martes, 15 de septiembre de 2020

15 de septiembre. Homenaje a Zulema Vásquez. / Caminando juntos la pareja atávica.

15 DE SEPTIEMBRE 
HOMENAJE A ZULEMA VÁSQUEZ 

CAMINANDO 
JUNTOS LA 
PAREJA ATÁVICA 

Danilo Sánchez Lihón 



Zulema Vásquez


Un día como hoy, 15 de septiembre, 
del año 2015, murió la integrante 
de Capulí, Vallejo y su Tierra, Zulema Vásquez, 
quien nació en Coracora, provincia de Parinacochas. 
He aquí una apreciación de su poesía 
como un sentido homenaje 


¡Oh noche que juntaste 
amado con amada! 
San Juan de la Cruz 


1. Del amor 
y sus designios 

Varios y diversos contenidos esenciales, claves de existencia y mitos ancestrales ocurren y están presentes en el libro “Caminaré junto a ti”, de Zulema Vásquez de la Rosa quien nació, se crio y se formó en Coracora, capital de la provincia de Parinacochas, en el departamento de Ayacucho. El primero y principal, que se declara y explicita en el título, es «caminar juntos», referido en este caso al lazo de amado con amada, referido a la unión de la pareja milenaria, atávica y embrionaria cuya huella primordial se registra simbólicamente en la lava de aquel volcán de Tanzania. Desde este punto de partida “Caminaré junto a ti” adquiere variados y enriquecedores significados, el más central es el vinculado directamente a la relación originaria de hombre y mujer:

¿Qué extraña conjunción

incógnito sortilegio

indescifrable augurio

inquietante sino

confunde nuestras almas

y traza de dos, un sólo camino?

En dicha perspectiva ¡qué hermoso sentido, símbolo y hasta utopía viva señala este enunciado y adquiere este hecho, que pareciera más situado en el plano de lo ilusorio y arquetípico que de lo común y corriente! ¡Qué hermosa constatación este signo que si no fuera real valdría inventarlo como algo maravilloso y trascendental, cual es: el «caminar juntos» hombre y mujer! Y lo sorprendente en la autora de este libro es que ella lo siente, lo vive y lo canta:

... y henos tú y yo

tu corazón en mi corazón

tu aliento en mis labios

tu mirada en mis ojos

cuajados de nuestros anhelos

y tu andar decidido

y mis pasos amorosos

señalando con nuestras huellas

un mismo camino...

Allí está, tangible y palpitante la pareja arcaica, avanzando juntos; o bien detenida, mirándose a los ojos; o bien contemplando la rosa del camino; o bien huyendo juntos de las llamas de una hoguera, del estallido de un volcán, de la avalancha de un río, de la inundación de una laguna, del maremoto con que azota el mar. Tienen un encargo que siempre será un misterio, aparte de propagar la especie, y es encontrar el punto de unión en que los dos se vuelven un solo destino y una sola razón de ser.

 


2. Registro

indeleble

 

Y enigma existencial de la fusión perfecta que reta nuestra propia libertad:

Me miras

te miro

y en tu mirada existo

diáfana, pura, celeste

como un retazo de cielo.

Me abrazas

te abrazo

y me siento tenue

mariposa leve

posada en tu tibio terciopelo.

Y van también, paradójica y cruelmente –como son los avatares del amor– a entregarse y arder en otra hoguera, a sucumbir en otra avalancha, inundación y maremoto, igual o peor a los de la naturaleza inexorable, cuales son los que imponen los mandatos del amor. Siendo así, ¡qué inmensa y bella metáfora aporta este libro para la poesía en general!, que sólo una voz de mujer, con entraña de auténtica mujer, podía haberla concebido, imaginado y propuesto, aunque la mayor proeza es haberlo plasmado en su vida, ¡y hecho canto, del modo tan simple como ella modula su ansiedad, su reclamo y su queja!

... sólo quiero

cubrir con mis pasos

tus huellas

Desde la pareja que deambula partiendo del fondo arcaico de los abismos de la creación, y por gracia del amor, el tiempo no vale por lo que dura sino por las llamas que enciende, por la hoguera que desata y vendavales que levanta a través de signos aparentemente simples: miradas, gestos, fragancias, palabras, abrazos ¡y luego corazones inflamados y destinos refundidos! Allí aparecen con registro indeleble las huellas que dejan los pasos del amado y, junto, el de la amada en la grava de los caminos y en la arenisca de las playas.

