domingo, 27 de septiembre de 2020

27 de septiembre. Día Mundial del Turismo. / Turismo hacia adentro.


27 DE SEPTIEMBRE 
DÍA MUNDIAL DEL TURISMO 

TURISMO 
HACIA 
ADENTRO 

Danilo Sánchez Lihón 



Lima y parte de la Costa Verde


1. Para 
mi sorpresa

 

El bus nos había recogido a varios pasajeros del Hotel Palladium en la playa de Leblón y ya corría veloz por la ensenada de Copacabana.

Mientras se tambaleaba en la curva de Ipanema, ayudé a sostener su maletín a una bella señora que iba de pie en el pasadizo.

Así como yo, fuertemente cogido del arnés que pende desde lo alto, a esa hora temprana.

Los asientos ya estaban ocupados desde antes por personas al parecer norteamericanas de avanzada edad.

– ¡Adonde viaja usted? –Me pregunta.

– De regreso a Lima, soy peruano. –Digo­–. Y usted. –Correspondo en preguntarle.

– Soy del Brasil. Viajo a Nueva York. –Dice con un rictus no precisamente de entusiasmo. Y luego, para mi sorpresa la escucho pronunciar, como si hablara consigo misma:

– ¡Qué bella es Lima!

 

Río de Janeiro


2. Azul

turquesa

 

– ¿Conoce usted Lima? –Indago con curiosidad.

– Solo una vez estuve en Lima, y por breves días. Quiero regresar y dedicarle mucho más tiempo en conocer la ciudad.

– Y qué lugares de Lima recuerda.

– ¡Ah! Barranco y la Costa Verde. ¡Hermosísimo! ¡Qué maravilla! Esto ni se compara con lo que ustedes tienen. 

Me deja helado, porque cada detalle de Río de Janeiro a mí me deja con la boca abierta, tanto que no encuentro lugar más hermoso en el mundo que este.

Más sorprendente todavía porque justo en este momento atravesamos la Praia Urca, en Botafogo, rumbo al Aeropuerto Internacional de Galeao.

Teniendo el Pan de Azúcar a nuestra derecha y el Cristo de Corcovado a nuestra izquierda.

Y al frente envuelta en la neblina, como un caramillo de plata, la isla de Icaraí, con el golfo sembrado de yates sobre al azul turquesa del mar.

 

En Río de Janeiro


3. Sumergida

en rememorar

 

– La nuestras son playas, lo de ustedes son portentos, milagros. ¡Esa parte de La Herradura y el Salto del Fraile, qué prodigio! –Me dice extrayéndome de mi arrobamiento de lo que quiero mirar por última vez.

– ¿Así? –Me admiro de escucharla, sin poder ocultar más mi asombro. Además, porque toda la apariencia de esta señora, además de distinguida, es de conocer mucho el mundo.

– Y qué detalle de la Costa Verde le parece el más admirable?

– ¡Los acantilados!, tan bellos, de naturaleza casi salvaje, rudos y tiernos a la vez, con el mar infinito a sus pies, lleno de grandeza. Y la greca de encaje blanco que hacen las olas.

Y se sumerge en la evocación esta bella señora, sin querer ver la belleza de las edificaciones de la bahía de Flamenco, por donde pasamos ahora, con el verde de las montañas en lontananza, sumergida como está en rememorar el distrito de Barranco y la Costa Verde de Lima, en el Perú.

 

La Costa Verde, de Lima


4. Extasiado

continente

 

Lo primero que hice al llegar a Lima fue ciertamente hacer un recorrido por la Costa Verde. Y lo hice la orilla marina de los distritos de Miraflores, Barranco y Chorrillos, recordando que este cruzarse ahora de pistas al pie de los roquedales es terreno ganado al mar gracias a las obras de ingeniería que diseñó el ingeniero Ernesto Aramburú Menchaca.

Todo esto despertado por la curiosidad, a partir de aquel viaje que realicé a Brasil el año 1979. Y que cada vez que he vuelto después a Río de Janeiro, rememoro con cariño, sobre todo al pasear de noche por sus playas, llenas de gentío, y de los ambulantes que venden sobre todo piedras preciosas.

Entre vocingleros vendedores apostados en las anchas veredas que hay al lado de los carriles y a la vera del Océano Atlántico espejeante, rielado de luces y tomando el rico café brasileño de quienes pasan con sus rojos tanques a la espalda, sus mangueras y vasos espumeantes.

Circunstancias en que allí, no dejo de recordar a esas horas al litoral del Pacífico de la señorial capital del Perú, al otro lado de nuestro extasiado continente.

 

La Costa Verde, de Lima


5. Sus luces

titilantes

 

Pero, regresando al recorrido que hiciera por nuestra Costa Verde, luego de aquel encuentro que he referido, tenía razón, ¡qué belleza en toda nuestra bahía!

Mucho más entrañable, misteriosa y señorial. Mucho más oculta, secreta y recóndita, tal como es Lima.

Con el enigma de un océano inconmensurable a nuestros pies, en el cual este borde es para avizorar la noche y lo inabarcable que se cierne hacia allá, y la luz y calor hacia acá, y en el fondo de nuestros corazones.

Con los farallones inhiestos ante un mar pasmado que se extiende al frente sin encontrar más vida que esta salvo hasta millones de kilómetros allende y ya en la Oceanía. Con una neblina y línea dispareja en el horizonte hacia donde se extiende el más allá incomprensible, indescifrable y, por último, insondable.

Que es lo mismo a tener la presencia de una eternidad al frente de las casas que lucen sus luces titilantes y detrás de ellas la vida cotidiana.

 

El mar en la Costa Verde


6. Lo que somos

y tenemos

 

Eso es, ¡esta vida cotidiana que al hablar del turismo nunca la sabremos apreciar y valorar convenientemente y que solo cuando la perdemos y nos hace falta la solemos reclamar y llorar a gritos porque se resarza!

Desde entonces y fascinado cada vez que escucho contar maravillas de afuera miro a mi alrededor, dándome cuenta en todo lo que quisiera apreciar, no solo cuando ya no lo tenga y me haga falta.

Como recorro mi país, reconociendo sus características genuinas y especiales, casi siempre prodigiosas. Su topografía y relieves, siempre con mirada curiosa, arrobada y hasta de asombro.

Reconociendo y con plena adhesión a lo que somos: un país singular, mítico y de fábula, que fascina a personas de otras latitudes que saben apreciar; valorando, como ellos valoran, a los pueblos de nuestro interior, quienes nos desmienten aquellas nociones descalificadoras que casi siempre solemos impetrarnos nosotros mismos en relación a lo que somos y tenemos.

 

Ciudad de Lima


7. Valorando

lo nuestro

 

Porque aquella valoración también me ha tocado la experiencia constatar otro plano o nivel de igual o mayor significado.

Cual es que en diversas asambleas en las cuales he participado y cuando se trataba de decidir en qué país llevar a cabo la próxima reunión de la organización, si en la lista estaba el Perú, he visto la enorme predilección de los asambleístas por elegir al Perú.

Concluyo así que debemos conocer y apreciar nuestras ciudades con ojos amorosos, y no a las miradas culpables, viscerales y acomplejadas que tenemos acerca de nuestra realidad.

Y cambiar la noción de que turismo es irnos lejos, visitar lugares exóticos, y mientras más lejos sean mejor. Que es también, y creo que primero, más bien visitar nuestros propios pueblos, caminar por nuestras propias calles y plazas, las más cercanas, fascinados de tenerlas y cuidarlas, con el turismo interno, el turismo hacia adentro y valorando lo nuestro.

 

 

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