diciembre del año 1968, a orillas del río Ucayali como profesor en el Colegio Nacional Genaro Herrera de Contamana. Pero, en realidad, fue como si viviera no un año sino milenios e infinitamente; lo suficiente como para llevar a esa región clavada en el alma y para toda la vida.

Fue a tal punto su vórtice, su captura y su impacto, que luego yo viví muchos años embrujado y cautivo de su prodigio, maravilla y transparencia. Y considero que aún sigo atrapado en su encanto y sortilegio, como si fuera un prisionero atado y cargado de grilletes y cadenas bajo el hechizo de su magia, y de su cábala y sus cantos de sirena. Porque es un mundo absolutamente mágico.

O bien sigo siendo un pez habitando al fondo de su légamo y de sus aguas fantasmales, sumergido en sus palacios subacuáticos. Alguien que por haber bebido el agua de sus manantiales hechiceros nunca más va a ser capaz de desprenderme de su encantamiento ni hacer el camino de regreso desde el momento en que llegué a sus orillas. Y al contrario cada vez siento que me voy sumergiendo más al fondo de su turbidez o transparencia, confundido con el ensueño del agua, de los árboles y del cielo que en su fondo se desliza y apenas se refleja.

 


Sumergido en su turbidez o transparencia



2. Su fondo

mítico

 

Y aún ahora me duermo o me despierto sumergido en su vaho sagrado, y lo primero que escucho son las voces del mercado, en uno de cuyos altillos amanecí un día, porque llegué de noche, y tomé el alojamiento más cercano que había del malecón. Y desperté con un bullicio endemoniado que me costó identificar en dónde estaba, yo quién era, y qué había pasado con mi vida.

Y que constituye una de las tantas noches en que sucumbí a su bebedizo, y dejé que la Amazonía me inundara apacible por dentro y por fuera, el cuerpo y el alma. Dejé que deslizara tranquila las aguas de sus ríos y sus anillos de ofidio, como sus pócimas, que bebí consciente y convencido. Y dejé que ellas inundaran por todo mi ser, para así poder seguir viviendo. De ese modo la Amazonía se quedó para siempre impregnada y extasiada en mi alma, y yo sumergido en su fondo mítico y en su entraña alucinada.

Fue a tal punto su embeleso que permanecí muchos años subyugado y avasallado por su maleficio, sin poder pensar en nada que no fuera ella, atrapado en su profundidad fantasmagórica. Huía para librarme de sus recuerdos, de su ensalmo y de su honda fragancia, recorriendo y habitando urbes y ciudades opuestas y disímiles a fin de escapar de su sojuzgamiento. Y nunca pude ya jamás librarme de ese cautiverio.

 


Extasiada se quedó en el  alma


3. Coger

y salvar

 

También porque me resultó imposible encontrar alguna región mejor o siquiera igual de portentosa en donde refugiarme. Y en el momento menos pensado volvía a evocarla y a deambular por en medio de sus bosques, lagunas y ríos. Y volvía a hundirme preso en sus entrañas.

Tanto fue así que quince años después de haber estado allí, cruzando en cierta oportunidad por el centro de la Plaza San Martín, en Lima, al atravesar por en medio de la gente que camina presurosa y agitada, una señora que ya había pasado varios pasos en su caminar regresó y me detuvo.

Era como si me hubiera hallado.  Primero viniendo detrás mío me cogió fuertemente, como si algo ella tuviera que atajar, coger y salvar. Y me retuvo, entre la multitud que por allí transita.

– ¡Usted ha estado en la selva del Perú!, ¿no es cierto? –Me dijo, cogiéndome de los hombros, como queriendo salvarme de las aguas turbulentas que ella sentía en esos momentos que me tenían atrapado para seguramente ahogarme.

Y después de atajarme como a un cuerpo que flota y que la corriente arrastra por el río, quiso indagarme sobre mi destino, con curiosidad, pero más con angustia y desesperación.

 


Plaza San Martín, en Lima



4. Por

su mirada

 

– Sí. –Confesé yo, como un reo a quien descubren in fraganti–. Estuve casi un año en Contamana, en el río Ucayali.

– Ya ve. Ya ve. –Oí que decía–. ¡Igualito le pasó a mi marido! ¡Dónde estará el pobre! ¡Lo atrapó la boa negra!

De esta forma me impetró. Y fue para mí como si algo hubiera puesto en evidencia. Y ya estuviera delatado mi crimen. Ante mi anonadamiento y sintiendo que se acababan para mí los fingimientos, mirándome de frente a los ojos con su rostro expectante, continuó.