Y es que cuando se ama el tiempo y el espacio no cuenta ni existen o se hacen síntesis, los minutos se hacen milenios y la eternidad se contiene en un instante. Los destinos arden o estallan. Vuelan fulminados o se esfuman del aquí, yendo al para siempre; o desaparecen en lo hondo, profundo y etéreo del enigma. O bien se hacen concretos y dramáticamente evidentes hasta el punto de entrar en pugna y hasta extinguirse en sus propias llamas:

Nunca el amor es más amor

más sol, más alborada

que cuando lo encontramos

niño, gladiador, rey, a veces mendigo

en algún atajo de nuestro camino.

 


3. La sumisión

y la entrega

 

Cambiamos al encontrarnos con alguien significativo en nuestra vida; pero mucho más y totalmente con el hallazgo del amor, cuyo descubrimiento es siempre una conmoción e infringe mudanzas y transformaciones y arrebatos en nuestra existencia, como puede ser dejarlo todo y alterar el rumbo que tenían nuestros pasos.

La mujer aquí adopta una decisión simple e imponente en la relación de pareja: ir tras el varón por el mundo; tomando a ciegas la decisión de recorrer el sendero del amado, alternativa que cambia radicalmente su vida, exaltando el hecho de seguir con minucia los vestigios y hasta adorando la hendidura de las pisadas que él va dejando en el suelo; hecho sorprendente aunque propio de la feminidad, que otorga al varón la conducción del destino de la pareja. Y esa es otra de las claves de esta poesía y mito excelso en la especie, el de asumir la mujer la actitud hincada y reverente de la sumisión y la entrega total:

Desde entonces soy tuya

desde mi más débil aliento

hasta mi sombra furtiva

y te amo, mi bien

con amor infinito

que me expande junto a ti

desde la tierra

hasta Dios mismo...

Y es que el amor es trepidación vital, acontecimiento telúrico y suceso cósmico,  culminante en lo orgánico y mental para el ser humano, en donde caben advertir marcas, posiciones y estigmas en la creación, porque no sólo es la decisión del «caminar juntos» sino que hay otra voluntad esencial en uno de los géneros, cuál es la disposición en la mujer a seguir las huellas del amado, poniendo sus pasos exactamente donde él los pone, siendo ésta la expresión más consumada del amor hechizado, convencida ella de la rendición y el avasallamiento supremos:

Tiéndeme tus manos

parteras de auroras

llévame

por distancias y lejanías

háblame quedo

y condúceme

por caminos sin tiempo

sin huellas

donde sólo se oigan

tu voz y mi voz

 


4. Abre

tus manos

 

“La compañía de dos, en una tristeza, la hace menos atroz”, reza el refrán. Pero la mujer cree y confía en el hombre que tanto anheló y esperó, que ahora está aquí y a quien entrega las llaves de su suerte para que él la guíe y la conduzca en la vida. Este hecho pareciera imposible que alguien lo defienda y, es más, lo ostente en el mundo contemporáneo.

Pero he aquí una voz que lo reivindica y lo reclama, ¡y que se la siente tan legítima y convincente!, que no pareciera tampoco ser una voz individual sino colectiva, de la naturaleza que ella encarna, una señal y un estigma que ella asume, como si se tratara de una condición irrenunciable y del amor atávico, que es el único que lo puede concebir, sostener y hasta albergar.

La mujer en su fibra auroral pareciera que así está concebida, en eso cree, a eso se aferra así esté equivocada. Sigue al varón y esa es la medida de su realización. Pero, también: ¿No habrá aquí –digo yo– el sustrato de una cultura primigenia y única, como es y fue la cultura andina y dentro de ella la ubicación de la mujer en un eje central, natural y auténtico dentro de lo que era y es un vínculo de pareja, y con relación incluso a un orden cósmico?

El seguir a alguien por senderos y confines limitados e infinitos, deja de ser lirismo para convertirse en epopeya; donde el amor ya no sólo es un impacto y una honda impresión en el ser sino se torna ruta, travesía y misión de vida, siguiendo el camino que el amado abre y señala.

El amor de ese modo se vuelve cruzada, vislumbre de un arcano en el confín del destino, bucle y encaje de una esperanza en el horizonte. Es el camino consciente hacia un ideal. No es entonces únicamente punzada ni temblor del momento, halo de un enamoramiento efímero y fortuito, sino flecha arrojada a concretar una hazaña en la vida. ¡Y ese es otro de los mitos esenciales contenidos en este libro, donde en el fondo se venera la épica de consagrarse a un proyecto existencial, en versos además escritos con escanciada ternura!:

Soy  tu grano

y tu mi espiga

tú mi cauce

yo tu torrente

mis alas son tuyas

mi rumbo el que

señales

ámame

abre tus manos

deja

que me cobije en ellas

 

Con su padre y hermana


5. Hasta el fin

del mundo

 

O porque lo dice en algún poema, o porque el espíritu que se desprende de ellos tientan a hacerlo suponer así; o porque vale idearlo y ubicarlo de ese modo, estos versos entonan la endecha de una ilusión tajante y primitiva; y por lo tanto es el arrebato adolescente que concibe al  amor idealmente.

Los elementos y factores que inspiran y se plasman en estos poemas configuran el yo poético de una persona impoluta y virginal que anhela, espera y finalmente encuentra al amor excelso que le inflama pero a la vez le hace justicia y dignifica. ¡Y a él se brinda y se ofrece plena y totalmente!

Soy tuya

desde el amor

con su tierno candor

y su pureza virginal

que no conoce

la ansiedad de la culpa

ni la turbidez

irredenta del pecado

Es un amor único, legendario y sorprendente, de alma extasiada y ángel que renuncia a sus alas para hacerse humano, de virtud que está dispuesta a dejar el paraíso para aventurarse por los senderos pedregosos, perdiendo no sólo su libertad sino incluso su felicidad. Y todo porque siente haber descubierto al ser anhelado desde el principio del mundo para seguirlo a él hasta el final de todo lo creado, hasta cuando cese el transcurso de los astros, hasta cuando las llamas y el fuego eterno los consuma. Y a él se ofrenda con pureza, candor e inocencia incondicionales:

... iré en pos de ti, y cejaré

cuando el sol y la luna

duerman para siempre

Con ello se construye aquí otro mito que se agrega a los anteriores; el primero: caminar junto al amado por montañas escarpadas, caminos abruptos y desiertos inclementes, huella tras huella, poniendo las pisadas en donde él las pone, a lo que se agrega el segundo, cual es cumplir una misión en la vida; perfilándose y surgiendo aquí el tercer mito cuál es el de la virginidad intocada y de la espera impoluta, el de la pureza  en el hondo y vasto rodar del mundo.

Y es que toda mujer nace con el privilegio, el yugo o la carga dura y cruenta de la virginidad a cuestas; pero lo que aquí se señala es que esa virginidad se da con el encuentro del amor hondo y absoluto. Es decir, lo que determina su apertura en el acto del amor es la naturaleza de la entrega. Ahora bien, lo singular es aquí tener el testimonio de una mujer que lo siente auténticamente así y lo diga en poesía que es un confesarse a sí misma sin condicionamientos, que lo cante en versos y ponga tanto sentimiento en decirlo para ella misma:

... tu voz germinal

convirtiendo cavilantes cactus

en frondas, trinos y azahares

mientras tus manos esculpían mis formas

para develarlas puras

y oficiamos el rito sagrado

de mi virginal oblación

en tu santuario...

 

Iglesia de Coracora


6. Otro

milagro

 

De allí que crea que estos son poemas que se escribieron en la adolescencia y se guardaron; que después se renovaron y hasta rescribieron; aunque ello mismo no deje de ser ya sorprendente. O que si no se los escribió a esa edad es porque se los tenía acunados en el alma, porque son poemas propios de alguien que alberga en el espíritu grandes ilusiones, devociones y hogueras.

