Antonio Raimondi, quien nació en Milán, en Italia,
el 19 de septiembre del año 1826, tuvo al Perú como su vocación desde que naciera. Era el país que le fascinó desde niño, y lo
eligió para venir y vivir aquí, nacionalizarse y ser genuinamente peruano. En consagrarse completamente a él, en
conocerlo y darlo a conocer al mundo. Y no era su desvelo lo que este país pudiera darle a
él, sino lo que él podía ofrendar al Perú. Y desde que lo soñó supo cómo concretar esa adoración.
¿De qué modo? Estudiándolo y proyectando al mundo la riqueza de aquella cultura,
cuna de civilizaciones extraordinarias. Y que sin embargo permanecía oculto,
misterioso e indescifrable.
Nadie precisa dónde adquirió sus admirables
y hasta asombrosos conocimientos sobre la naturaleza en casi todos los campos
del saber. Así: en la botánica, la zoología y la geología. Ni cómo pudo
acumular tanta sabiduría en química, física, mineralogía. Así como en otras disciplinas
incluida la biología, la medicina e incluso llegando a tener vastos conocimientos
sobre el cosmos. Ninguna universidad ni centro especializado de su época
registra su nombre, concluyéndose que toda su formación era la de un
autodidacta, quien investigaba por sí mismo con un rigor y una consagración
totales y únicos, pero para que todo confluyera en un solo punto: el Perú.
Antonio Raimondi
2. Eligió
el Perú
Vino a la edad de 24 años; pero, si
por él hubiera sido, habría venido antes. No se había enamorado antes de nada
ni de nadie, sino del Perú. Y estando ya aquí sí quiso querer y enamorarse. Y
lo hizo de una mujer andina en el recodo más entrañable de nuestro país, como
es Huaraz. Pero, igual estaba enamorado de la naturaleza, de la flora y de la
fauna, de cada terrón y de cada corpúsculo de luz. Como también estaba
enamorado de su historia, de los ancestros de cada localidad, de su
arqueología. De las riquezas minerales, de las fuentes de agua, de cada brizna
del paisaje, y de los recursos naturales de cada región.
Y se dedicó a caminar cada palmo de
tierra, recogiendo muestras en dibujo de cada ave, insecto, hojas de hierbas, y
hasta de piedras. El Perú fue su gran amor, su musa y su pasión. Solo que no
era poeta sino científico. Y se consagró en cuerpo y alma a donarle todo lo que
el conocimiento científico de su época pudiera expresar acerca del ser
inherente de cada manifestación recogida acerca del Perú, y que se pudiera
procesar. ¿Se puede amar tanto, desde lejos, desde cerca y desde la eternidad
en donde él ahora habita con su Perú en el alma?
Sacsayhuaman
3. País que él
soñó y amó
Su dedicación al estudio del mundo de la
naturaleza solo tenía un asidero en su mente y en su espíritu: el Perú.
Cualquier otra realidad le parecía superflua, o que no le incumbía. Había
programado antes de embarcarse hacia el país de sus sueños, ubicado en la América
del sur, consagrar dos años de estudios exhaustivos dedicados solo al Perú.
La guerra que vivía Italia en ese momento
se lo impidió. Y su viaje se fue posponiendo, no tanto por el conflicto mismo
sino por la causa que él defendía como miliciano alistado en el movimiento de
resistencia popular. Luchaba por la libertad de Italia frente a la invasión y
tropelía cometida por las tropas austriacas, comandadas por el Mariscal Radetzky,
a las cuales se opuso la heroica defensa, encabezando las huestes patriotas los
legendarios líderes Mazzini y Garibaldi.
Sin embargo, Antonio Raimondi tenía claro
su destino cuál era el Perú. Eso jamás lo puso en duda. Y nunca cuestionó esta
elección, naturalizándose peruano, en donde fue un ciudadano fervoroso, con
devoción por nuestro país, consagrado a estudiarlo y venerarlo, país que él
soñó y amó entrañablemente hasta el final de sus días.
4. Su cuerpo
y su alma
Él cuenta que aún niño había un cactus
peruano que él solía abrazar y hasta conversar con él cuando visitaba ese
espacio.
Era un cactus con toda su imagen
majestuosa, hierática y solemne, símbolo de nuestra cultura indomeñable.
No era una figura lírica sino épica. No era
aquel cactus representativo de lo poético sino de lo dramático. No era una
imagen de lo dulce ni complaciente sino de lo fuerte, agreste y doloroso.
Cuenta que un día encontró que estaban
mutilando a aquel árbol gigantesco. Le afectó mucho este hecho, como si lo hicieran
con su propio cuerpo y con su propia alma.
