José Luis Ayala declara que
la obra que más quiere y con la cual se siente más identificado es Cocolín,
conjunto de poemas que dedica y ofrece a los niños del mundo.
Y yo sé por qué Cocolín,
este libro, es el fruto más apreciado por José Luis. Lo sé porque conozco desde
hace muchos años al autor, con quien nos une una amistad probada a golpe de los
micros que unen nuestras casas.
Probada en las
coincidencias y divergencias que tenemos en nuestras visiones del mundo y de la
vida
Probada en nuestra emoción
del Perú como un país en donde creemos que el sentido, la voz y la esperanza
son de raigambre andina.
Probada en los desengaños y
en los anhelos compartidos, en lo que creemos y no creemos.
De allí que pueda hablar
con conocimiento de causa de por qué José Luis valora tanto, y con justa razón,
a Cocolín.
Lago Titicaca, en Puno
2. Un mundo
mejor
Primero porque es el libro
en el cual su autor se realiza no sólo como poeta, que fundamentalmente lo es,
sino porque plasma y concreta también otras vocaciones, u otras dimensiones
esenciales que lo caracterizan y lo definen, como es el ser maestro de
Educación Primaria, de aquellos que tuvieron que igualarse al campesino en
abrir surcos, aunque esta vez surcos en la sensibilidad y la conciencia del
hombre.
Pero no sólo eso, sino el
de ser bibliotecario encargado de llevar la luz del saber y la paz de los
libros a los niños del altiplano. Pero, además, el de ser un comunicador y un
amante de su pueblo, cautivado por su identidad y su destino, por su dolor,
como por sus esperanzas y sus fiestas. Todas estas vocaciones e inclinaciones
de su personalidad están plasmadas en este libro.
Aunque eso no es todo, también
concreta su temple de guía y conductor, es decir: de padre, que en el caso de
José Luis, lo es de varios que ya son grandes. Y su tremenda y enteriza
inclinación a ser un hombre que anhela un mundo mejor, más justo, más humano.
Este libro le ha dado a él la oportunidad de ser todas estas cosas que
complementan y superan la de ser solamente un excelente poeta.
París, los Campos Elíseos
3. El
arco iris
Pero también es el libro
que José Luis más estima por otras razones; aparte, claro está, de sus méritos
literarios, formales y técnicos; y ellas son las circunstancias en que este
libro fue escrito, que fueron cuando él enfermó gravemente, en 1974, en París,
y tuvo que ser internado durante largos meses en un hospital.
Estar enfermo en París, en
invierno, y ser un aymara o un puneño, es algo muy grave y muy serio. Mirar por
los ventanales de esos edificios vetustos de París, sentirse solo, lejos de la
mujer y de los hijos, a quienes se recuerda y añora es algo que rompe el
corazón; ver el cielo gris, opaco, salado y evocar las lluvias y nubarrones de
junio que aureolan el lago, todos podemos imaginar que ¡eso es algo insufrible
y atroz porque el alma se cae a un pozo del cual después es muy difícil
sacarla!
¿Pero qué hechizo o extraña brujería es ésta de irse a París a pensar en las tejas o en las goteras de las paredes derruidas de nuestra infancia y allí desvelarse por el destino de nuestros pueblos andinos, como para él es Huancané? O para hacer memoria de la luna bogando por el cielo, enredada en los magueyes de nuestra casa aldeana, contemplando la nieve caer lentamente en los campos de maíz o de trigo ¡y el arco iris posarse en el alero de nuestros pueblos sufridos!
Lago Titicaca, en Puno
4. Viene
desde muy
lejos
Pero no fue solamente esta
estadía en el hospital, sino que de allí fue trasladado a los Alpes para hacer
una larga convalecencia en una pequeña localidad francesa llamada Combloux, en
la cual tuvo que soportar la tremenda melancolía de ocupar un piso alto de una
casa de campo en donde, abajo, en el primer nivel, funcionaba un Jardín de Infantes
para niños de una edad en la cual todo es inocencia cuando nosotros ya nos
sentimos culpables de todo.
Y, en esas horas largas de
reposo, tener que escuchar los ruidos de vajilla y de juguetes, los cantos, las
campanas las voces de niños y de maestros, ¡y recordar todo lo que se ha ganado
y se ha perdido en esta vida! ¡Ah, eso es duro de pasar! ¡Es algo tremendo!
