En los ojos de
Malú Otero, quien es del Brasil pero que ama entrañablemente al Perú, así como
Monteiro Lobato, el célebre autor de “Las travesuras de Naricita”, que todos
hemos leído en la infancia y quien anheló en el alma venir a vivir aquí, y radicar
en el Cusco e “incarse”, según lo expresó alguna vez, y a fin de: “escribir
mi mejor libro...”; y como lo explicitó también del siguiente modo:
“... me voy al Perú. Esto aquí, de la misma forma que ahí,
no tiene profundidad. –Escribe
desde Buenos Aires en carta citada por Edgar Cavalheiro–. Son dos países que comenzaron con la llegada del europeo. Pero el Perú
ya tenía mil metros de profundidad cuando el europeo llegó. De modo que allá
existe una superposición de civilizaciones y razas –cosa mucho más interesante
que este inmigracionismo de aquí y de ahí.
Siento que, en
Malú Otero también baten las alas ilusorias de los mismos sueños y arden en
ella como en Monteiro Lobato las fogatas de los ritos con que se han conjurado
malos tiempos y se han convocado a los tiempos nuevos y propicios. Y que
surgen, se elevan y expanden desde nuestros apus; como de las canteras de roca,
nieve y ríos insondables de que estamos hechos los seres andinos.
Monteiro Lobato
2. Quedarse
hechizada
En cuyos versos,
como en su alma, resplandecen los fulgores con que los dioses de estas
cordilleras han sido reconocidos como tales y entronizados en sus altares,
hornacinas y tabernáculos. Y es que de tanto visitar lugares sagrados de
nuestro país, ella misma ya ha sido reconocida e identificada en su condición
de sacerdotisa de los templos en apariencia derrumbados. Y de los senderos por
donde los dioses han pasado calmos a veces, pero más delirantes y obsesionados.
Malú está
hechizada. Se levantan en torno suyo las candelas milenarias de lo que aquí tiene
carácter divino; y en su alma que trasparenta sus versos ahora se refugian los
enigmas, los conjuros, los adagios; y hablan o callan los oráculos.
De allí que
deambule entre los bosques y senderos de nuestros pueblos originarios y
ancestrales. En el Perú de Nazca, del Señor de Sipán, de Choquequirao, de Machu
Picchu, y de Catequil en Santiago de Chuco, donde es la ñusta, la palla, y la
colla madre, tocada por el numen, la gracia y la égida de lo que es sagrado y,
como tal, inapelable.
Pero Malú Otero
reúne varios otros carismas que la tornan soplo sorprendente: cuál es que ella viene
del hondo, mágico y sensual Brasil y ha recorrido el mundo por uno y otro atajo
y sendero y confín para recién quedarse hechizada aquí. Por eso, entonces, ¿quién
es? Y, ¿qué signo lleva detrás de la frente?
3. Se vuelve
a nacer
Así: Ha vivido
varios años en la trémula Salamanca de la Península Ibérica, y su extracción es
del más refinado academicismo dedicado a desentrañar los códigos lingüísticos. Pero
después de este transcurrir en aquellos dédalos, en donde muchos se quedan para
siempre atrapados y perdidos, ella siente y descubre que el mundo andino es lo
que le pertenece.
Por eso estos
libros que va publicando como si fueran cábalas, talismanes y exorcismos;
primero: “Nosotros, nudos y lazos”, y ahora: “Cóndor en libertad”.
A quien le ha
bastado conocer el aliento petrificado del ande mítico, ensalmado y hierático,
de dioses mimetizados en roca o piedra, para que haya sido tocada y saber que
ella es también quien late al fondo de estos peñascos y de la misma mole de
piedra; al fondo de los vientos y tempestades, de las cumbres y abismos; y de
las aguas que pese a ser cristalinas al despeñarse en cascadas desde las
alturas de vértigo resultan indescifrables.
Aun así, siente
que aquí ha nacido. Y es así, porque el mundo andino es mundo inocente,
prístino, matinal, y de alborada. Y aquí es cierto que se vuelve a nacer. Y es
que Malú Otero siempre va a la raíz de fenómenos, acontecimientos y de nuestras
vidas y existencias. Ella va a las fuentes desde donde se borbota, renace y se
permanece sin agotarse.
Malú Otero, presente en el Capulí
4. La flor
por dentro
Y entonces
siendo así ya tenemos perfilado el tema de su libro “Cóndor en libertad”, cuál
es el mundo andino por un lado y, por otro, la libertad, con lo cual este deja
de ser un tema y se convierte, como todo lo excelso, en un enigma y en una
consigna. Y es porque Malú siente la vibración que muy pocos sienten de lo
sagrado en las piedras y en nuestras vidas; en los atajos de los senderos, en
las hojas de los árboles y en el aire impalpable que nos roza y rodea.
