Siendo auténtico
maestro de aula, José Portugal Catacora por sus méritos fue designado máxima
autoridad educativa en la región de Puno. Designado ahora a ocupar esa función
administrativa, tuvo que hacerse cargo del siempre amargo y enojoso proceso de
evaluación de maestros para un concurso público a fin de ocupar plazas de
nombramiento en dicha jurisdicción. Se presentaron 4000 maestros para apenas
100 plazas disponibles. Muchos aprobaron, pero no pudieron hacerse acreedores a
ningún puesto de trabajo.
Cuando regresaba a
su oficina después de almorzar había una manifestación frente al local que él
dirigía, acto de protesta en el cual los lemas eran improperios lesivos y
ofensivos hacia su persona:
José Portugal
aquí te arrojamos
lo que a ti te gusta:
unas pesetas
del vil metal.
Y tiraban esa
clase de monedas a las ventanas de su oficina, las mismas que se estrellaban en
los vidrios y rebotaban a los pies de los mismos manifestantes, quienes las
recogían y volvían a arrojar.
José Portugal Catacora
2. Los había
arengado
Regresaba de
almorzar, vio la manifestación y se sumó a la masa de los que protestaban, y a
la gritería general.
Y cada vez se fue
animando más en la manifestación, hasta que en un determinado momento era el
que más vociferaba en contra suya, que se suponía que estaba adentro en su
oficina. Y él mismo tiraba las monedas que podía recoger.
Resultó siendo el
centro, alrededor del cual la gente se unía para protestar y hacer más enfático
su reclamo. Hasta que en un momento incluso se puso adelante y alentaba con los
brazos a gritar:
José Portugal Catacora
con mi plata, tu garganta
de vendido, se atraganta
y tu barriga se atora.
Y expresiones
como: “¡Director incapaz!”, “¡Servil del gobierno de turno!”. “¡Afuera inepto!”.
Era el que más
gritaba. Finalmente, después de desgañitarse un rato hizo señas de que ya
regresaba.
3. Ingresa
la comisión
Y se escabulló
para dar la vuelta y pasar a su oficina. Se había desahogado, y ahora sentía un
poco de alivio.
Se sintió relajado
y contento de la tensión en que lo sumían cada día problemas como este.
Pero pronto los
profesores, golpeando puertas y ventanas, exigieron hablar con el director.
Para eso buscaban desesperadamente, por todos lados y alrededores, y hasta el
último minuto, a ese profesor alto y cenceño que los había liderado por un
momento y arengado tan bien.
Porque pensaban
que él y nadie más que él era el indicado para asumir su defensa. Con él a la
cabeza se sentían bien representados y en quien reconocían una natural pasta de
líder.
¡Caramba! Pero,
¿dónde se ha metido? ¿Dónde está el profe aquel? ¿Se habrá ido a comer? ¡Vayan
a buscarlo! Pero no aparecía por ningún lado, pero tampoco podían esperar más.
José Portugal Catacora
4.
¿Es
usted?
– El director ya
los espera. Pasen. –Dijo la secretaria. Y pasaron. Pero aún en ese tramo
mirando afuera, para ver si llegaba aquel colega que tanto los había alentado.
Ingresa la
comisión y cuál no sería su asombro y sorpresa al reconocer y encontrar en la
persona del director al líder que hacía un momento los había estado incitando y
arengado.
Y le preguntaron
anonadados y boquiabiertos:
– Disculpe, señor,
¿no es usted el mismo que ha estado afuera en la manifestación junto con
nosotros y arengándonos?
– Sí, claro. Soy
yo. ¡El mismo!
– Y si usted es el
director, contra quien nosotros estamos protestando, ¿por qué usted nos
alentaba tanto allá afuera? –Se atrevió a interrogarle uno de ellos.
5.
¿No son
los
mismos?
– En primer lugar,
no lo hacía por burlarme. En segundo lugar, porque soy maestro al igual que
ustedes, y tienen toda mi solidaridad. En tercer lugar, porque tienen toda la razón
del mundo y creo que todo lo que ustedes están reclamando está bien.
– Y, ¿entonces?
– Lo hacía de todo
corazón y con la plenitud de mi conciencia. Con respeto y honestidad de que lo
que piden está bien. Se han formado para maestros y han aprobado el examen.
Entonces tienen derecho a un puesto de trabajo, cual es el motivo de su
protesta.
– Pero, ¿cómo
entender esto?
– Sí afuera
gritaba y tenía razón, ahora quiero que escuchen y se percaten de cuáles son
los criterios desde aquí adentro.
– ¿No son los
mismos?
6. Es
curioso
– ¡No! Desde
afuera los apoyo. Así como quisiera que ustedes, por lo menos, me escuchen y
comprendan, conociendo los problemas desde dentro. Porque hay dos fundamentos:
Hay una verdad desde afuera y hay otra verdad desde adentro.
– ¿Usted es el
maestro autor de Los niños del altiplano? –Dijo otro profesor, lleno de asombro.
– Sí, yo soy el
autor. Y a cada uno de ustedes les voy a obsequiar un ejemplar.
– Mi admiración y
respeto, profesor. ¡En ese libro he basado mi tesis!
– ¡Gracias!
– Pero, entonces,
como les estaba diciendo hay dos maneras de mirar la realidad: Hay axiomas
desde afuera y hay postulados desde adentro.
– Es curioso lo
que nos dice, profesor.
7. Así de noble
es ser maestro
– En los criterios
de afuera como maestro los apoyo. Ahora quiero que ustedes analicen conmigo y
ojalá que me apoyen en la otra versión, cuál es la visión desde adentro.
Y les explicó la
verdad de las cosas desde las limitaciones del presupuesto, desde las
directivas y normas, y desde lo que es ser gobierno.
– Lo importante,
profesor Portugal, era dialogar.
Los profesores
entendieron el problema, aceptaron las explicaciones y salieron tranquilos,
explicaron a sus compañeros.
Y días después el
profesor José Portugal Catacora fue invitado a un agasajo de desagravio y de
reconocimiento a su labor. Así de noble es el maestro en el Perú.
Y así de
sacrificada es, a veces, la función de quienes frecuentemente se ven en la
obligación de desempeñar puestos administrativos. Y así es de contradictoria
nuestra realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario