domingo, 6 de septiembre de 2020

6 de septiembre. Semana de la Educación Vial. / El niño que se perdió.

6 DE SEPTIEMBRE 
SEMANA DE LA EDUCACIÓN VIAL 

EL NIÑO 
QUE 
SE PERDIÓ 

Danilo Sánchez Lihón 



Dibujo de Julio Granados para este cuento


1. Mensaje 
recibido

 

– Pierda cuidado, señor, lo encontraremos a su hijo. Vamos a buscar inmediatamente por todos los contornos y la zona. ¿Pero díganos, cómo es su hijito?

– Es chiquito, señor. Gordito, de ojos redondos, despeinado, de grandes cachetes, que viste una camisa roja a cuadros ya gastada, y un pantaloncito que se le cae, señor. ¡Por favor, encuéntrenlo!

– Lo encontraremos pronto. Hasta ahora nunca se nos ha perdido un niño. –Repite el capitán. Y llama por la radio:

– Patrulleros, unidades motorizadas de toda la zona. ¡Atención! ¡Urgente! Un niño: chiquito, gordito, de ojos redondos, despeinado, de grandes cachetes, que viste una camisa roja a cuadros ya gastada, y un pantaloncito que se le cae, ... ha salido de su casa y sus padres están desesperados. Hay que encontrarlo pronto. ¡Apresúrense! Esperamos respuesta. Cambio.

– ¡Atención! ¡Atención! Mensaje recibido. Movilizaremos las unidades de inmediato, capitán.

Hablan los policías desde sus aparatos.

 


2. Revisen

todo

 

– Pronto le tendremos con nosotros, señor, tenga calma, relájense.

Dicen sonrientes los policías.

Encienden sus autos, otros sus motocicletas y parten veloces, haciendo sonar sus sirenas.

Y dejando que fulguren sus luces intermitentes: amarillas, rojas, verdes y azules.

Al cabo de un rato los policías regresan con rostros desencajados.

– ¡Nada! ¡No lo encontramos!

– ¡Por Dios, señor!

– ¡Queremos inspeccionar la casa, señor, señora, si nos permiten!

– ¡Adelante! ¡Pasen amigos! ¡Revisen todo, por favor!

¡Nada! Es como si se lo hubiera tragado la tierra. Llega otra patrulla en sus motocicletas:

– ¡Nada!

 


3. Entran y salen

de sus puertas

 

– Ya hemos recorrido y peinado toda la zona, capitán. Y no hay rastros de él por ningún lado.

– Aquí tampoco. ¡Es rarísimo! Acabamos de revisar toda la casa. Y no está.

– Hay que avisar a la radio y a la televisión.

– Sí, de inmediato.

Marcan el teléfono y dan lectura al parte respectivo. Se interrumpe la programación de la televisión. La locutora anuncia:

– ¡Aviso!, ¡Aviso de servicio público! Se ha perdido un niño de tres añitos: chiquito, gordito, de ojos redondos, despeinado, de grandes cachetes, que viste una camisa roja a cuadros ya gastada, y un pantaloncito que se le cae, ... ¡Si alguien lo ubica den aviso a los teléfonos 393-5196 o al 99773-9575! O bien llamen a esta emisora. ¡Como comprenderán, sus padres están desesperados!

Pero nada. Hasta los vecinos entran y salen de sus puertas y por sus ventanas registrando cada palmo de suelo. Nadie encuentra a Fredy.

 


4. Y llega

la oscuridad

 

Avisan entonces al helicóptero que día y noche da vueltas prestando servicio encima de la ciudad.

El piloto baja hasta rozar las copas de los árboles y los techos de las casas vecinas, observando a través de unos potentes larga vistas.

Van mirando metro a metro, por las calles y plazas adyacentes buscando al niñito chiquito, gordito, de ojos redondos, despeinado, de grandes cachetes, que viste una camiseta roja ya gastada, y un pantaloncito que se le cae, ...

