Francisco Izquierdo Ríos es
cúspide de la literatura infantil auténtica, entrañable y raigal del Perú. Una
de las grandes cumbres, atalayas y montañas mayores de la palabra hecha naturaleza,
devoción y ternura, como cabe serlo cuando nos dirigimos a los niños; y no
artificio, distracción ni malabarismo verbal. Él dice:
En la punta de débil hierba
he visto temblar el rocío.
En un cristal tan pequeño
caben el sol, el cielo y el río.
Eso es vida, mundo,
sabiduría. Por eso, hay que leerlo más en las aulas de clases y en las casas,
por eso hay que recrear sus cuentos y poemas las escuelas, representar sus
obras en los proscenios. Hay que realzar su mensaje desafiante de adhesión a la
vida, de fe inquebrantable en el Perú, y admirar más su alma fragorosa, en los
escenarios espontáneos de nuestras salas, patios y corredores.
Hay muchos aspectos que
destacar, relievar y comprometerse a seguir en la experiencia creadora y en el
ideario de la vida y obra de este autor amazónico. Pero quisiera poner hincapié
en un aspecto de su actitud ante la vida, un detalle aparentemente nimio frente
a otros grandes significados que él alienta, sostiene y representa.
Francisco Izquierdo Ríos
2. Siempre
hondos
¿Cuál es dicha faceta al
parecer minúscula, pero a la vez significativa y hasta grandiosa? ¡Claro! Quizá
menor en comparación a otros temas realmente magnos y de gran repercusión, y
que en su obra están presentes y contenidos, como por ejemplo son banderas y
pendones tremolantes que él erige y sostiene enhiesto, su fidelidad a lo
amazónico y nativo.
Como otro estandarte también es
su defensa del folclore, de la justicia social, de la escuela en vínculo con la
cultura. Y particularmente su adhesión y militancia con una literatura infantil
y juvenil no como deliquio sino como conciencia y compromiso heroico con los
seres humanos y los pueblos más indefensos.
Pero, el rasgo al cual quería
referirme de un modo especial y que es casi una curiosidad, fascinación y
rareza que él asume, resalta y ostenta es su rol, desempeño y habilidad como
traductor de toda clase de pájaros.
Y esta fue la primera
impresión que yo tuve de este autor, cuando mi padre un día lo invitó a comer a
nuestra casa, en ocasión en que él visitó por primera vez Santiago de Chuco, mi
pueblo. Y sentado en la mesa de comer dejó dedicado con tinta azul líquida el
libro Cuentos del tío Doroteo.
Y este es el rasgo que yo
inmediatamente noté al abrir y leer el libro, y al cual me refiero con rubor,
cual es que él supo desentrañar el lenguaje de los pájaros. Todo aquello que
ellos hablan o expresan en su gorjeo él lo transcribe en lenguaje humano,
porque la suya es una literatura poblada del canto de las aves, o más
precisamente de su habla, porque en su obra ellos conversan sobre temas casi
siempre hondos de la vida y del destino en general, y de ellos mismos en
particular:
3. La soledad
de dos
Y es inevitable. Ave que ve
inmediatamente atrae su atención, la observa y la sigue comedido, exaltado y devoto.
No solo por lo muy cantores o habladores que fueran, sino hasta por sus
carencias, sus inhibiciones y hasta sus silencios y menoscabos. Así se expresa,
y traduce lo que se dice:
En las noches oscuras o en las noches de
luna fluye de lo más hondo de la selva peruana un triste canto en quechua:
Ayamamaaaaaaaaaaannnnnnnnn...
Huishchurhuarcaaaaaaaaaaaaaaa...
(Nuestra madre ha muerto.
Y nos ha abandonado).
¡Qué estremecedor me resultó
leer esto de niño! Y recuerdo que corrí ahí mismo a abrazar a mi madre. Y prosigue:
Se cuenta que muchos viajeros, al oírlo
desde las chozas de la soledad de los caminos, no pueden soportar tanta
amargura y dan media vuelta hacia sus hogares, con las primeras luces del día.
Son dos pajarillos que así cantan, y que
antes fueron niños, según la leyenda... Y hasta hoy nadie ha podido verlos.
¿Y no es, acaso, más
conmovedor que sean dos hermanitos? Esto de niño me hacía llorar, porque eran
dos. Tanto que a veces creo que la soledad de dos, incluso adultos, es más
desgarradora que la de uno solo. Pero, en este caso eran de dos hermanitos pájaros,
y tiernos. ¡Qué atroz!
4. Dice su canción
y duerme
Por si acaso, este rasgo o aspecto
de la obra de Francisco Izquierdo Ríos es muy distinto a poner en boca de los
animales lo que pensamos y queremos decir los hombres, como ocurre en las
fábulas en donde parlotea el gato, el asno, los zorros y todo ser animado o
inanimado que se encuentre, porque incluso se hacen hablar a las cosas.
En la literatura del autor
que comentamos el asunto es otro: cual es que el sonido del canturreo de los
pájaros dice algo que él traduce, principalmente en correspondencia a la
fonética de los idiomas originarios. Imagínense: en el texto anterior es el
quechua. Y entonces hay que ser un sabio en varios idiomas para saber lo que esos
animales dicen.
Yo lo adivino a don Francisco
con el oído puesto en las copas de los árboles, en lo alto de los ficus,
nogales y palmeras; o en los viejos tejados de las casas donde se posan las
aves, interpretando él lo que dicen, donde casi siempre sus sonidos tienen un
mensaje incluso ciudadano y hasta social y político, como este:
¡Mañana voy a hacer mi casa! ¡Mañana sin
falta hago mi casa!; pero cuando llega el día o pasa la lluvia, el Cacho olvida
su promesa, y se duerme en cualquier parte. La hembra pone igualmente sus
huevos en cualquier parte, dentro de la arena, de la hojarasca, de un pajal,
debajo de una piedra, de un tronco caído, y los abandona a su suerte.
