La bahía de Paracas
está considerada como uno de los nueve lugares más importantes del mundo en
donde se presentan corrientes ascendentes del fondo marino hacia la superficie
que logran fertilizar las aguas a flor de tierra, dando lugar a una riquísima
profusión de peces, de aves marinas, de mamíferos y de reptiles, constituyendo
una expresión única en el planeta, solo comparable a la existente en las Islas
Galápagos también en este océano y en esta región del orbe.
De allí que sea la
Reserva Nacional de Paracas un importante paradero en la ruta migratoria de
aves, peces, reptiles y toda clase de animales. Así, por ejemplo, cuatro
especies de tortugas en vías de extinción habitan a su vera. Así: la tortuga de
dorso de cuero, la tortuga de carey, la tortuga blanca y la tortuga pico de
loro.
2. Clima
benigno
Asimismo, el
panorama de la bahía es extraordinario y compone una auténtica sinfonía de plataformas
calcáreas, roquerías y farallones que conforman su perfil telúrico, que tiene
la forma de un yunque que se estira hacia el mar.
Como si sobresaliera
hacia el Océano Pacífico, cubierto de pastos, totoras y matorrales; así como de
orquídeas, cactáceas y tillándoseos, a cuyos pies las aguas del mar forjan las
joyas pétreas más hermosas y exquisitas que se pudieran imaginar.
Donde la corriente
fría de Humboldt, que recorre nuestro litoral, se aleja a la altura de este
sitio favoreciendo una mayor temperatura en sus aguas y la existencia de un
clima más benigno que en el resto de la franja costera.
Ello hace posible
una gran riqueza ictiológica, conformada por el pez sierra, el pámpano, el pez
martillo, el tollo, el pez guitarra; y en donde se registra también la
presencia del tramboyo, la chita, el mero y el pampanito. Más allá se deslizan
los delfines y tiburones. Y emergen y sumergen con su cola estilizada las orcas
y ballenas.
3. El lobo
marino
Deambulan en su
superficie las aves guaneras, como el piquero, el guanay y el pelícano; y en
los roquedales se solean extasiados el pingüino de Humboldt, la foca verdinegra
y la tortuga de laúd. Entre los guijarros de sus peñolerías se remueven extasiados
el calamar, la almeja y el muymuy. Y alucinados, después de su andar errante,
permanecen atrapados en sus sueños el carretero y el cangrejo violáceo.
En las zonas
rocosas habita el bigotudo, grandulón y apacible lobo marino, cuyo cuerpo está
recubierto por una gruesa piel color pardo amarillento. Él es un hábil y veloz
nadador, pero también un dormilón incorregible, pues descansa día y noche; y
sólo se despierta y despereza cuando la marea le permite dedicarse a la caza de
peces.
Después de un periodo
de gestación de diez meses, las hembras tienen una sola cría, que pronto vence
el temor al agua y ya, a los tres meses, se vale por sí misma. Este simpático
animal ha sido muy perseguido por su gruesa piel y por su grasa, de la que se
extrae 35 litros de aceite por ejemplar. Y porque su caza no demanda mayor
esfuerzo ya que invariablemente se lo encuentra dormido. En Paracas se
identifican dos tipos de lobos marinos: el lobo chusco y el lobo fino; así como
deambulan por sus dunas y páramos dos tipos de zorros, el zorro andino y el zorro
costeño.
4. La
parihuana
En las playas
arenosas viven plácidamente las tímidas y asustadizas parihuanas o flamencos. Son
aves de hermoso plumaje, blanco y rojo, que al levantar vuelo ofrecen un
espectáculo de muy sugestiva belleza, semejando centenares de flores abriéndose
por encima de las aguas marinas.
Sea en el agua o ya
sea en el suelo, adoptan posturas extrañas para dormir, como retorciendo su
largo cuello y doblando su cabeza para esconderla entre sus alas, como también
al sostenerse en una sola pata, recogiendo la otra contra el vientre, nadando
con dificultad, pero mostrándose muy ligeras y airosas en el vuelo.
Ellas inspiraron
el diseño, los colores y el espíritu de la bandera nacional del Perú, cuando
don José de San Martín que desembarcó con la Expedición Libertadora en esta
bahía las contempló en el cielo añil del firmamento y arrobado de ilusión.
