26 DE SEPTIEMBRE
SEMANA NACIONAL
POR LOS DERECHOS DEL NIÑO
EL NIÑO
Y SU DERECHO
A LA ALEGRÍA
Danilo Sánchez Lihón
PRESENTACIÓN
Cuatro secciones conforman
la
«Convención Internacional
sobre los Derechos de la
niñez»,
adoptada por la Asamblea
General
de la Naciones Unidas
el 20 de noviembre de 1989
y ratificada hasta la fecha
por más de 192 Estados
reconocidos por la ONU,
con la excepción de los
EE.UU.
y
Somalia, abarcando derechos de:
1) supervivencia,
2) crecimiento,
3) protección, y
4) participación.
Agregados a los cuales proponemos
ahora los Derechos a la
Esperanza,
que a su vez se dividen en cuatro
capítulos
ineludibles tratándose de niños:
CUERPO DE PRINCIPIOS
El niño tiene
el derecho universal a la
alegría,
a celebrar
la vida, y mirar cada una
de sus
manifestaciones
con gozo, encanto y
arrobamiento.
A caminar
libremente por las playas y
colinas;
por valles y
desiertos; a sacarle el jugo
y néctar
a los amaneceres.
A que saltemos junto a él.
A correr
a su lado
A reír cuando él ríe
revolcándonos
de risa.
A rodar frente a los
crepúsculos. A
la danza libre
gloriosa en la adoración de
todo lo
creado. A
saludar al sol, la luna y
el arco iris.
A que
sus miradas de luz y
transparentes
sean
respondidas con iguales
miradas,
quizá ya sin
luz, pero eso sí aún transparentes.
2.
Todo niño
tiene derecho a que su
sonrisa
sea
respondida con otra sonrisa;
si
es posible
de oreja a oreja, sobre
todo por
los adultos.
Se impondrán penas severas
y multas
drásticas a toda persona
mayor
que no responda
con la misma devoción,
emoción
y cariño.
Al maestro se le suspenderá
con un día
de trabajo si incurriera en
este
agravio. Y
si un individuo de edad
madura
responde
serio, y peor si es con
regaños,
a la sonrisa
de un niño el caso se
notificará
inmediatamente
al Fiscal de turno en el
distrito,
privándosele de
libertad durante todo un
santo
día. Y
si después se volviera a
incurrir
en lo mismo
se le prohibirá todo
vínculo con
niños.
3.
Los niños
de cualquier estado y
condición,
tienen
todo derecho a mirar la
realidad
con ojos
fascinados, abiertos de
asombro
y admiración.
Ante ello no podemos ser
críticos,
ni descreídos, ni
recelosos, sino asidos a su
vuelo
por el ámbito
de la fantasía; subidos a
la proa
de aquellas
naves, trocados en alas y
viento;
convertidos
en todo lo que viaja y se
eleva.
Siendo
bienvenidas estas tres
gracias:
el trabajo
gozoso, la distinción de
sentirse
hermosos
y la divina locura de amar
y mil
veces más
adorar convencidos e
indivisos
todo lo creado.
4.
Todos los niños tienen
derecho
a subir
a lo más empinado de una
torre
y echar a volar
las campanas. Y a
contemplar
desde arriba
el milagro simple de la
creación.
Que
se abran los lugares más
altos
de los edificios
y desde allí se pueda
avizorar,
imaginar
y emprender el reto de
hacer un
mundo mejor.
Que haya excursiones continuas
a las cimas
de las montañas a fin de quedar
arrobados
ante el vasto panorama
estelar.
Tienen
derecho a conocer un
castillo,
una catarata,
un lago. A mojarse con la
lluvia,
a moldear
la arcilla y navegar en el
mar.
A albergar
un gorrión, un caballo y un
río
en el corazón.
5.
Tienen
derecho a creer en su
familia, en
sus hermanos,
en la caballerosidad de sus
vecinos,
y en el pundonor
de sus autoridades y
gobernantes.
Porque
lo contrario significaría dejar de creer
y eso no solo
es triste sino muy grave.
Gravísimo.
Los mayores
tenemos el deber de luchar
a brazo
partido
porque la realidad no los
desmienta.
A pedir
que las personas de su
alrededor
sonrían
como ellos lo hacen cada
día. Y a
que triunfen
los seres con los cuales
ellos se
identifican.
Pedir el cambio de un
maestro por
no triunfar,
por vestir de opaco, por
hablar de
catástrofes
desgracias y de más calamidades.
6.
Tienen
el derecho a que
fuertemente
se les apoye
en su convicción de que
tienen
los mejores
padres del universo, y a
que esto
verdaderamente
se reconozca así en una
actuación
pública.
Que padre y madre sean
coronados
rey él y
reina ella; y esto una vez
siquiera.
Que su casa
es su casa, y no es casa alquilada
por la inmobiliaria
que quiere desalojarlos.
Que nadie
diga que su país es
feo, ni que está lleno de
ladrones.
Que se repita
mil veces mil, que no hay
nada en
el mundo
más bello, bueno y hermoso
que
el lugar
donde él ha nacido y donde él
vive.
Y esto
por una razón muy simple,
porque
es cierto,
porque no hay verdad más
prístina
en esta.
Los niños
tienen derecho a reconocer
y valorar
que sus brazos antes fueron
ágiles y
poderosas alas. Y con ellos
han de volar
por el mundo, en su proeza
de ser
amplios, dadivosos y vastos.
Que
sus manos, en el intento de
elevarse y
crear pueden y van a romper
esquemas,
hendir, trizar y descomponer
modelos como
demoler armatostes caducos.
Que
las manos son para inventar
y construir
mundos nuevos que releven
los arcaicos.
Que los brazos son hechos
para cobijar
y
proteger lo que está débil.
Que manos
brazos y pulso perfeccionan
las alas que
guarecidas quedan y están
para cuando
sea menester abrirlas, a fin
de dar
pábulo y asidero a nuevos
sueños.
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