viernes, 25 de septiembre de 2020

25 de septiembre. Día de la Reserva Nacional de Paracas. / Donde se siente la eternidad.


25 DE SEPTIEMBRE 
DÍA DE LA RESERVA NACIONAL DE PARACAS 

DONDE 
SE SIENTE 
LA ETERNIDAD 

Danilo Sánchez Lihón 





1. Paradero 
en la ruta migratoria

 Uno de los lugares más preciosos y admirables en el Perú es la Reserva Nacional de Paracas, verdadero paraíso en cuanto a paisaje, fauna, flora y cultura y cuyo dominio comprende el mar, el desierto y dos islas legendarias, cuales son: San Gallan e Independencia; situado este vestigio y documento natural y cósmico en el departamento de lca, al sur de Lima, de tres a cuatro horas de recorrido en bus.

La bahía de Paracas está considerada como uno de los nueve lugares más importantes del mundo en donde se presentan corrientes ascendentes del fondo marino hacia la superficie que logran fertilizar las aguas a flor de tierra, dando lugar a una riquísima profusión de peces, de aves marinas, de mamíferos y de reptiles, constituyendo una expresión única en el planeta, solo comparable a la existente en las Islas Galápagos también en este océano y en esta región del orbe.

De allí que sea la Reserva Nacional de Paracas un importante paradero en la ruta migratoria de aves, peces, reptiles y toda clase de animales. Así, por ejemplo, cuatro especies de tortugas en vías de extinción habitan a su vera. Así: la tortuga de dorso de cuero, la tortuga de carey, la tortuga blanca y la tortuga pico de loro.

 


2. Clima

benigno

 

Asimismo, el panorama de la bahía es extraordinario y compone una auténtica sinfonía de plataformas calcáreas, roquerías y farallones que conforman su perfil telúrico, que tiene la forma de un yunque que se estira hacia el mar.

Como si sobresaliera hacia el Océano Pacífico, cubierto de pastos, totoras y matorrales; así como de orquídeas, cactáceas y tillándoseos, a cuyos pies las aguas del mar forjan las joyas pétreas más hermosas y exquisitas que se pudieran imaginar.

Donde la corriente fría de Humboldt, que recorre nuestro litoral, se aleja a la altura de este sitio favoreciendo una mayor temperatura en sus aguas y la existencia de un clima más benigno que en el resto de la franja costera.

Ello hace posible una gran riqueza ictiológica, conformada por el pez sierra, el pámpano, el pez martillo, el tollo, el pez guitarra; y en donde se registra también la presencia del tramboyo, la chita, el mero y el pampanito. Más allá se deslizan los delfines y tiburones. Y emergen y sumergen con su cola estilizada las orcas y ballenas.

 


3. El lobo

marino

 

Deambulan en su superficie las aves guaneras, como el piquero, el guanay y el pelícano; y en los roquedales se solean extasiados el pingüino de Humboldt, la foca verdinegra y la tortuga de laúd. Entre los guijarros de sus peñolerías se remueven extasiados el calamar, la almeja y el muymuy. Y alucinados, después de su andar errante, permanecen atrapados en sus sueños el carretero y el cangrejo violáceo.

En las zonas rocosas habita el bigotudo, grandulón y apacible lobo marino, cuyo cuerpo está recubierto por una gruesa piel color pardo amarillento. Él es un hábil y veloz nadador, pero también un dormilón incorregible, pues descansa día y noche; y sólo se despierta y despereza cuando la marea le permite dedicarse a la caza de peces.

Después de un periodo de gestación de diez meses, las hembras tienen una sola cría, que pronto vence el temor al agua y ya, a los tres meses, se vale por sí misma. Este simpático animal ha sido muy perseguido por su gruesa piel y por su grasa, de la que se extrae 35 litros de aceite por ejemplar. Y porque su caza no demanda mayor esfuerzo ya que invariablemente se lo encuentra dormido. En Paracas se identifican dos tipos de lobos marinos: el lobo chusco y el lobo fino; así como deambulan por sus dunas y páramos dos tipos de zorros, el zorro andino y el zorro costeño.

 


4. La

parihuana

 

En las playas arenosas viven plácidamente las tímidas y asustadizas parihuanas o flamencos. Son aves de hermoso plumaje, blanco y rojo, que al levantar vuelo ofrecen un espectáculo de muy sugestiva belleza, semejando centenares de flores abriéndose por encima de las aguas marinas.

