Mi padre admiraba a quien
según él había sido el mejor presidente del Perú, a don Ramón Castilla, que lo
fue por dos períodos, y de quien, en la mesa de nuestra casa, a la hora de
comer, siempre contaba una anécdota del ríspido y corajudo, pero a la vez níveo
e inmaculado don Ramón, gran Mariscal del Perú.
Entre las cuales me gustaba
que repitiera aquella historia que cuenta que un alto militar sedicioso del
Ejército del Perú, intentó asesinarlo disparándole desde una azotea cuando él
salía del Palacio de Gobierno a la Plaza de Armas de Lima. Entonces don Ramón muy
enojado en el acto lo destituye, pero no por conspirador sino por mala
puntería, indigna de un integrante del ejército peruano.
Fue don Ramón Castilla soldado
y gobernante peruano. Tuvo muchos méritos así, como seguramente defectos. Sin
embargo, el honor que más resaltaba mi padre es que murió pobre y lejos del
poder. Eso nos lo repetía siempre, que montado en su caballo en el desierto de
Tiviliche, en la provincia de Tarapacá, y esta imagen le conmovía.
2. El pueblo
le bendijo
Así gustaba repetirlo a él.
Pero se identificaba plenamente con su capacidad para el sacrificio por
arriesgar la vida y despreciar banalidades.
Era su ídolo. Y hasta
alguna vez me ayudó a confeccionar una antorcha para el desfile nocturno de
Fiestas Patrias, y que era el escudo nacional con el rostro dibujado por él del
hirsuto don Ramón.
Y mi padre repetía el poema
de Carlos Augusto Salaverry, que escribiera en homenaje a aquel probo
gobernante.
Quien fue libertador de los
esclavos del Perú, antes que lo fuera Abraham Lincoln en los Estados Unidos,
poema que en sus estrofas dice así:
La pluma de la historia dirá un día,cuando su cetro la verdad recobre:– Fue tan patriota cuanto ser podía,y aunque el oro a sus plantas se esparcíael pueblo le bendijo. –¡Murió pobre!
Danilo Sánchez Gamboa
3. Una peseta
de más
¡Murió pobre! Esta era la
enseña que más admiraba mi padre en don Ramón Castilla.
Esta era la égida e
insignia que él, mi padre, escogió para sí. Pero, es más: la honradez ha sido
el principio de vida que más nos ha inculcado una generación de peruanos que
vale revalorar.
Mis maestros y profesores
todos eran austeros. Y los alcaldes antiguos de mi comarca los recordamos
porque fueron personajes que más guardamos en nuestra memoria porque escogieron
la vida honrada.
Es importante que consten
estos hechos como muestra de valor y coherencia, frente a la concupiscencia del
dinero y del poder.
Frente a aquella tendencia
de hacer que todo reluzca como riqueza, obtenida a través del éxito cualquiera
sea la conducta que ostentemos.
Y así como de toda una
generación ese era el temple y la moral también de mi padre, don Pascual Danilo
Sánchez Gamboa, para orgullo y honra mía, de su linaje y de su pueblo que lo
recuerda con veneración y hondo cariño.
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