Pájaro bohemio, el Cacho en las noches
por los campos vaga y durante el día duerme. Es un tuno.
Los otros pájaros le desprecian:
«¡Haragán!», le dicen. Y «¡Dormilón!». Pero él se ríe de los que así lo
consideran. Vaga, dice su canción y duerme.
Aparte de ese nombre criollo,
duro y feo, felizmente este personaje tiene otro nombre en lengua nativa, cuál
es el de sihuín. Así el mismo escribe:
5. No acaba
de techar
Los silbidos angustiosos de los
shihuines cruzan la noche como hondazos por todas partes.
– ¡Holgazanes! –Exclama don Belisho ante
el canto de esos pájaros. Ahora que hace frío se acuerdan de construir su casa.
Mañana van a dormir todo el día...
– Así es –recalca don Orencio–. Solo
cuando llueve y hace frío se acuerdan de fabricar su nido, los muy quellas...
«¡Mañana voy a hacer mi casa!» gritan los tunantes, pero apenas raya la bella
aurora se olvidan su promesa....
– Para ellos todo es mañana y nunca
llega ese mañana.
– Sí, pues, taita Belisario. Lo correcto
sería que, sin estar avisando, calladitos se pusieran a hacer sus nidos. Pero
los condenados gritan mundo lleno y después no hacen nada...
– Muchos hombres, taita Orencio son como
los shihuines. Prometen una cosa y no la cumplen. Aquí, en Jimbi, hay hombres
que hasta ahora no tienen ni casa...
– Así es. Fabián Capa, por ejemplo;
hasta ahora no acaba de techar su casa; hace tiempo que se encuentra en esa
condición y ya se va a caer. Solo cuando llueve se lamenta él también...
– Ese Fabián es igualito al shihuín
holgazán...
Francisco Izquierdo Ríos
6. Pueblos
con raíz
Francisco Izquierdo Ríos era
un enamorado y contemplador furtivo y, a la vez, convicto y confeso de toda ave
que se posaran en un árbol, en un alero o en una ventana. Suspendía todo
quehacer y tarea por muy importante que fuera cuando oía que un pajarillo
desgranaba su melodía, sea a cualquier hora del día. Dejaba su sillón, y lo más
importante que estuviera haciendo con tal de prestarle la debida atención a la
avecilla, escuchando con los ojos muy abiertos y con la cabeza inclinada, interpretando
lo que anunciaran. Incluso se atrevía a suponer lo que decía su aleteo.
Él era vigilante oidor de
pájaros, intérprete de sus trinos, decodificador de sus lenguajes, cronista de
sus aventuras, notario de sus tinos y desatinos; escribiente de sus reclamos,
anotador de sus conversaciones. Vocero de sus lamentos, anunciador de sus
promesas y representante consular y diplomático de ellos en esta tierra
estremecida. Era políglota de sus diversos idiomas, traductor de sus textos,
testigo de sus espíritus, de sus dramas, tragedias y desvelos.
– Dios ha muerto, Dios ha muerto.
– ¡Qué pena!, ¡Qué pena!
Otros pájaros dicen:
– ¡Quién mató a Dios!
– ¡Quién mató a Dios!
¡Imagínense! Captar este
vínculo del mundo de la naturaleza con lo divino y místico, con la presencia de
Dios en nuestras vidas. ¡Es el colmo! ¿No es, acaso, un hecho sorprendente por
su profundidad y hermosura? Y que en su obra se da como algo sencillo, natural,
y transparente. Como fenómeno de los pueblos con raíz, lastre y profundidad, ¡cómo
es el nuestro!
El libro de mi autoría
7. ¿Dónde
está Dios?
Porque hay que tener hondura
y vastedad para recoger e interpretar el canto de los pájaros. Y hay que ser
pueblos que ofrezcan el soporte de su sabiduría ancestral para textos como
estos:
«En los valles de la Cordillera Oriental del
Perú, viven unos pájaros que hablan. Andan en pareja: macho y hembra. Y cantan,
generalmente, por las tardes.
– ¡Jesucristo murió...! –dice el macho.
– ¡Sí señor, en la Cruz! ¡Sí señor, en
la Cruz! –le responde la hembra.
Así, al menos, lo interpretan los
campesinos, convencidos de que «las cosas de Dios» deben saberlas todos los
seres de la Naturaleza»
¿No es increíble que los
temas y asuntos del ámbito de lo sagrado estén en los minúsculos picos de las
aves, y si es así en la boca mínima de caracoles, mariposas y libélulas?
Hay otras aves, llamadas
liclics, a las cuales se les teme como aves de mal agüero, por ser misteriosas,
pues se esconden tras la niebla. He aquí lo que ellas hacen:
«Por la particularidad que tienen de
alzar la cabeza hacia el firmamento, las gentes dicen que señalan el lugar
donde se halla Dios. Los niños que, ya en sus andanzas vagabundas, ya cuando
van a las chacras o a cortar leña, encuentran estas aves, les preguntan como si
fuesen personas y con toda seriedad:
«Liclics, ¿dónde está Dios?»
Y los liclics alzan, graciosamente, las
cabezas al firmamento.»
Hay
que tener el alma transida y haber nacido con designio para saber todo esto,
que es sagrado.
reproducidos, publicados y difundidos
citando autor y fuente
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