Aquello que nos parezca lo más común y
corriente perteneciente al mundo de la naturaleza: observémoslo detenidamente y
descubriremos que es maravilla y portento.
¡Y esto en lo que sea!
Así: ¿hemos visto, acaso, lo hermosas que
son y cómo se distribuyen las ramificaciones de los árboles?
Pero, más mínimamente aún: ¿Las nervaduras
de una simple hoja?
¿Lo bellas que son sus ramas, su orden y su
fuerza? ¡Y su impulso hacia lo alto!
¡Lo bien dispuestas, el orden y hasta la
gracia que tienen!
Y las estrías y los gajos de los tallos de
la más simple hierba. Y la circulación de la savia y su reacción ante la luz.
Y la química de las sustancias que le dan
vida y lo impulsan a que ella crezca.
2.
¿Hemos envuelto en nuestro puño, sin
apretar demasiado, un haz de esas ramas y hemos sentido su humedad?
Y con ella, ¿su latido interior, su palpitación
y sus fortalezas en función y relación a la vida que lo anima?
¿Y la nervadura de las hojas de cada planta
en particular? ¡Y la belleza de la conformación de una flor!
¿La maravilla que es una vaina de arvejas?
¿O un pallar con su lengüeta? Y bien
mirada, ¡una simple lenteja puesta en la palma de nuestra mano!
¡La voz de los árboles es suprema!
Y no solamente lo que nos dice su tronco
sino su copa que el viento mece y arrulla, sino también sus raíces.
¡Y cada una de sus semillas que a veces
caen piadosa y generosamente a tierra!
3.
¿Hemos mirado con reverencia una gota de
agua?
Y no solo cuando es rocío que es su estado
de perla preciosa sin parangón en el universo, sino una gota como parte de un
vaso de agua, o de la lluvia que se derrama en el tejado, o del mar que se
agita con sus olas.
¿Y la maravilla de un ave, de un pez, de
una mariposa y de un gorgojo?
Si lo supiéramos apreciar: ¡qué portento!
¿Hemos sentido de una piedra su textura, su
firmeza y hasta la naturalidad de su peso?
¿La hemos alzado en nuestras manos y
acercado a nuestro pecho?
¡Su intimidad, su voz callada y silenciosa!
¿Hemos escuchado sus secretos?
4.
Sin embargo, el astrofísico y cosmólogo
británico Stephen Hawking, quien ya murió, nos advertía que este mundo, este
nuestro mundo morirá en no menos de mil años.
Todo ello debido a nuestro comportamiento
vil en contra de la naturaleza.
Estas, que a continuación copio, son sus
palabras textuales:
“La humanidad tiene sus días contados y en 1000 años no se podrá vivir
en la Tierra”.
Seamos sensatos para con nuestros hijos.
¡Cambiemos nuestros hábitos! Y eduquemos contra todo egoísmo.
Mientras más amemos la tierra más esperanza
de vida. Mientras más esperanza de vida más vencemos a la muerte.
¡Ah, maravilla de maravillas es la
naturaleza! Por eso, leamos con mayor luminosidad y ahínco las páginas del
libro de la naturaleza.
Los textos
anteriores pueden ser
reproducidos,
publicados y difundidos
citando autor y
fuente
dsanchezlihon@aol.com
danilosanchezlihon@gmail.com
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