Los dos
abuelos varones del poeta César Vallejo fueron naturales de España, nacidos en
la península ibérica, tanto el de su linaje paterno, como el de su linaje
materno. En el primer caso su abuelo fue don Rufo Vallejo, padre de don
Francisco de Paula Vallejo Benites. Como también fue originario de España don
Joaquín de Mendoza, su abuelo por el linaje de su madre, doña María de los
Santos Mendoza Gurreonero
Pero,
además, ambos fueron sacerdotes, y fueron plenos hombres de iglesia, devotos y
fervientes, convictos y confesos, ungidos hasta los últimos días de sus vidas
en la fe cristiana, pese a tener descendencia y progenie, con lo que aparte de
la sangre de ellos absorbe y hereda interiormente el halo del cristianismo.
Aparte de
heredar también de parte de su comunidad el ancestro telúrico y, desde la época
de la conquista de América, la lengua castellana hablada de manera corriente desde
aquella época en la región en la cual está enclavado el pueblo originario de
César Vallejo como es Santiago de Chuco, en donde el quechua de los Incas no
llegó en ningún tiempo a ser lengua que allí se hablara sino más bien la lengua
culle de índole regional.
Santiago de Chuco. Foto JSL.
2. Con lo mejor
de la poesía
Pero hay
otro hecho significativo en esta relación y empatía de César Vallejo con
España, y cual es el hecho de que él dedica su tesis de Bachiller en Letras de
la ahora Universidad Nacional de Trujillo, al estudio y valoración de la poesía
castellana, lo cual significa una declaración de fe, de adhesión y de una
filiación manifiesta.
Pero no
solamente es que César Vallejo dedica su tesis al estudio y valoración de la
poesía castellana, puesto que el teatro del Siglo de Oro Español también se
escribe en poesía, sino que nuestro autor en su quehacer poético siempre
estableció un vínculo y entronque con lo mejor de la poesía española,
principalmente con Francisco de Quevedo, Jorge Manrique y Calderón de la Barca.
Es decir,
en ningún momento se dejó tentar por la poesía francesa, pese a que vivió buena
parte de su vida en París, ni se dejó persuadir por la poesía inglesa siempre
descollante, ni por la poesía alemana ni italiana, sino fiel siempre a su raigambre
y tradición castellana.
Siendo
así los lazos de César Vallejo con España fueron intensos y de una profundidad
muy honda.
Ya en la
presencia física de César Vallejo en tierras de España se pueden identificar
tres etapas en la permanencia de César Vallejo en la península ibérica, y más
concretamente en Madrid.
3. Primera
etapa
La
primera vez que César Vallejo viajó a Madrid fue desde París el año 1925, como
beneficiario de una beca de estudiante. Sin embargo, eso no quita que cuando
por primera vez aviste el suelo español no sienta la emoción del descubrimiento,
o más bien antes de tocarlas, ya la emoción le embarga y le reboza en el alma.
Arribó
entonces como estudiante y beneficiario de una beca, y tuvo que trasladarse en
varias ocasiones puesto que tenía que acreditar que asistía regularmente a
clases.
Felizmente
hay un testimonio de esta época en un artículo que lo escribió él mismo cuando
por primera vez avista las cumbres de los cerros de la cordillera del Pirineo,
que es cuando dice:
“Vislumbro los
horizontes españoles, poseído de no sé qué emoción inédita y entrañable, sin
duda vuelvo a mi América Hispana reencarnada por el amor del verbo que salva
las distancias en el suelo castellano”.
Vuelve en
el año 1926. Se lo ubica en el café La Granja del Henar en la calle Alcalá. En
junio de 1927 lo reciben Domingo de Córdoba y Javier Abril en la calle de la
Aduana, entre Montera y Peligros. Hay, asimismo una foto con Juan Domingo
Córdova en el Monumento a los Caídos en la Guerra de Cuba en La Moncloa o
Parque del Oeste.
César Vallejo y Juan Domingo Córdoba, en Madrid
4. Segunda
etapa
Una
segunda etapa de su permanencia en España la ubicamos en el año 1931, en la
cual él viaja a España ya no como estudiante sino como escritor, autor
literario y militante político.
Se inicia
el 29 de diciembre del año 1930 cuando César Vallejo sale expulsado de territorio
francés. El viaje lo realiza junto con su compañera Georgette Philippart y llega
a la capital española en vísperas del año nuevo. Entonces vive en la Calle
Alcalá, número 100, cuadra 1.
Escribe
en los Poemas humanos: “Cuando alguien se va, alguien se queda. El punto por
donde pasó un hombre ya no está solo”, casa en donde se ha puesto una placa que
registra que en ese solar vivió el poeta.
En mayo
del año 1030 viaja a Salamanca donde conoce a don Miguel de Unamuno. Visita
también Burgos, León, Toledo. Pasa una semana en San Sebastián, en el golfo de
Vizcaya, en el país vasco.
En marzo
del año 1931 publica en Madrid la novela El Tungsteno, que escribió, toda ella,
mientras residía en la calle Encanto de esa ciudad. Cuenta Georgette que se
reúne frecuentemente con Fernando Ibáñez en el café La Castellana. En abril
empieza a escribir Rusia 1931 que se publica en el mes de junio de ese año.
