lunes, 28 de septiembre de 2020

28 de septiembre. Creación de la Escuela de Bellas Artes de Lima. / Agustín Rojas, el pintor.


28 DE SEPTIEMBRE 
CREACIÓN DE LA ESCUELA DE BELLAS ARTES DE LIMA 

AGUSTÍN 
ROJAS, 
EL PINTOR 

Danilo Sánchez Lihón 





1. ¿Qué 
hacer? 

Desde tiempos lejanos de Santiago de Chuco se decía: “Tierra de poetas”. ¿Por qué? Por la predisposición a ligar y juntar la palabra al paisaje que en este lugar es bello y espléndido e inspira a ser buenos, agradecidos y a celebrar la vida como a toda la creación.

Sin embargo, tuvo que nacer César Vallejo para que el Congreso de la República oficializara este reconocimiento, emitiendo el Decreto Ley 30176 del 3 de abril del año 2014, que declara a Santiago de Chuco Capital de la Poesía del Perú.

Pero, así como es “Tierra de poetas” lo es también “Tierra de pintores”, y de egregios artistas plásticos, y por la misma razón a la cual aludíamos antes. Así como lo es de insignes médicos y abogados, ¡y de grandes guerreros!

Quizá con igual justificación sería “Tierra de pintores”, puesto que en ella la esplendidez de la naturaleza, la luz del sol y el luminoso cielo azul da lugar a una inmensa prodigalidad y profundidad de colores.

Y es tan honda esta impresión que produce una sensibilidad muy grande y especial por todo lo que es contemplación del paisaje y el anhelo de dejar retratado en el lienzo todo este prodigio.

Uno de esos pintores es Agustín Rojas Torres quien nació en Santiago de Chuco y estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Lima.

 


2. Callejas

retorcidas

 

La pintura de Agustín Rojas va más allá de la descripción del paisaje para introducirse en un estado de alma, para lo cual le vale el dominio de la luz y la sombra, plano en donde se define un verdadero pintor.

Recrea en sus lienzos con singular maestría la vida, la gente y la historia de un pueblo de los andes del Perú de donde él es natural, sin que a veces aparezca en sus cuadros nada más que unos árboles, las piedras, la acequia, los tejados. ¿Cómo entonces explicar esas sensaciones?

¡No sabemos! Pero basta mirar para adivinar las actitudes de las personas que allí habitan, que están detrás, al lado, o debajo; aunque no sean visibles ni aparezcan, que allí viven y hasta pareciera que sintonizamos con los pensamientos de quienes duermen o reposan entre esas callejas retorcidas.

Este cielo anubarrado y el sol en las paredes que plasma Agustín Rojas lo emparenta con lo mejor de la pintura de inspiración andina, con los artistas candorosos de nuestra tierra con quienes está hermanado no solo porque comparten inquietudes sino porque coinciden en una conjunción feliz de arte, compromiso y sabiduría.

 


3. Un mar

movible

 

En el estuco de estas paredes y bajo la sombra de estas techumbres que Agustín Rojas Torres evoca en sus cuadros recostó su frente César Vallejo.

Y no solo cuando dormía. Sino cuando tuvo que contestar a la pareja de policías que se le acercaron a interrogarle por sus generales de ley, mientras él se arrebujaba en una banca en París ya hacia la madrugada:

– ¿De dónde es usted?

Y él respondió con total naturalidad:

– De Santiago de Chuco, señor.

Pero no solo cuando dormía deambulaba por esta tierra que Agustín Rojas colorea, sino más aún cuando estaba despierto o cuando al morir desandó sus pasos y hubo de regresar hasta aquí, en la memoria de su lar nativo.

Pero, lo más conmovedor que pinta son los tejados, tal y cómo yo los sentí de niño siempre: como un mar movible de olas de tierra roja que se alejan y se acercan.

 


4. Más

candor

 

Vivía Agustín Rojas Torres en la calle Fermín Tangüis, en la Urbanización Ingeniería del distrito de San Martín de Porres, en Lima.

En los últimos años de su vida le era difícil dibujar por el temblor de sus manos, pero ideó formas y técnicas de cómo seguir moviendo los pinceles y su arte adquirió mayor vigor, fuerza y contundencia.

Ahondó en pintar escenas de su tierra natal y de su gente originaria, como si los recuerdos empezaran a pesar mucho y fueran prevalecientes en su alma. Evocaba más cada detalle como si le ganara la nostalgia y le atrajesen más sus días de infancia.