Siente lo que es
utopía, y de ella palpa su aleteo y su respiración agitada; en el cóndor y el
colibrí como símbolos en su poesía. Y que sintetizan lo que es el Perú. Y el
Perú es precisamente eso: utopía y país sagrado. Es rito y oblación, y con ello
temblor, hálito de creación y visión redentora; que lo sabe o lo presiente
quién ya es sacerdotisa de esta morada.
Malú así está hechizada
por la magia del Perú milenario. Siente y sufre de nuestro país mítico su épica
y su lírica transfiguradas en su poesía en los símbolos del cóndor y del
colibrí. Siente y sufre su pasado legendario, su presente abierto como llaga y
arde en la incandescencia de su futuro arrebolado y sugestivo como es toda
utopía. Y siente su drama, el Perú de pasmo y estupor entre tanta maravilla
como puede ser el vuelo libre del cóndor hacia lo vasto del cosmos, y el vuelo
del colibrí hacia el centro y la esencia de la flor que somos por dentro.
Malú Otero leyendo su poesía en Corongo
5. Mundo
primigenio
Del colibrí
asombrado y estupefacto en milenaria vibración petrificada en las pampas de
Nazca, que ella misma jugando con el lenguaje convierte el imperativo Nazca en
el infinitivo nacer, resultando de todo ello frases, exorcismos y conjuros para
hacer o evitar que se desencadene algo.
Y todo ello por
una cualidad en el alma de Malú, cuál es la de arriesgarse a horadar en los
misterios, como lo hace toda sacerdotisa. Y por ser sincera y candorosa consigo
misma. Por venir abierta y con el corazón en la mano, que es la primera
expresión que se pronuncia o se escribe al abrir y entrar a este río, mar o
libro. Y también por tener en el alma poesía, que es la clave y el lenguaje que
hablan los dioses, ¡siendo ese el secreto! Estar con el alma llena y borbotante
de poesía, que es una actitud frente a la vida. ¡A esta y a las otras vidas que
se esconden tras las piedras!
Cóndor en
libertad es mundo andino en libertad: andes, rocas, ríos tumultuosos, espigas,
nieves eternas. Es Santiago de Chuco, Tierra de Vallejo que subyuga, conmueve y
enamora, como ella aquí lo dice. Y a la cual siempre viene y regresa, lo cual
constituye una gran responsabilidad como pueblo que así sea y para quienes
moran allí. Mundo primigenio, inaccesible, no manchado ni contaminado por nada,
Y es por eso pueblo cóndor en libertad.
Sao Paulo en Brasil
6. Plata
lunar
Pero además es
este un libro familiar, íntimo y de origen. Es el baile, es la danza, es el
tam, tam, tam, de la fiesta sagrada. Es la comunión con la naturaleza, con la
luna, con la lluvia, con el viento, con el sol. También es la comunión con la noche,
la oscuridad y sus fantasmas. Es el baile ritual que sana, que invoca, que nos
hace tener visiones, que nos hace amar y perdurar.
Es la justicia
que se impone o se esfuma. Es el sufrimiento de los males enseñoreados ahora sobre
la faz de la tierra, donde el cóndor es libre y en soledad. Aunque vaya en
compañía. Es el pífano, la tinya y el tambor, indispensables en todo rito
mágico.
Es el mítico
Perú. Es la historia legendaria. Es el llamado de la tierra, la voz telúrica.
Libro que se titula Cóndor en libertad, pero además y subyacentemente es
colibrí aleteando escondido.
En donde, así
como se le rinde pleitesía al cóndor se le rinde culto al colibrí; a la libélula
en crisálida y a la flor en capullo y en botón. Que al mismo tiempo que endecha
es canto ceremonial, hecho de plata lunar, que es hebra con que se tejen y se
urden los mitos, y hecho de brillo solar con que nos despertamos hacia esta
realidad.
El autor de este artículo, en Río de Janeiro
7. La hoja
de coca
En donde ser
libres es la riqueza más pura, es la voz del oráculo que a la vez es clamor y
es consigna, en las alas del cóndor y en las iridiscencias del colibrí.
Pero Malú Otero
con su poesía también se aproxima e ingresa a lo pueblerino y a lo popular y
con ello la fórmula se hace total, porque une, se enlaza y se compromete en la
forja de un mundo con justicia social.
Y, es más: se
identifica con quien está en desventaja y en desigualdad.
Y si no es así,
entonces, ¿para qué se escribe poesía? Porque ella se hace también para
identificarse con las causas nobles de la vida, y una de ellas, y quizá la más
importante, es comprometerse con la justicia social. Para que todo testimonio
de vida sea verdadero.
Y siendo así la
poesía de Malú se tornó entonces en arco iris, cuál es la bandera de nuestros
pueblos nativos y originarios. Y siendo así ya es flecha, lanza y es venablo.
Además de ser cóndor y colibrí es azagaya que se arroja. Y con ello rosa en el
alma donde se pose.
– ¡Jampuy!
¡Jampuy! ¡Jampuy! –Saludan los sacerdotes levantando la hoja de coca y
dejándola caer sobre el libro “Cóndor en libertad”, de Malú Otero, la
sacerdotisa.
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