Viaja una
semana a Astorga a reunirse con Leopoldo Panero y su hermano. En el mes de
octubre enrumba hacia Rusia. Catorce meses después regresa a París, el 12 de
febrero de 1932.
En el Monumento a los caídos, en Madrid
5. Tercera
etapa
Esta tercera
etapa de su vínculo con España, que abarca principalmente desde el año 1936
hasta su muerte, ocurrida el 15 de abril de 1938, período que lo consideramos
como la presencia en aquel suelo de un ser trascendente, la de un visionario y
la de un ser superior.
En enero
de 1936 Vallejo viaja a España. El 2 de julio de 1937 sale de París para
España: Barcelona, Valencia, Jaén. Madrid para participar en el II Congreso
Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura tuvo lugar entre el 4
y el 17 de julio de 1937 en París y en tres ciudades de la España republicana: Valencia,
Madrid y Barcelona, más conocido como el Congreso Antifascista.
Viene ya
con su máxima conciencia crítica y espíritu solidario. Viene ya en su plena
madurez. Ya no es solo el Vallejo del dolor. Ya no es solo el Vallejo de Los
heraldos negros ni de los Nueve monstruos, sino que también es el Vallejo de la
lucha: de Pedro Rojas, de Los desgraciados, de los Milicianos de España. Es el
poeta de “El poeta saluda al sufrimiento armado”.
Ocurre
ese cambio del hombre que había llegado a la máxima conciencia de la realidad y
a la esencia de todo, de aquel que escribiría un nuevo Padre Nuestro titulado
Padre polvo, a propósito de bombardearse y prácticamente haberse demolido y
enterrado la ciudad de Durango, convertida en escombros por la División Cóndor
de la aviación nazi.
Con Juan Domingo Córdoba, en Madrid
6. Así como
es otro puente
Fue el
año 1937 cuando César Vallejo sufre una angustia atroz y un dolor muy hondo al
constatar cada día el derrumbe de la República Española, pese al heroísmo del
ejército republicano y de las milicias de voluntarios que arriban de muchos
países y que se pliegan a la causa socialista, y que desde julio del año 1936
era su desvelo, su preocupación, su pasión y su consagración absolutas. Quien
renunció a todo y se consagró a la solidaridad humana involucrándose con la
Guerra Civil Española hasta perder por ella el último aliento y energía. ¡Y con
ello la vida! César Vallejo murió en este holocausto el 15 de abril del año
1938 en París en plena Guerra Civil Española, diciendo: Quiero ir a España.
Llévenme a España. Me voy a España.
Y siendo
así, como cuando un personaje de la historia nace en un lugar y aquel lugar
cobra su pertenencia, así también cuando se muere por una causa o un país, ese personaje
es y pertenece a esa comunidad puesto que ya es parte de esa realidad.
Consecuentemente Vallejo es un poeta de España. Y más aún si es que es un poeta
que nos tiende un puente entre esos dos mundos.
Por eso,
y a partir de entonces, tenemos un vínculo infalible entre el Perú y España, y
ese vínculo es César Vallejo. Y es a nosotros los peruanos a quienes
corresponde hacerlo ostensible, nítido y contundente; como en conocer y ahondar
en estos puentes que él nos tiende. Así
como es otro puente que César Vallejo se encomendaba al Apóstol Santiago el
Mayor, y que lo hacía íntimamente, de manera secreta y confidente, en su mayor
soledad. Lo testimonia una carta que dirige a su hermano Víctor Clemente el 18
de junio del año 1929, enviada desde París.
Inaugurando el Capulí de Madrid
7. Mensaje
y consigna
En conclusión,
la Guerra Civil Española descubrió para el mundo que España no solo eran los
conquistadores codiciosos y sin escrúpulos, ni tan solo era la Santa
Inquisición que azotó, afrentó y condenó a la hoguera en nuestras tierras, sino
que allí había también un pueblo sufrido contra quien como con cualquier otro de
nuestros países, se cometían las mismas injusticias, crímenes y atrocidades que
esas mismas autoridades aplicaron en nuestros pueblos.
Así fue
como por la Guerra Civil Española es que los peninsulares descubrieron la
solidaridad de los intelectuales de América Latina que se enrolaron a sus
luchas. De allí que los primeros admiradores de César Vallejo surgieron a la
muerte de este y en España. Por eso, la intelectualidad española como ninguna
otra tiene por César Vallejo una admiración lindante con el culto. Esto lo cuenta
el poeta Félix Grande en diversas declaraciones y testimonios de cómo se leía
clandestinamente a César Vallejo en la España de Franco.
Siendo
así, César Vallejo nos tendió un puente de oro en la relación entre nuestros
dos ámbitos: el de España y el de América Latina. Vallejo sin dejar de ser
consecuente con su cultura nativa y con el destino de nuestros pueblos, con una
identidad irrenunciable, supo identificarse con esa otra cultura matriz y la
esencia del pueblo español hasta el punto de haber dejado un mensaje y una
consigna cuál es:
Niños del mundo,
si cae España, –digo,
es un decir–
… salid, niños del
mundo; id a buscarla!...
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