– ¡Y aún sigue atrapado en esa selva!

– Sí, señora.

– ¡Sálvese!

– Pero, ¿cómo sabe que allí estuve?

– Lo sé por su mirada. Porque con esa mirada volvió mi marido para después irse y desaparecer definitivamente. Tiene la misma mirada con que regresó mi esposo después de servir en un puesto policial de la selva. Regresó con esa mirada que usted tiene y nunca más lo pude atajar.

 


Lo sé por su mirada



5. Más

pudo la selva

 

– ¡Ah! –Dije yo.

Y como evocando, perdida en sus recuerdos, añadió:

– ¡Nunca más pude retenerlo! Tuvo que dejarme. A mí y a sus hijos. Y él volverse a ese infierno verde que no conozco, pero sí sé que es un remolino ¡que atrapa y devora a la gente!

– Como una boa.

– Sí, joven. Porque mi esposo era un ser leal, cariñoso y apegado a su familia; que adoraba a sus hijos. Por quienes él se desvivía. Y regresó embrujado, loco, enajenado. Se fue, lo tragó la selva. ¡Con quién y cómo estará el pobrecito!

Y antes que ella se echara a llorar yo le pregunté por preguntar:

– ¡Ah! –Dije yo asombrado–. ¿Y de eso hace cuántos meses?

– ¡Años! –Me gritó ella–. ¡Hace años!

– ¡Ah!

– Sí. De eso hace varios años. Lo perdí para siempre. Y nunca más lo he vuelto a ver, como si hubiera sido devorado por un esperpento.

 


Atrapado en sus raíces



6. La boa

cósmica

 

– ¡Cuídese, joven! –Me dijo por fin–. ¡Usted está igual, padeciendo lo mismo! –Me palmoteó el hombro, compasiva. Y desapareció.

Lo que en verdad hizo y expresó fue una radiografía exacta de lo que a mí me ocurría desde hacía también muchos años atrás.

Y ella me pareció a mí que era una mujer joven, hermosa y muy atractiva, pero más pudo la selva en cuanto a sortilegio para quien fuera su esposo.

Tuve que admitir lo que ella me hizo notar. Develó todo el embrujo en el cual yo estaba sumido y prisionero.

Me dio un diagnóstico certero de mi padecimiento. Estaba siendo devorado por la serpiente o la boa cósmica.

Recién allí supe que yo era un encarcelado de esas mismas voces, sirenas y raíces. Era un recluso y presidiario.

Y esa interpelación fue el inicio para intentar sanarme. Nunca lo pude. Pero, por lo menos a partir de entonces yo sé lo que tengo, de qué padezco. Y soy consciente del encantamiento que sobrellevo y en el cual ando sumido.

 


Escrito para tratar de curarme



7. Himno

auroral

 

¿Cuánto tiempo había pasado siendo yo un cautivo? ¡Más de quince años!

Ese fue el punto de partida para tratar de curarme. Y uno de los recursos para esa salvación fue escribir un libro que titulé “En noches de luna, en torno a la hoguera”.

Es un libro que ya lleva no sé cuantas ediciones a cargo de la Editorial Altazor. Compuesto por un conjunto de relatos que resultaron finalistas en el Concurso de Casa de las Américas de Cuba, y que el primero de sus mitos el Instituto Nacional de Tele Educación del Ministerio de Educación del Perú lo grabó para el cine y la televisión, como parte del Programa Expedición Andina que desarrollaba junto con otros países en el marco del Convenio Andrés Bello

La Amazonía es el mundo que recrean esos relatos y que no sólo es una realidad sino un universo y hasta un cosmos único, singular e inigualable.

Región honda e incandescente, que nombrarla es como decir mundo primero, luz y agua primigenias.

Himno auroral, así como también –y lamentablemente– tragedia que se olvida, devastación impune y drama secular.

 

*****

 

Los textos anteriores pueden ser

reproducidos, publicados y difundidos

citando autor y fuente

 

dsanchezlihon@aol.com

danilosanchezlihon@gmail.com

 

Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:

Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com

Editorial Papel de Viento: papeldevientoeditores@hotmail.com

Editorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.pe

Ediciones Capulí: capulivallejoysutierra@gmail.com

Ediciones Altazor: edicionesaltazo@yahoo.es

 

  *****

DIRECCIÓN EN FACEBOOK

HACER CLIC AQUÍ:

 

https://www.facebook.com/capulivallejo

 

*****

 

Teléfonos:

393-5196 / 99773-9575

 

Si no desea seguir recibiendo estos envíos

le rogamos, por favor, hacérnoslo saber.



No hay comentarios:

Publicar un comentario