¿Quién, digo yo,
que haya amado, nacido en el Perú y que conozca un poco de poesía, no ha
recitado los versos del poema El viento del olvido?
¿Quién con voz
transida, en las horas en que el amor parecía aletear sus alas de oro y ceniza
sobre nuestras pobres almas y frentes estupefactas; quién, no ha susurrado
estremecido aquellos versos que dicen:
Como a todas las muchachas del mundo,
también a Ella
tejiéronla con sus sueños
los hombres que la amaban.
Y yo la amaba.
Pudo ser para otros un rostro
que el Viento del Olvido
borra a cada instante
Pudo ser,
pero yo la
amaba.
Aún ahora, y
temblando, yo pronuncio todavía de memoria ese poema. O lo grito si estoy solo
por los caminos. O lo murmuro, mirando la noche estrellada desde la ventana de
un ómnibus que corre destartalado por los desiertos sin nombre. O, cuando pende
el amanecer ya en el ómnibus que horada el flanco de algún abismo de nuestra
serranía, vuelvo a decir lentamente esos versos.
Homenaje en la Casa Museo Mariátegui
2. Nuestro
destino
O cuando nos
lleva y nos trae, ese o cualquier otro vehículo, tratando de encontrar la hebra
de nuestro destino por algún sendero sabiendo que seguimos en el extravío.
Suelo repetir
esos versos inconscientemente, despierto o dormido, lúcido o desvelado en el
balcón de una casa habitada o vacía. Vacía porque así yo esté en ella la siento
abandonada.
O desde la
ventana de un hotel, a la cual me asomo en una ciudad a la que recién he
llegado. O en la cual es el último día que permaneceré, con el alma expectante
y el corazón estrujado y hecho astillas.
Ciudad a la cual
llegan y de la cual parten, por idénticos o disímiles caminos por donde yo
ando, los buenos y malos amores. Y sus consecuentes recuerdos. Y las
circunstancias que se agolpan como galgos enfurecidos en el alma. Y prosigue así
el poema que habíamos empezado:
Yo veía las cosas más sencillas
volverse misteriosas
cuando Ella las tocaba.
Las estrellas de la noche,
¡Ella las
sembraba!
Manuel Scorza
3. Ah,
si tus ojos
Es el poema que
en las horas supremas nos escuchan decir nuestros más íntimos amigos. Y ellos
lo saben.
O bien alguna
muchacha sorprendida que nos mira y piensa sin decirlo que al expresar ese
poema estamos resumiendo nuestra vida.
Sabiendo que
luego de esas cadencias no nos atreveríamos a añadir ninguna otra palabra,
aceptando que en esos vocablos y en sus inflexiones está dicho todo nuestro
destino.
Y mucho más,
como cuando expresa:
Los días de esmeralda,
los pájaros tranquilos,
los rocíos azules,
¡Ella los creaba!
Yo me emocionaba
con solo verla pisar la hierba.
¡Ah, si tus ojos me miraran todavía
esta noche no tendría tanta noche!
Esta noche la
lluvia caería sin mojarme.
Primer homenaje cuando el suscrito dirigía el Centro Cultural Encinas
4. Pero
más aún
Quien compuso
éste y otros poemas es Manuel Scorza, quien nació el 9 de septiembre de 1928,
en la Maternidad de Lima.
En ese hospital
de caridad ya desaparecido, donde las parturientas se hacinaban hasta el
horror. Se las enfilaba dos o tres en una misma cama con sus dolores desgarradores,
como lo evocaría él mismo muchos años después.
Niño aún, su
familia se trasladó a Acoria, un distrito de Huancavelica, lugar que era y es
estación del tren, donde vivió más de cerca la pobreza.
Donde asumió el
dolor de la gente llegando a consustanciarse con ese pueblo, tanto que le
consagró su vida y llegó a adoptar a dicho lugar como su propia tierra, de allí
que muchos consignen como su tierra de origen a Huancavelica.
Que lo fue por
esa adhesión inclaudicable que es el centro de su poesía y narrativa. Adhesión a
la serranía y a la condición del hombre explotado, al ser humano de la patria
herida, el de la tierra enajenada.
5. Declaraciones
de amor
Pero más aún, es
el espacio donde él sobre todo forja una esperanza y un compromiso que cargaría
en sus hombros y acunaría en sus brazos para siempre.
Muchos han
celebrado que Manuel Scorza dejara de escribir poesía para dedicarse a
construir las formidables obras narrativas que integran la pentalogía de “La
guerra silenciosa”, y que son:
Redoble por Rancas (1970), Historia de Garabombo el invisible
(1972), El jinete insomne (1977), Cantar de Agapito Robles (1977), La tumba del relámpago (1979).
Yo, sin dejar de
admirar su rica novelística, siempre he lamentado que no terminara de escribir
su saga de poemas sobre la gesta túpacamarista.
Y que no fuera
el poeta universal que estaba llamado a ser, sintetizando el vitalismo de
Neruda y el vuelo intelectivo de Octavio Paz de un solo plumazo. Y ser el Nobel
de Literatura que con justeza hubiera ganado desde la poesía.
qué?
En general,
considero que sus poemas, como sus novelas, son declaraciones de amor,
fulgurantes, apasionadas e intensas. Plenas de arrebato y exaltación, como
movidas por fuerzas contundentes que se desatan o precipitan en raptos,
torrentes y cascadas.
Sin embargo,
pese a esta fuerza, ímpetu y exaltación que se hace palpable en su poesía y
novelística, Manuel Scorza es un poeta marginado en el Perú, sin mayor
presencia en los medios de comunicación ni en las academias.
Sin artículos ni
mayores estudios críticos que se hagan sobre él, salvo las tesis de grado, que
son rigurosas pero escondidas, únicamente para consulta de especialistas.
Quien no
aparece, ¡caso raro y sorprendente!, en las antologías de poesía contemporánea,
y cuya obra no se comenta en los medios de prensa. ¿Por qué?
Entre otros
motivos porque el tema central de la poesía y la narrativa de Manuel Scorza es
la patria, hecho que no conviene a las trasnacionales que quieren un mercado
único y globalizado.
Con el libro de mi autoría
7. Abriendo
un atajo
Y que eso se
sepa y se haga motivo de acción y de lucha no conviene al sistema imperante, al
status quo y al orden establecido.
Eso de ninguna
manera debe ni siquiera saberse, tampoco mencionarse; ni mucho menos ser tema
de análisis y ni siquiera de comentario. A partir de allí se cierne un silencio
ominoso sobre Manuel Scorza.
Y la patria es
su pasión de siempre, asunto que no lo olvida y que es como una cruz que lo
coge de frente, de perfil y por la espalda. Y lo es el ser humano explotado.
Y, sobre todo lo
que tenemos qué hacer para corregir los males que se han enseñoreado sobre el
mundo, que nos atenazan y nos impiden desarrollar como personas y como
sociedades.
Y al mencionar
este tema abrimos un atajo que nos lleva a saltos a César Vallejo, al
romanticismo literario, al romancero español, a los cantos homéricos,
recordando a Ulises en la búsqueda del camino de regreso a Ítaca, a los
rapsodas bíblicos y, en general, a la literatura universal de todos los
tiempos.
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