Hoy día, 17 de
septiembre del año 1822, se inaugura la que será llama votiva de América, la
Biblioteca Nacional del Perú, después de un año y 20 días de haberse promulgado
su fundación, por Decreto Supremo del 28 de agosto del año 1821, refrendado por
el Libertador don José de San Martín y don Juan García del Río, apenas a un mes
de declarada la Independencia del Perú.
Ha sido fundada
en el fragor de las batallas para consolidar la emancipación de los pueblos de
América del Sur recién acabada de configurar con la libertad del Perú, y al
calor de los ideales de erigir en nuestros suelos grandes naciones y sublimes
esperanzas; y con las alas abiertas para aspirar a construir aquí y ahora un
mundo mejor, y la utopía largamente anhelada por el hombre sobre la faz de la
tierra, de una vida en concordia universal. ¡Y ese es el espíritu con que se
vive hoy día!
El General José
de San Martín, hombre bueno, noble y sabio, ha sido el primero en donar sus
libros de cabecera para acumular sobre esa base sus colecciones futuras,
edificando así ese sueño permanente de libertad. Qué nosotros leamos sobre lo
que él ha leído, ¿no es una herencia suprema? ¿No es legarnos lo mejor de sí
mismo? Porque no es su espada ni su uniforme de militar lo que nos lega ¡sino
sus libros sobre los cuales él ha soñado!
Don José de San Martín
2. Antorcha
fulgurante
Siendo así la
Biblioteca Nacional del Perú se funda con el propósito de consolidar la idea de
la libertad y alentar siempre la forja de la utopía social. Es decir, en su
cimiento está el sueño de libertad más acrisolado, pues lo fundó el mismo General
que liberó gran parte de la América del Sur.
Ocupa el cargo
de primer director el clérigo arequipeño don Mariano José de Arce, un místico
de la bondad humana, y el local escogido para su funcionamiento es el antiguo
Colegio del Príncipe, ahora denominado Colegio de la Libertad.
Así se funda
esta institución tutelar pensando en América de la cual el Perú es centro y, en
gran medida, matriz. En menos de 60 años este anhelo se consolida de tal modo
que llegó a ser la primera institución cultural en América del Sur considerada
así por los hombres de letras más sobresalientes y los viajeros ilustres que la
visitaron en esa época.
Sin embargo,
dicho arquetipo se vio destrozado por la bota de un país títere del
imperialismo inglés, que después de la ocupación de Lima en febrero del año
1881, aquella llama votiva y antorcha fulgurante fue convertida en ruinas.
Mariano José de Arce, primer director de la BNP.
3. Los barcos
que partían
Aquel sueño de
la libertad de América fue saqueado, pisoteado y convertido en muladar por las
tropas chilenas, al ser utilizado como cuartel de un regimiento de caballería
en la ocupación de Lima en la infausta Guerra del Pacífico.
Y allí puede
verse en contraste y en perspectiva lo que hacen unos y otros hombres. Y unos y
otros pueblos. Y en el juicio y las responsabilidades que tienen que asumir
ante la historia.
Sus libros,
muchos de ellos incunables, sufrieron expolio, destrucción y los más codiciados
fueron enviados hacinados y a montones– en los barcos que partían del Callao a
Valparaíso.
A Chile
arribaron en dos viajes sucesivos de sus embarcaciones 103 grandes cajones y
otros 80 bultos que fueron recibidos y catalogados por Ignacio Domeyto y Diego
Barros.
Y en agosto de
1881 se publicó en el diario oficial de ese país el inventario realizado bajo
el título: “Lista de libros traídos del Perú”. Luego, y finalmente, los que no
se pudieron llevar fueron quemados. Cuando se asume la tarea de su
reconstrucción apenas se encuentran 700 ejemplares esparcidos de los más de 300
mil documentos que lo integraban antes.
Sede actual de la Biblioteca Nacional del Perú
4. ¡Y qué
grandeza!
Una desgracia
así, por el patrimonio que sus colecciones significaron, es sólo comparable en
su holocausto a la destrucción y al incendio de la Biblioteca de Alejandría. La
misma que fue fundada por Ptolomeo en el año 306 a. de Cristo, e incendiada,
aunque en este caso no de manera intencionada sino casual, en el siglo primero
antes de la era en que vivimos. Y fue cuando Aquilas en noviembre del año 48 a.
C. asedia a julio César y a Cleopatra, y lo hace con cruce de teas incendiarias,
y que en el intercambio y en plena acción bélica, se produce el incendio.
Pero frente al
salvajismo y perversidad que aquí se perpetra se levanta, como un gigante que
la reconstruye, el famoso tradicionalista Don Ricardo Palma.