Cualquiera sea el caso, es un hecho admirable la frescura e intensidad que ellos tienen, haciendo evidencia de la quimera y la utopía en que se fundan, cual es poner tan claro en el amor el portento del hallazgo, del asombro, como también de la sumisión y la servidumbre enternecida. Y se tiene razón en ello; porque, ¿acaso, y en primer lugar, no es una maravilla encontrarse en este mundo y reconocerse que el uno estaba destinado para el otro? Como también debe serlo para una mujer sentirse auténticamente identificada y estar convencida con pasión de que su sino es ponerse al servicio de una causa noble e insigne.

Y ese es el milagro que se agrega a los anteriores, reconocer que la mujer está nominada para cumplir una misión en la vida al lado de alguien, que ella obedece a un arreglo de amor condicional desde el principio hasta el fin del mundo. Y de amor fuerte, hondo e intenso. De amor a morir; de amor que lleva el signo del fuego como también de la muerte. De amor hecho cáliz. De amor que bebe el néctar del arrebato pero también de la inmolación, donde se da el prodigio de la dación y de la tierra soñada que surge por el éxtasis de dicha pasión:

... hacer tuyas mis mañanas

mi canto y mis dalias

hacer mías

tus utopías, tus afanes y desvelos

y avanzar junto a ti

por los confines

del mundo y de la vida

Es este el libro de una mujer que escribe con el aura del anhelo fulgurando en su frente, prendida al vuelo de lo trascendente, con lo alado y excelso del espíritu que tiene una mujer; pero, y sobre todo, donde hablan y modulan su canto sus entrañas.

Zulema Vásquez de la Rosa en este poemario se vuelve ala y fuego pero sobre todo fuente; se torna paloma, mariposa, pero sobre todo vientre. Es abeja y flor, pero sobre todo polen fecundante, connubio de los jardines, huertos y prados donde traza la parábola de la esencia de lo que es ser mujer y de lo que significa el amor:

Caminaré junto a ti

adherida a tu alma

con las manos llenas

de sunchos y retamas

para tejer alboradas

sólo tuyas, sólo mías.

 

Virgen de las Nieves, de Coracora


7. ¿Qué es

en esencia?

 

Saber que algo es tuyo, de ti y para ti. Que has encontrado el amor de tu vida, que entre los millones de seres que se cruzan por los caminos hay uno cuya mirada acopla perfecta en tu mirada, cuyos labios se unen exactos a tus labios, cuyos sueños se unen lentos, hondamente y ajustados a los tuyos y crean un halo, una casa, una utopía.

Que ya llegaste y estás con el ser cuya entraña sientes que es tu entraña, que la abre para que te alojes y residas en ella; que es puerta, nido, fogón y cocina. Que es el rincón para que tú llegues y desates tus sandalias y tu aljaba, que en ella se abre la hamaca donde descansas; que ella es la viga, la ventana y la cumbrera bajo la cual duermes, es la plasmación de la utopía en el mundo cotidiano.

Que es la mujer, porque ella misma lo dice, el ser de aliento entrecortado mientras te acoge y te da de beber el agua purísima de su manantial. Que te hace regresar desde lejos hacia algo que sientes tuyo, que te pertenece desde cuando todo era apenas polvo de estrellas. Y ahora hay un ser que te dice:

En  mi reino de poesía

de pentagramas de ande

de paja bravía, de alturas y abismos

de leche y trigo

eres tú el Apu sagrado, el protector divino

al que mi corazón tañe alborozado

cuando irrumpes

señor en tus querencias...

Amor que exorciza esa orfandad de dos frente a lo eterno; amor que viene desde antiguo, que nace en el hondo abismo de los orígenes; que no había, que pudo pasar de largo, que pudo perderse y extraviarse en el camino, pero que ha llegado y se ha quedado, temblando aquí como una avecilla en el cable de alta tensión de una colina, que no sabe el río de espanto y de pavor que corre bajo los pies en que se sostiene.

Amor que se ha incrustado en su pecho y en el suyo; que lacera el alma; que se ofrece total y se brinda íntegro; que te espera en una calle, en un paradero, en una esquina y te busca entre el bullicio de los ómnibus que parten, llegan o se cruzan. Amor que busca sus signos, símbolos y estandartes; que se hace de apuros, demoras, caminos y villas inciertas, que ha hablado mucho y siente todavía que no es nada.