Y su arte adquiría más candor y transparencia. Pintaba flores, escenas del campo, pero sobre todo techumbres, tejados, paredes oblongas, balcones titubeantes.

Pintó varios cuadros con escenas de mis cuentos. Hizo las carátulas de varios libros míos, como para la primera edición de “La piedra bruja”, “Camino de Santiago” y “Mi tierra clavada en el alma”.

A fines del mes de septiembre del año 2010, hace exactamente diez años, recibí el aviso de que se estaba muriendo.

 


5. Inmenso

cariño

 

El siguiente fue el correo de su sobrina Elsa Portella, en verdad hija suya porque a ella él la crio, la protegió y orientó en la vida y a quien educó junto con una parvada de niños que eran hermanitos suyos que habían quedado huérfanos de madre, y quien me decía en su nota:

Danilo: Hoy me conmovió lo que has escrito sobre ese gran hombre que es Ricardo Ríos, y de pronto lo relacioné con la vida de mi tío Agustín Rojas Torres, quien hoy se encuentra postrado en la cama de un hospital, sufriendo los efectos de una dolorosa enfermedad. Tú, ¡sigue en la tarea de resaltar las virtudes y cualidades de quienes lo merecen! Y ojalá escribas algo sobre mi adorado tío.

¡Cómo no! Escribí ciertamente. Y el siguiente fue el correo que hizo circular mi hermano Jaime, desde Pennsylvania, donde vive:

Hace 15 días el pintor Agustín Rojas está postrado en un hospital, sin ninguna posibilidad de cura. Los médicos han dado por terminada toda posibilidad de recuperación. Espero que esta noticia nos haga pensar qué podríamos hacer. Son muchas las personas de mi generación que pasamos días agradables en su acogedora casa, en donde fuimos recibidos por él con inmenso cariño.

 


Pintura de carátula, Agustín Rojas


6. Las joyas

más preciadas

 

Dos días después que se cursaron estas notas él murió, a fines de septiembre del año 2010, un día como lo es ahora, fecha de aniversario también de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Lima en donde él estudió. Y donde fuera alumno predilecto del maestro José Sabogal, junto a una pléyade insigne de grandes pintores como Camilo Blas, Julia Codesido, Teresa Carvallo y Vinatea Reinoso.

Han pasado diez años y no dejemos que siga muriendo de ingratitud hacia él. Como dejamos morir sus paisanos a César Vallejo. Nos duele ahora tanto y sin remedio que él muriera lejos, pobre, en el abandono material, sin ver publicada su obra, olvidado por la cultura. Hagamos algo, no importa qué: clamar, indignarnos, enternecernos, ¡en fin! Pero mucho más y mejor sería hacer realidad la Pinacoteca de Pintores en Santiago de Chuco, que reúna, conserve y promueva la obra de nuestros artistas desperdigados por el mundo, para bien de la niñez, la juventud y los hombres del mañana.

Algunas de estas líneas que ahora transcribo las escribí para el catálogo de la exposición que él presentara el año 1986 en la Galería 715 de la Av. Benavides, un día apoteósico al cual no fui, como siempre. El pintó después varios cuadros con escenas de mis cuentos que sirvieron como carátulas de algunos libros que he publicado, pinturas que valoro entre las joyas más preciadas.

 


7. Que otros niños

nazcan

 

Por eso, que en una fecha como hoy, que toda la azulería de los horizontes y amaneceres que él pintara doblen sus rodillas.

Que paletas y pinceles, que caballetes y bastidores doblen sus frentes y enmudezcan. Que el rojo de las tejas deje caer sus lágrimas furtivas.

Que los colores de las flores: carmesíes, fuccias, azafranes, jaldes o anaranjadas empalidezcan heridos en el rubor de sus sienes o mejillas.

Que el amarillo de las espigas que él como nadie supiera de su dulzor, desahoguen sus suspiros.

Que el añil del cielo de Santiago de Chuco se nuble y con toda razón si quiere llorar que llore. Y que se alivie lloviendo de tristeza, de pesar y de amanecida.

Que las nubes blancas de candor, que él hiciera bogar por el cielo de su tierra natal, se enluten. 

Y que a fin de brotar otra vez blancas urdan a que otros niños nazcan con pinceles y colores de belleza infinita en el alma, como es y lo será siempre Agustín Rojas Torres.

 


Todas las pinturas son de 
Agustín Rojas Torres

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