¡Nada! ¡Es increíble! Ya las sombras, al principio tenues de la tarde, se hacen más densas en el horizonte y se avecina la noche.

Y llega la oscuridad.

Y entonces avisan a los barcos para que con sus potentes luces y sus catalejos de aumento enfoquen el malecón y avisen si ven a un niño chiquito, gordito, de ojos redondos, despeinado, de grandes cachetes, que viste una camiseta roja ya gastada, y un pantaloncito que se le cae, ...

 


5. ¿Dónde

está?

 

La mamá llora desconsolada. Y las tías Carmen y Miguelina que se han reunido en la casa le dan ánimo diciéndole:

– No te desesperes, Elvira. Ya aparecerá. El ejército ha salido a las calles.

Los soldados lo buscan por todos los rincones. Todos los canales de televisión y las emisoras radiales están pidiendo que toda la población lo busque hasta encontrarlo. Se ha paralizado el tráfico en las calles y avenidas.

– Ya aparecerá. ¡Es lógico!

– ¡Dónde está mi hijo! ¡Quiero ver a mi hijo! ¡Dios mío! ¡Devuélvemelo con vida! –Suplica dando chillidos.

– ¡Cálmate, por favor!

– ¡Hijito de mi alma! ¡Hijito de mi vida! ¡Hijo de mis entrañas! ¿Dónde estás? –Repite llorando a gritos la madre.

– Te prepararé un mate de panisara, para los nervios. –Le dice la tía Carmen.

Y entonces se pone a buscar el frasco de azúcar para endulzar el agua de la taza que ha servido.

 


6. ¡Mi

hijo!

 

– Pero, ¿dónde guardas el azúcar? –Pregunta ya impaciente, abriendo y rebuscando los cajones.

Y al abrir la puerta inferior de la alacena y mirar hacia adentro descubre a Fredy, acurrucado, doblado en dos por la cintura y completamente dormido.

– ¡Elvira! –Grita.

– ¡Elvira! –Vuelve a gritar–. ¡Mira! ¡Aquí está tu hijo!

Fredy se ha quedado inerme dentro del mueble, envuelto como un ovillo.

Está abrazado al azucarero que ha dejado completamente vacío, embadurnada la cara hasta las orejas de azúcar.

Pero eso sí, con un rostro feliz de haber comido a sus anchas y a su antojo, hasta dejar limpio el recipiente.

– ¡Mi hijo! –Se abalanza la madre–. ¡Hijito!

– ¡Mira a tu hijo! –Le dice la tía Carmen al papá–. ¡Qué bien duerme este mozo!

 

El autor del relato


7. ¡Felizmente

apareció!

 

Ya lo tiene alzado la madre en sus brazos llenándole de besos y caricias, que por nada del mundo despiertan al pequeño.

Han ido y lo han acostado, durmiendo a pierna suelta en su cama, abrazado aún al frasco de azúcar que lo tiene bien sujetado.

Entonces han salido y avisado a la policía, que inmediatamente ha avisado al helicóptero que da vueltas sobre la ciudad; que ha avisado a los barcos que han apagado sus reflectores; que han avisado al ejército que rastrea en las calles; que ha avisado a los coches, camiones y autobuses paralizados en las avenidas; que han avisado a los satélites; que han avisado a la radio; que han avisado a la televisión, de donde han lanzaron la noticia al mundo entero:

– ¡Flash! ¡Flash! ¡Flash! El niñito chiquito, gordito, de ojos redondos, despeinado, de grandes cachetes, que viste una camisa roja a cuadros ya gastada, y un pantaloncito que se le cae, ... y que se había perdido, ¡felizmente apareció! Estaba dormido en la alacena de la cocina de su casa después de comerse un pocillo lleno de azúcar. En estos momentos duerme, sin peligro alguno. ¡Y tan feliz que por nada del mundo quiere despertar!

 

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