miércoles, 16 de septiembre de 2020

16 de septiembre. "Grito de Dolores", Día Nacional de México. / Echado a los caminos.

16 DE SEPTIEMBRE 
“GRITO DE DOLORES”,
DÍA NACIONAL DE MÉXICO 

ECHADO 
A LOS 
CAMINOS 
DEL DÍA 
Y SUS RESQUICIOS 

Danilo Sánchez Lihón 



Tepoztlán, en México



Quién hace tanta bulla 
César Vallejo 


1. 

Un bullicio de gente que pasea entre los toldos donde se vende de todo es hoy sábado el centro de la ciudad en Tepoztlán, en México.

Se venden collares, artesanía de madera, objetos de cristal y de obsidiana extraída de las canteras de Guanajuato.

Se venden pócimas y recetas de curanderos. Se sanan males de amores, se exorciza el daño que alguien te ha inferido.

Se adivina la suerte venturosa o aciaga, y hasta se aplican masajes y se arreglan torceduras, todo al paso.

No faltan las peluquerías, los puestos de manicure, la venta de lociones y sebos de culebras.

En torno a la iglesia vetusta, derruida por el sismo, se vende fruta, condimentos y especies. Y comida, sean tacos o enchiladas mexicanas.

 

 

Tepoztlán, en México


2.

 

Hoy domingo camino entre la multitud. Y tú a mi lado siempre, como una aparición, una sombra y una quimera.

Una presencia que nadie ve, pero que me habita, que alumbra mis pasos, mis días y mis noches.

Tú diciéndome la dirección exacta adónde ir; guareciéndote conmigo bajo las arcadas de la plaza, o bajo algún tilo o ciprés.

Con tu falda igual a la que apareces en la fotografía. Con tu peinado a la deriva, niña mía.

Y tu abrigo al interior de cuyo bolsillo va cogida tu mano con la mía, a fin de librarnos del frío, pero más de las distancias que separan.

Tú habiéndome encontrado, y ya sabiéndome perdido. Y sintiéndote hacia mí rendida.

 

 

Tepoztlán, en México


3.

 

 

Pasada la tarde y venida la noche me siento rendido, incluso para salir, buscar un restaurante o un sitio donde comer.

El sueño me vence y quitando como puedo la ropa y las cosas que hay encima de la cama, me acuesto.

Me he despertado pasada la media noche con un bullicio atronador que viene de diversos ámbitos, de fiestas y el hablar de la gente y de la música altisonante.

Trato de leer algo, pero las voces son intensas, pareciera una manifestación que pasa por la calle, risas y jolgorio en calles y plazas.

Me aliño un poco y salgo. El hotelero duerme, pero se despierta un tanto sorprendido al verme salir. La calle frente al hotel está vacía y la plaza cercana también.

Las calles lucen solitarias, con tiendas de letreros apagados, donde mis pasos resuenan solemnes en las baldosas mojadas con algunos charcos por alguna lluvia repentina.

 

Tepoztlán, en México


4.

 

Encuentro un vigilante encapotado en su bufanda quien medio despierta y me saluda atento y azorado.

– Buenas noches. ¿Hay fiestas en algunos barrios? –Le pregunto, interesado en ir allá y confundirme un rato entre la gente.

– Ninguna. Todos duermen porque mañana es día laborable. Sábado y domingo la ciudad arde con el turismo, hasta las seis del domingo, después todos descansan.

– Desde mi habitación en el hotel he sentido bullicio por todo lado, como si hubiera fiestas. Por eso he salido, para ver.

– De eso se quejan muchas personas que vienen a Tepoztlán. El pueblo es antiguo y son las piedras las que hablan y bailan por las noches del domingo.

– Yo he sentido bandas de músicos.

– Son los antepasados y la memoria que hay en el subsuelo. Nosotros los que somos de aquí ya no lo sentimos, pero quienes vienen de afuera sí.

 


Día Nacional de México


5.

 

Hoy lunes amaneció todo en silencio, salvo el repique de las campanas marcando las horas en la vieja torre.

El tiempo se desliza infatigable tras las huertas y delante de los muros; tras las puertas ojerosas y sin abrir.

Tras los balaustres de los balcones donde algo se ha quedado sin morir. Tras las macetas llenas de flores que sostienen extasiadas en sus pétalos el relente de la noche.

La luz y la sombra se deslizan ambas bajo el artesonado de los cuartos en completa soledad, bajo las escaleras que suben y bajan.

Se desliza detrás de las puertas que permanecen silenciosas y cerradas.

Y yo pienso en ti, como una golondrina pensará en su nido lejano cuando la tormenta y la tempestad aquí arrecia.

 

 

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