sábado, 10 de octubre de 2020

10 de octubre. Piedra de honda plomada. / La esperanza es el mundo andino.


10 DE OCTUBRE 
PIEDRA DE HONDA PLOMADA 

LA ESPERANZA 
ES EL MUNDO 
ANDINO 

Danilo Sánchez Lihón 




1. Tallar 
y forjar

 Luis E. Valcárcel fue el anunciador de una tempestad en los andes, que podría graficarse como una invasión, un arrasamiento del mundo andino en una especie de descuelgue de piedra y lodo desde la sierra hacia la costa, y el cerco y allanamiento de las ciudades capitales del litoral, especialmente de la gloriosa, estupefacta y ensimismada ciudad de Lima.

Pero aquella avalancha andina, que algunos estuvieron tentados de identificarla como una revolución violenta, se la puede concebir ahora como un despertar cultural, como un camino de liberación que se inicia a partir del ámbito de la sensibilidad, atraviesa por los pajonales de la conciencia social y se hace cruzada redentora.

Y no como una corriente devastadora como se la concebía antes, de avasallamiento de huestes rebeldes en lo político, militar o económico; ni como fuerzas destructoras en lo material. Ya no como una revolución violenta sino como una toma de conciencia y una actitud militante a favor del bien común. ¿Cómo entonces orientar un magisterio, una prédica y una acción concreta en este campo, en donde el centro y la esencia es el mundo andino y su campo de acción es la cultura?

 


2. Conectar

con esa fuente

 

El hombre andino concibe que nace de la energía y regresa a la energía de la tierra. Y hay en él una ley afirmativa, cual es la solidaridad. Y hay tiempo de acción y tiempo de espera; porque hay en la visión del mundo andino el tiempo del acto y del reposo.

Para apuntalar esa espera un factor de especial significado es nuestra adhesión al aspecto de la cultura. El hombre andino valora todo lo que es cultural. Conectemos entonces con esa fuente. Pero, ¿cómo hacerlo?

Así, por ejemplo, el mundo andino es tierra musical, tierra de artistas, tierra de sentimientos y emociones acrisoladas en el ritmo y el compás. Es eso lo que vibra en él.

El nativo de tierra adentro, ¡cómo sigue siendo candoroso! Cómo conservan su inocencia porque es esta una cultura esencial y gloriosa.

La sabiduría de la gente sencilla es la ternura, la compasión, la solidaridad.

 


3. Somos

herederos

 

La cultura en verdad es fundamental para solucionar los problemas pendientes en el desarrollo de nuestro país.

Porque en la medida que seamos un pueblo con niveles más avanzados de educación, y asunción de valores, seremos una comunidad más protegida.

Y, sobre todo, con actitudes más dispuestas para acceder a la ciencia y a la tecnología para la solución de nuestros problemas.

Y capaces de utilizar el inmenso potencial físico y biológico existente en nuestro medio. Y la cultura de la verdad que no miente, que todo lo sincera y transparenta.

Asimismo, la cultura es útil en la historia para desarrollar autoestima, a fin de fortalecer nuestro espíritu, y tener aplomo, firmeza y orgullo de lo que somos.

Mucho más si somos herederos de aquellas grandes culturas que florecieron en nuestro suelo.

 


4. Autenticidad

y fuerza

 

¿Por qué entonces no ser genuinos y geniales haciendo desde el interior, desde el fondo y desde la entraña de nuestros pueblos la ciencia, el arte y la organización social que nos merecemos, verdadera, humana y transformadora verdad?

¡O verdades convenientes para nuestra dignidad de seres humanos! ¿Por qué no ser audaces entonces en la construcción de los Andenes Nuevos para el desarrollo de nuestros pueblos y comunidades?

Porque más que dinero y tecnologías lo que marca la calidad y trascendencia es la autenticidad y la fuerza de nuestras convicciones, pasiones y utopías.

Y es en el mundo andino en donde yo encuentro los contenidos esenciales de cómo vivir. Solo para mencionar uno de ellos: la actitud inocente y candorosa, opuesta radical y dialéctica a un monstruo como es la corrupción, por ejemplo.

Inocencia indudablemente menospreciada, denigrada y vilipendiada ahora por los medios de comunicación, y por la tendencia a la infamia tan de moda en el modelo neoliberal.

 


5. Promesa

vigente

 

Para hacer frente a lo cual construyamos desde abajo, desde el fondo y desde el centro, desde la raíz y desde el tuétano; desde el temblor original sin escabullir nada.

Porque esta es tierra sagrada. Construyamos aquí espacios dichosos, sin violencia, sin impaciencia, sin desesperar, como también sin dobleces o dobles intenciones.

La espera del mundo andino en una espera moral. Si se ha sabido esperar, entonces se ha sabido resistir lo más amargo, a fin de no explotar en el instante, sino alcanzando a ser eternidad, sin desesperar.

La solución a nuestros retos ha de ser entonces una expresión a la medida de nuestra cultura ancestral y del dolor padecido, que aquí es y ha sido inmenso.

Y de la utopía que aquí está viva como un mundo acrisolado y que solo una cultura como la nuestra pudo hacerla tangible, vigente y lanzada como promesa hacia nuestro porvenir.

 


6. Utopía

andina

 

Hay una imagen que me gusta apreciarla, cuál es la del viento que limpia, que sana y que purifica. Y que además bate las espigas, las ondula, las serena y no las quiebra ni dispersa.

Es el viento la imagen que elegimos dentro de esta perspectiva de tallar y forjar la utopía andina. No la tempestad que nos preconizaba Luis E. Valcárcel.

Porque el viento nos relaciona también al cóndor, con su fuerza y su energía que podría ser el símbolo de esa integración, y de esa especie de expansión o vibración hacia lo alto y hacia lo vasto.

Es el vuelo del cóndor el símbolo que dejó perfilado el hombre andino, en donde se resumen algunas cualidades que podría tener esta opción de nuestro destino.

Y, por ahora, de nuestro trabajo cultural en el presente y el futuro, a fin de apuntalar en la consecución y concreción de aquella utopía andina de la solidaridad humana.

 


7. Viento

que canta

 

Mucho más podríamos decir del cóndor en relación a su vuelo, a su mirada, y a su capacidad de abarcar mundos diversos.

Pero todo ello con una armonía y un temperamento de vida en común y en el marco de esa especie de haber insumido el dolor más hondo y haberlo decantado y redimido.

Y haberlo vuelto sabiduría, fraternidad y solidaridad humanas que es el legado más preciado que tenemos hacia la vida y hacia el mundo.

Y volviendo al viento, que seamos por ahora viento que limpia, que sana y que redime. Viento que canta una canción nueva meciendo el follaje de los árboles. Y en las faldas maternales de la mujer andina.

Viento que todo lo vuelve transparente, lo aclara y purifica. Que renueva la vida, que hace henchirse los pulmones y corazones. Hondo viento que nos llena de coraje, de pasión y alegría. El viento que se alza desde la danza, y que está en el vuelo de tu pollera niña mía del alma.

 

Fotos 1, 2, 3 y 7

Jaime Sánchez Lihón


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