Y ello ocurrió
cuando un día, tendido en esta playa, sumido en hondas reflexiones, se quedó
dormido el gran libertador. Y soñó, no con los ojos abiertos sino sumido en su
mundo interior, viendo en su sueño a las parihuanas que revoloteaban afuera,
surcar en vuelo astral hacia el infinito, que le parecía representaban al Perú.
Y allí se le
ocurrió cómo sería nuestra bandera, en la contemplación de esas aves que
representan la utopía. Las soñó surcando el aire en vuelo sideral. Y a partir
de esa visión flamea en nuestros corazones la bandera roja y blanca del Perú.
5. El
cóndor
Las zonas
habitadas por las elegantes parihuanas también son frecuentadas por la gaviota
de cabeza gris y la golondrina real de mar. Las cuevas próximas a las playas
pedregosas de Paracas se convierten asimismo en el escenario en donde sobrevuela
con gran majestuosidad y elegancia el incomparable cóndor.
Luce esta ave
tutelar del Perú un plumaje negro azulado y lustroso, con suaves reflejos de color
acero. Su vuelo es majestuoso y se desliza rasgando el aire en vuelo
horizontal, o bien se deja caer en vertical hacia tierra, o bien es capaz de avanzar
en espirales hasta elevarse a regiones inalcanzables para otras aves.
Sus alas son de
color negro azabache y terminan en un tono grisáceo, orillado de blanco. Una
chalina de suave plumaje blanco cubre su cuello; así como tener una cresta roja
identifica al cóndor macho.
En Punta Arquillo
de la península de Paracas viven y se reproducen los cóndores, pues allí cuentan
con la ideal intensidad de vientos que requieren para elevarse en sus vuelos,
como también para planear en tierra en busca de su presa.
6. Donde se siente
la eternidad
Las mismas áreas
rocosas de la bahía sirven también de nido al halcón peregrino, a la chuita, al
chorlo ártico y a la gaviota gris.
Las orillas de
roca son igualmente el área preferida del chingungo o gato marino. Así como
también del zarcillo, hermoso gaviotín de plumaje oscuro y de largo pico rojo y
de base amarilla.
Por todo eso, la
bahía de Paracas es lugar único en el mundo. Sobre todo, porque es punto de
encuentro universal; comprendiendo en ello tanto los hemisferios norte y sur como
a los meridianos terráqueos; y tanto para la fauna marítima, como para los
animales de tierra, y de aquellos que surcan el aire volando cada uno a su modo
y de acuerdo a su contextura.
Y es que, si uno
mira un mapa, Paracas es una punta situada en el extremo más álgido del Océano
Pacífico. Es como una boya, o un asidero para sostenerse y no rodar a la
infinitud del océano que allí rodea al litoral del Océano Pacífico.
Donde hasta la
misma piedra o mármol quisiera fantasear y ha modelado figuras terrenas, pero
con alma y perfil onírico como si quisieran hablar u orar.
7. Ni el viento
ni el tiempo
Es Paracas un
lugar en donde se ofrece un paisaje sobrenatural, de rocas imperecederas y de
dunas mágicas, por donde cabe imaginar que suelen peregrinar las divinidades,
dioses y semidioses de la mitología andina y cuyo nombre deriva de un viento
igualmente legendario que allí sopla envuelto en una nube de arena, modelando
las dunas a su capricho y manera.
En donde florecieron
una cultura de asombro y prodigio, misteriosa, de fábula y sin par: los Paracas,
quienes trazaron en las arenas de manera imborrable un calendario zoomorfo que
solo se avizora desde lo alto del cielo. Quienes nos dejaron como signo de
interrogación suprema en la falda de una montaña y mirando hacia el mar, un
bajorrelieve en forma de cactus conocido como: "El Candelabro".
Que es un geoglifo de una extensión de 120 metros de alto labrado sobre la roca y que el viento de arena se encarga de ocultarlo y volverlo a mostrar, vestigio de nuestra antigua cultura que ni el viento ni el tiempo han logrado borrar. Lugar sin tiempo, o que reúne todos los tiempos. Por eso, es de inestimable valor. Porque tiene la edad del mar, donde se siente palpitar y hasta suspirar a la eternidad.
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