Tener todo ese peso de los
recuerdos y la nostalgia de la tierra natal, ubicada a orillas de un lago
increíble, que en la geografía del alma es algo muy hiriente por lo
infinitamente hermoso y feliz que allí se fue pese en verdad a haber sufrido; y
que viene desde muy lejos, es algo que sólo cantando se puede disipar.
El arco iris, como símbolo
5. Tanto
así
Por eso Rainer María Rilke
decía que sostener la belleza, o el abrazo del ángel, era terrible. Este libro
es hijo, hechura y producto de esas horas.
Es decir, éste es un libro
escrito con una cercanía muy fuerte de la lejanía. De la naturaleza, de los
niños y de la vida. Pero también con una lejanía muy cercana y muy honda, más
lacerante y opresora todavía. Cuál es el recuerdo de uno mismo como algo que
apenas si se rescata o se salva; la evocación de las propias imágenes del niño
que uno ha sido, pero ubicadas en un espacio y tiempo tan anterior que uno duda
que hayan existido jamás.
Por eso es que hay detrás,
como música de fondo de este poemario, cierto ritmo de aldea cósmica, se
escuchan las voces de los niños, los arrebatos de las campanas, las voces de
los muertos, pero también la vida de la escuela.
De aquella casa de la cual
a veces racionalmente se despotrica tanto, pero que es un espacio de vida
interior en cada persona que los pasos de la vida lo han llevado muy lejos;
tanto así que debiéramos cuidar mejor su evocación, porque representa mucho en
el mundo que llevamos dentro y con el cual sencillamente morimos.
José Luis Ayala
de redimirlo
Pero también es el libro
chochera de José Luis porque ésta es una obra escrita para Cocolín, que es lo
mismo a decir Jorge Luis el hijo mayor de nuestro amigo, personaje que sin
embargo no conoció estos poemas hasta que fueron publicados cuando él era ya un
hombre mayor, hecho y derecho.
Y aquí en este asunto yo
sorprendo algo terrible que pasa a los seres que tienen más que cosas,
herramientas o materiales en las manos, tienen abierto allí su propio corazón,
expuesto y vulnerable, como lo tiene José Luis Ayala.
Porque, ¿qué desgracia es
ésta, que no leamos los poemas que alguien como nuestro padre ha escrito para
nosotros, y que pudo contener la mano, el soplo o el aliento para ayudarnos a
cruzar lo que teníamos que cruzar: el río, mar u océano que tuvimos qué cruzar?
¿Cuántos viven o han muerto
sin haber leído o conocido los poemas que alguien –hincada el alma, dichosa o
acongojada– ha escrito para él o ella y que pudo ser aquello capaz de redimirlo
en un momento supremo?
Presentando un nuevo libro de José Luis Ayala
7. Tanto
tiempo
callado
Cocolín, el destinatario de
estos poemas, e hijo de José Luis Ayala, no conoció de niño este mensaje,
porque su padre, y he aquí el capricho de que a veces somos juguete quienes
tienen el corazón en la palma de la mano, quería entregarle estos poemas como
libro editado, en letras de imprenta, seguramente con pasta en cartulina
foldcote y refilado de tal modo que los dedos se deslicen suaves por su borde
como por las cuerdas de un violín estupefacto. En el tiempo que tardó en
conseguirlo pasaron muchas cosas. ¡Y muchos años!
El hechizo es que los
poemas aún lo siguen siendo. Pero su destinatario en la vida real ya no es un
niño, sino que ahora es un hombre adulto.
Pensemos brevemente en este
significado: de ¡cómo un libro de poemas tiembla tanto tiempo callado en el
fondo de los cajones de un escritorio! ¡Cómo la voz de un padre –y que es la
voz más conmovida y conmovedora– demora tantos años para llegar hasta el alma
de un niño que es su hijo!
reproducidos,
publicados y difundidos
citando autor y
fuente
dsanchezlihon@aol.com
danilosanchezlihon@gmail.com
¡Qué profundo maestro! ¡Cuánta sensibilidad! Gracias a José Luis Ayala; pero sobretodo, gracias a Usted, por "abrir surcos en nuestros corazones" para hacernos amar lo nuestro y la buena lectura.
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