Amor que parece que lo cuenta todo y todo lo tiene callado. Que no sabe cuál es su destino, que tiene el sabor de tus labios cuando se besan y el de su entraña cuando retan al destino; que tiene el aroma nuevo del sudor de la piel y ambos así crean un amanecer, un porvenir y un juramento ya innegable en sus vidas.

... y estás aquí

con tu hambre y tu sed

con tu calor y tu arrebato

recorriéndome toda

estremeciéndome

palpitando en cada fibra

de mi corazón que te ama

desde siempre

hasta siempre.

Amor que son voces, susurros, aullidos; recuerdos de haber estado antes en algún reino desconocido. Tú, varón, cuidándola desde niña; extasiado de sus ojos, enamorado por siempre de los pliegues de su pollera y de la sombra de sus cabellos que se hunden en su nuca o en su cuello. Eso sí, siempre tuya, designada para que tú, y sólo tú, abreves tu sed en su fuente, grabes tu nombre por siempre en sus playas u orillas, en sus labios y en sus sueños.

Amor que ya se mezcló en una sola saliva, en el grito unido de ambos cuerpos; amor solito, que es orfandad de dos en una estrella, tú y ella frente a lo eterno.

 


8. Dulzura

total

 

Amor que abriga, que da luz, que salva; amor de quienes nada se acusan ni reprochan: de débil el duro, de cruel el suave.

Amor que hace el bien, que es sabio, que rescata desde el fondo lo divino, que los hace dulces a ambos, que purifica y ennoblece a todos; amor soñado en la cuna, que es leche y miel de un panal profundo; que es pan, alfajor y bizcocho comprensivo, tolerante siempre, bien intencionado hasta cuando sea adiós o todo una dolorosa despedida.

Amor que confía en el otro, que sabe que estando lejos está investido de luz y abrigo por el amado o la amada ausentes. Amor montaña y nube, a la cual se ve y no se ve, que se aspira. Que es nada y es todo, emoción que mata y sana. Amor que busca la soledad y adora la compañía, que se evoca, da angustia y se llena de valor. Que así ingrese al infierno lo hace en él, con él y por él. Con él como escudo, con ella como bandera y oriflama.

Amor que te defiende en todo, que se da por ti, y se guarece por él, que supera a la vida; que es puro arrojo; que es nieve que arde y fuego que congela. Que cavó su nido en tu pecho, a quien tú quieres porque lo anhelaste desde niña o niño; que lo habías dado por perdido, a quien diste por muerto y desaparecido y ahora está aquí. Y yace vivo.

Y lo encuentras; y lo tocas; y lo estrujas. A quien identificas como tuyo, a quien has gritado en todos los caminos y abismos para que venga, para que esté aquí, descendiendo o ascendiendo desde lejos. Y que sin tú saberlo ya te oía. Amor que ya sabes de su aroma y hasta el sabor de su saliva. Que ya sabes que existía. Amor que justifica todo; que ahora sientes que puedes ya morir, porque ya lo has visto, Pero no, como nunca es imprescindible vivir, porque ha llegado. Y está aquí, los ojos de uno escanciados en los ojos del otro, con lo cual se hacen otra vez uno:

Era torcaza errante

sin canto y sin mañana

y en mi turbado vuelo

había herido mis alas

Más, en un soto

de tu camino

me ofreciste abrigo

y en las frondas de tu pecho

me tejiste un nido

con trocitos de ternura

salpicadas de besos.

Amor que es dulzura plena y total; sin eliminar sino conteniéndola hasta hacerla desaparecer la amargura y el acíbar. Que no conoce reproches, pese a que llega de repente cuando la vida ha dado vuelcos y tumbos hasta dejarlos malheridos, casi sin aliento y tienen rotas las jarcias de las naves.

Amor que adoras sin condición y recoges orgulloso sus emblemas de repente flamantes y nuevos, que es alegría por haberse hallado y pena de no haber compartido la totalidad de cada instante de la vida, pena de no haber estado en todos los recodos y avenidas, pena de la alegría que se estrujó cada tarde porque ni tú ni ella estuvieron allí para entenderlo, descifrarlo y arder en su pira.

 

 

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