A la espada de
sueños de don José de San Martín en su edificación se une ahora el corazón y la
pluma del autor de las tradiciones peruanas. Quien fue llamado desde entonces
el “Bibliotecario mendigo” por el peregrinaje, la terquedad y porfía que puso
en recoger y solicitar libros por todo el mundo. ¡Y qué grandeza! ¡Porque toda
América, España y el mundo entero respondió!, y otra vez concurren para ayudar
a levantarla y sobresalir de aquella desgracia impuesta a este sueño de
libertad.
He aquí una de
las cartas que Ricardo Palma dirige a uno de sus amigos, académicos y
escritores de todo el mundo:
Ricardo Palma
5. El pan
de la inteligencia
Lima, noviembre 20 de 1883
Señor Don
Marcelino Menéndez y Pelayo
Madrid
Muy señor mío:
La antigua y
rica Biblioteca del Perú fue transportada a Chile. En el último cuarto del
siglo XIX han sido los libros, el pan de la inteligencia, considerados como
botín de guerra. Hemos retro-cedido a los tiempos bárbaros del califa Omar.
El Gobierno del
Perú ha decretado la fundación de una nueva Biblioteca honrándome con la
dirección de ella. El país ha acogido con entusiasmo el propósito y, en menos
de quince días, he recogido donativos por más de cien mil volúmenes.
La nueva
Biblioteca, según el decreto, debe ponerse a disposición del público el 28 de
julio próximo.
Un Bibliotecario
mendigo se dirige, pues, al ilustre literato, para pedirle la limosna de sus
obras, y que avance su caridad hasta solicitar de sus esclarecidos compañeros,
en las Academias de Historia y de la Lengua, contribuyan a la civilizadora
fundación encomendada, más que a mis modestas aptitudes, a mi entusiasmo y
perseverancia.
Me es grato
presentar a usted mis respetos y ofrecerme como su muy sincero admirador y
amigo.
Ricardo
Palma
Correspondiente de la R.A.E
Lectores al frente de sus estantes
6. Allí
se acrisola
Otra vez la
Biblioteca Nacional del Perú se convirtió en el sueño que abrigan y al que dan
calor muchas mentes y almas generosas de todo el mundo. Así llega a tener
pronto 600, 700, 800 mil volúmenes, sólo comparable a la Biblioteca del
Congreso de Washington en Estados Unidos. Y se convierte en el centro del
debate intelectual de su época. A ella acuden jóvenes a construir, a la luz de
los libros, sus sueños, ideas y utopías. A ella acuden las conciencias en busca
de la luz de la verdad.
Allí se acrisola
la mejor poesía, la mejor narrativa y el mejor ensayo del movimiento
indigenista. La gloriosa generación Colónida de Abraham Valdelomar bebe de esa
fuente, época en la cual la Biblioteca Nacional es el crisol, la fragua y el
yunque que forja y hace posible la prestigiosa generación de intelectuales que
afloraría después, en el año 1945.
Lamentablemente,
la noche del 10 de mayo de 1943, ocurrió otro suceso desgraciado: el pavoroso
incendio que prácticamente destruyó todas sus extraordinarias colecciones.
Salas íntegras de las cuales no se pudo rescatar absolutamente nada, y hasta
quedó seriamente dañada su infraestructura, en el antiguo Convictorio de San
Carlos, hoy Centro Cultural de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en
el Parque Universitario en el centro histórico de nuestra ciudad capital.
7. Utopía
posible
Allí aparece
otro gigante para hacerla renacer, como la mítica Ave Fénix, de los escombros,
de los carbones restallantes y de las cenizas tumefactas en que se convirtieron
los valiosos libros. Y sobre el lodo y la pena que cubría sus volúmenes, se
funda la Escuela Nacional de Bibliotecarios, en base al voluntariado de los
jóvenes, hombres y mujeres casi adolescentes, que hasta altas horas de la noche
y hasta en la madrugada, rescataban libros del fango acunándolos en su regazo.
Y allí mismo,
imaginando otra vez sobre esas ruinas se diseña y construye el edificio de la
Avenida Abancay que hasta ahora funciona. Así, a la espada de los sueños del
Libertador, al corazón y la pluma generosa del Bibliotecario Mendigo se suma la
moral y el registro minucioso del historiador de la República, el eminente don
Jorge Basadre, que viviera en su Tacna nativa en época del cautiverio. Hoy día,
mirémosla, ¡tan lozana, orgullosa y esperanzada en su nuevo y flamante edificio
de la Av. de la Poesía!
¡Gracias a los
hombres y las mujeres que en ella trabajan! ¡Gracias al esfuerzo y la devoción
de muchos peruanos que la han puesto así de pie, regia y soberana, que nos da
gusto ostentarla con orgullo y veneración. ¡Vean cómo en ella se estudia, sueña
y trabaja! ¡Gracias a todos los que lo han hecho posible!, a quienes saludamos
y felicitamos por ofrecernos una casa primorosa y significativa como ésta. Y
gracias a todos quienes la imaginaron, ¡y la hacen cada día utopía posible y
llama votiva de América!
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