Cuenta que esto le causó una profunda
impresión y estuvo todo el tiempo pendiente de cada detalle.
Y permaneció todo el día vagando por los
senderos del recinto sin acordarse de comer ni de todo lo que tenía que hacer.
Cahua, originaria del Perú, a la cual dio su nombre
5. Le atenazó
una angustia
Finalmente, a principios del año 1850,
cuando frisaba los 24 años de edad, pudo embarcarse hacia el Perú partiendo desde
Génova en el bergantín La Industria.
Arribó al Callao seis meses después el 28
de julio del año 1850, estando en el gobierno en aquel momento de la historia
de nuestro país don Ramón Castilla, viviéndose un período de gran estabilidad y
bonanza.
Desde que llegó se olvidó de todo, incluso de
su equipaje que solo lo recogió días después, dedicándose a caminar las calles,
avizorando cada manifestación del paisaje; enamorado, deslumbrado como si
pisara rosas.
Vivía cada detalle y rasgo que se presentaba,
pleno de emoción, la misma que cada día se fue acrecentando fascinación que lo
acompañó en cada momento de su vida hasta morir en San Pedro de Lloc el 26 de
octubre del año 1890, a los 64 años de edad.
Solo le atenazó una angustia: no culminar
su obra sobre “El Perú”, que él proyectó en 20 volúmenes y que solo alcanzó a
publicar apenas el primero
6. Sanguínea
y visceral
¿Cuál es su tema permanente? ¿Cuál su
contenido, su asunto y su obsesión? El Perú, ese es su sueño y su vocación, que
no la descubre al final ni al medio de su vida sino al principio, en su
infancia en donde siente la atracción por nuestra cultura, a la vez realidad
concreta pero también mítica; a la vez natural como mágico.
Pero también porque le da la impresión que
hay aquí un tesoro oculto y por descubrir, un punto que es clave para cambiar o
rediseñar la historia y a fin de que el hombre y la civilización cambien y sean
mejores.
Elección del Perú que era consciente,
lógica y explícita, como también instintiva, sanguínea y visceral. Y fue con
ese aliento que se dedicó a viajar durante veinte años por todos los pueblos y
lugares despoblados, por caminos y lugares unos habitados y otros desérticos,
de nuestro país.
Solo para mencionar un detalle asombroso:
fue el primero después de ser habitado por los Incas que llegó a Machu Picchu,
razón por la cual Hiram Bingham le rinde su homenaje.
7. Hasta los
libros
y muebles
Fueron incontables los descubrimientos de
Raimondi en flora, fauna y mineralogía, siendo sus estudios la clave para el
desarrollo de la geología y la minería del Perú contemporáneo.
Sus aportes en el campo de la arqueología y
antropología son enormes, siendo quien descubrió y la trajo a Lima a la Estela
de Chavín, que a partir de entonces lleva su nombre y que es básica para el
estudio de la cosmovisión andina.
Lamentablemente su obra que él mismo empezó
a editar quedó trunca por la desgracia que significó la invasión de Chile a
nuestro país, en donde se derrumbaron todos sus proyectos, se perdieron la
mayoría de sus materiales recolectados, y se clausuraron los programas que él
venía desarrollando.
Fue en esa circunstancia que se frustrara
la edición completa de su obra y se suspendiera su labor en la Facultad de Medicina
de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en donde venía trabajando, la
misma que fue saqueada y hasta los libros y muebles fueron embarcados rumbo al
país del sur como botín de guerra.
8. En el libro
del destino
Raimondi, refiriéndose a su último viaje al
interior del país, señala:
"Heme aquí, después de infinitos
peligros, llegando sano de cuerpo y espíritu al puerto de salvación. Aquí heme,
por fin, rico de materiales y conocimientos sobre el país, tesoro para mí de
incalculable valor, recogidos puedo decirlo así a costa de mi sangre y de mi
juventud. Actualmente una sola idea me atormenta y es la continua duda de que
no me alcance la vida para dar cima a mi atrevida empresa, ¿cuál es esta?: dar a
conocer el Perú a los peruanos y al mundo".
Su fe en el Perú, su convicción de que hay
un signo providencial reservado para este suelo es grandiosa.
Si bien su obra no alcanzó a ser culminada
su fervor inquebrantable por el Perú es extraordinario, además de su contribución
científica.
Su confianza en los días que vendrán es un
valioso legado moral de parte de quien escribiera esta frase que debe estar
puesta en cada puerta y en cada frente nuestra: "En el libro del destino del Perú, está escrito un porvenir
grandioso".
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Gracias Maestro por compartir tan excelente artículo que da cuenta no solo del gran aporte de Antonio Raimondi, sino de su brillante pluma. Dejo constancia de mi gratitud y admiración permanente hacia su persona
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