El Perú no es
que limita al oeste con el Océano Pacífico, porque es nuestro, por lo menos
hasta las 200 millas marítimas y, como tal, ya está dentro de nuestro
territorio. Debiendo corregir esa aseveración para decir que limitamos por el
oeste con el infinito, lo mismo que es decir que no tenemos límites ya que
nuestro mar más bien es una puerta abierta para trazar y recorrer en él, a
través de él y con él miles de caminos, abiertos al universo plano, redondo,
vertical u horizontal.
Así como
hacia lo alto somos igualmente ilimitados, o estamos al borde del cielo, de la
atmósfera, que debemos cuidar a fin de que nada la contamine, como en esta
dimensión somos vecinos también con las estrellas y galaxias que hemos de
contemplarlas para encontrar la paz, el sosiego y la armonía que necesitan
nuestras vidas.
Y hacia el
subsuelo, ¿tenemos límites o fronteras? Tampoco hay linderos, y esto hemos de
reconocerlo para imbuirnos y actuar con responsabilidad, creando conciencia,
cuidando y preservando lo que hay al fondo de donde pisamos, puesto que dentro existe
una geografía maravillosa y estupefacta, con ríos, lagos, grandes y estupendas
montañas cada parte con tesoros y riquezas escondidos.
2.
Pero
volviendo al mar, es esta nuestra Cuarta Región Natural, y tenemos una quinta,
una sexta y una séptima, sin olvidarnos de la Antártida en donde tenemos la
Estación Experimental Machu Picchu. Pero en el mar tenemos la reserva
estratégica más caudalosa para el desarrollo sostenido del futuro de nuestro
país, considerando además que somos uno de los principales países productores
de pescado en el mundo y el que tiene la mayor biodiversidad hidrobiológica del
planeta en este y otros ámbitos.
Y es así
porque tenemos el privilegio de contar frente a nuestras costas con dos
corrientes de aguas que producen una prodigiosa riqueza ictiológica, como son de
un lado la Corriente Peruana de Humboldt que nos viene del sur, compuesta de
aguas frías y que carga con una masa de alimentos denominada plancton. Y
tenemos también a nuestro frente la Corriente del Niño, de aguas calientes, que
desciende del norte, y que justo frente a nuestras costas se desvían ambas hacia
altamar en el Océano Pacífico.
Así, en
nuestro mar viven más de 730 especies de peces, 820 tipos de moluscos, 400
tipos de crustáceos, innumerable variedad de quelonios o tortugas, cetáceos
tales como ballenas y cachalotes; y millones de toneladas métricas de biomasa
de anchoveta.
3.
Los estudios
antropológicos acerca de las culturas andinas demuestran que la pesca, tanto o
mucho más que la agricultura, constituyeron fuente de sustento del poblador
andino, quien supo reconocer en el mar una deidad pródiga en dones para la
vida. Así, María Rostoworowski en su libro: Recursos naturales renovables y
pesca, nos dice:
El mar fue fundamental para el desarrollo costeño
desde las primeras expresiones culturales yungas, que basan sus modos de
subsistencia casi exclusivamente en la recolección de moluscos, de algas y
pesca fácil desde la orilla, y en lagunas cercanas al océano.
Las más
comunes especies representativas de nuestra fauna marina que se consumen hasta
hoy día son: anchoveta, cojinova, mero, corvina, lisa, pintadilla, chita,
cabrilla, bonito, atún, perico, lenguado, etc., que los comemos en ricos
potajes de la también reputada mundialmente “Cocina peruana”.
También
tienen importancia vital las aves guaneras, cuyos residuos son utilizados como
fertilizantes en la agricultura.
En general
hay que reconocer como un regalo que aquí en nuestro planeta haya agua, como no
lo hay en otros cuerpos celestes y estrellas.
Y que lo haya
en variedad de formas, recursos y elementos, en ríos, lagunas y arroyuelos, en
la lluvia y en la nieve. Y en los mares copiosos y estupefactos, constituyendo
gracia y maravilla de la creación.
Nuestros
ancestros consideraron al mar como una divinidad, por los atributos que nos
prodiga, haciendo posible así la vida y el bienestar social.
Valoremos
nuestro mar conociéndolo, defendiéndolo y no contaminándolo. Y enamorándonos de
su vastedad, de la línea de su horizonte que se esboza en lontananza.
Y porque en
esencia, ¿qué son los mares? Son nuestra primera cuna, pues allí hemos nacido y
de allí provenimos. Y son inmensas preguntas, misterio, y enigmas.
Y cuando el
sol riela sus rayos a nuestros pies son también el camino de promesa y
esperanza en un mañana mejor
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