Sea en el agua o ya sea en el suelo, adoptan posturas extrañas para dormir, como retorciendo su largo cuello y doblando su cabeza para esconderla entre sus alas, como también al sostenerse en una sola pata, recogiendo la otra contra el vientre, nadando con dificultad, pero mostrándose muy ligeras y airosas en el vuelo.

Ellas inspiraron el diseño, los colores y el espíritu de la bandera nacional del Perú, cuando don José de San Martín que desembarcó con la Expedición Libertadora en esta bahía las contempló en el cielo añil del firmamento y arrobado de ilusión.

Y ello ocurrió cuando un día, tendido en esta playa, sumido en hondas reflexiones, se quedó dormido el gran libertador. Y soñó, no con los ojos abiertos sino sumido en su mundo interior, viendo en su sueño a las parihuanas que revoloteaban afuera, surcar en vuelo astral hacia el infinito, que le parecía representaban al Perú.

Y allí se le ocurrió cómo sería nuestra bandera, en la contemplación de esas aves que representan la utopía. Las soñó surcando el aire en vuelo sideral. Y a partir de esa visión flamea en nuestros corazones la bandera roja y blanca del Perú.

 


5. El

cóndor

 

Las zonas habitadas por las elegantes parihuanas también son frecuentadas por la gaviota de cabeza gris y la golondrina real de mar. Las cuevas próximas a las playas pedregosas de Paracas se convierten asimismo en el escenario en donde sobrevuela con gran majestuosidad y elegancia el incomparable cóndor.

Luce esta ave tutelar del Perú un plumaje negro azulado y lustroso, con suaves reflejos de color acero. Su vuelo es majestuoso y se desliza rasgando el aire en vuelo horizontal, o bien se deja caer en vertical hacia tierra, o bien es capaz de avanzar en espirales hasta elevarse a regiones inalcanzables para otras aves.

Sus alas son de color negro azabache y terminan en un tono grisáceo, orillado de blanco. Una chalina de suave plumaje blanco cubre su cuello; así como tener una cresta roja identifica al cóndor macho.

En Punta Arquillo de la península de Paracas viven y se reproducen los cóndores, pues allí cuentan con la ideal intensidad de vientos que requieren para elevarse en sus vuelos, como también para planear en tierra en busca de su presa.

 


6. Donde se siente

la eternidad

 

Las mismas áreas rocosas de la bahía sirven también de nido al halcón peregrino, a la chuita, al chorlo ártico y a la gaviota gris.

Las orillas de roca son igualmente el área preferida del chingungo o gato marino. Así como también del zarcillo, hermoso gaviotín de plumaje oscuro y de largo pico rojo y de base amarilla.

Por todo eso, la bahía de Paracas es lugar único en el mundo. Sobre todo, porque es punto de encuentro universal; comprendiendo en ello tanto los hemisferios norte y sur como a los meridianos terráqueos; y tanto para la fauna marítima, como para los animales de tierra, y de aquellos que surcan el aire volando cada uno a su modo y de acuerdo a su contextura.

Y es que, si uno mira un mapa, Paracas es una punta situada en el extremo más álgido del Océano Pacífico. Es como una boya, o un asidero para sostenerse y no rodar a la infinitud del océano que allí rodea al litoral del Océano Pacífico.

Donde hasta la misma piedra o mármol quisiera fantasear y ha modelado figuras terrenas, pero con alma y perfil onírico como si quisieran hablar u orar.

 




7. Ni el viento

ni el tiempo

 

Es Paracas un lugar en donde se ofrece un paisaje sobrenatural, de rocas imperecederas y de dunas mágicas, por donde cabe imaginar que suelen peregrinar las divinidades, dioses y semidioses de la mitología andina y cuyo nombre deriva de un viento igualmente legendario que allí sopla envuelto en una nube de arena, modelando las dunas a su capricho y manera.

En donde florecieron una cultura de asombro y prodigio, misteriosa, de fábula y sin par: los Paracas, quienes trazaron en las arenas de manera imborrable un calendario zoomorfo que solo se avizora desde lo alto del cielo. Quienes nos dejaron como signo de interrogación suprema en la falda de una montaña y mirando hacia el mar, un bajorrelieve en forma de cactus conocido como: "El Candelabro".

Que es un geoglifo de una extensión de 120 metros de alto labrado sobre la roca y que el viento de arena se encarga de ocultarlo y volverlo a mostrar, vestigio de nuestra antigua cultura que ni el viento ni el tiempo han logrado borrar. Lugar sin tiempo, o que reúne todos los tiempos. Por eso, es de inestimable valor. Porque tiene la edad del mar, donde se siente palpitar y hasta suspirar a la eternidad. 

 

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