Atravesamos tiempos
difíciles; en los cuales, además, pareciera que estamos sumergidos siempre.
Estamos viviendo una etapa crucial en que aparentemente todo naufraga, se
desarma, derrumba y se hunde. Las crisis se suceden una tras otra y de manera
permanente.
Estamos soportando el
embate de enormes y devastadoras olas que pareciera que todo lo devoran y nos
arrojan contra rocas hirientes y farallones implacables. Un mar tempestuoso
samaquea el barco de la nación.
Tiempos en que buscamos afanosamente
a qué atenernos, alguna boya que nos permita mantenernos a flote, bracear, no
hundirnos y arribar a una orilla o a un puerto seguro. ¿A dónde podemos
recurrir? Y, ¿qué puede salvarnos en esta borrasca? ¿A qué atenernos?
¿Cuál es la síntesis que
podemos extraer de todo este espacio y tiempo vivido, cuando al parecer un
período culmina, porque se hizo viejo, y se abre otro que nos puede permitir
ser mejores?
¿Cuál es la idea esencial
que como una perla reluciente podemos extraer, resaltar y hacer descollar entre
todo aquello que fenece, termina y se sumerge irreparablemente en el pozo que
todo lo devora?
2.
La idea y la noción
fundamental es el bien, ese pálpito básico de que está hecho el universo. El
bien que es aliento y corazonada puesto en la base de todo lo creado.
El bien que todo lo anima,
lo sustenta y lo resarce, esa avecilla primigenia y esa flor primorosa. Que es
el diamante inmarcesible que está en el fondo de todo lo creado y existente.
El bien que todo lo aplaca,
enmienda y corrige. ¡Y lo sana! El bien que es la joya más preciada que se la
puede rescatar del oleaje y la marea de estos días aparentemente aciagos.
Haz el bien siempre. Y no
te preocupes por lo que has de recibir, sino ten cuidado de lo que siempre vas
a dar.
Cultiva el bien en ti mismo
y a tu alrededor. Y ojalá que en todos los asuntos y aspectos de la vida. Es
siempre el bien la boya que nos salva. El triunfo del bien siempre.
Aférrate a la noción y al
triunfo del bien siempre. Y sale y abre la puerta cada vez que tocan porque la
fortuna te traerá manjares.
3.
El humilde bien, que es el
sustento de la verdad, de la belleza y de todo lo que hay de visible e
invisible aquí o más allá, en este y otros mundos. Que cabe reconocerlo y
alentarlo para que hagamos junto con él un mundo mejor cada día, cada hora y
minuto. Más bello, más noble, y más verdadero que nunca todavía.
El bien amparándolo todo,
porque el mundo nace bueno a cada instante, cuando amanece que es cuando el sol
brilla esplendoroso en el horizonte. Es el bien que hace salir el sol cada
mañana, y que brille con igual y mayor fuerza hoy más que ayer.
El bien que es el sustento
para que el mundo marche, o gire o ruede. Y se afiance. El bien como la noción
esencial, el sentido central y el signo del universo. El bien que cuando el día
fenece es para descansar y renacer de nuevo. Al principio y al final de todo lo
creado, está el bien, esa avecilla aparentemente aterida, es el que triunfa
siempre, de principio a fin de la vida como la clave en que se sustenta el
universo.
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