Los
amigos del poeta le decían a ella la chola, porque se unió en cuerpo y alma al
cholo César Vallejo.
Quien,
siendo aún adolescente aprendió a bailar la marinera solo por complacerlo a él.
Y lo bailaba precioso.
Fue
una persona que dejó o traspasó mundo tras mundo por seguirlo en su camino. Y lo
siguió por los senderos de este planeta por donde él anduviera herido.
Y
lo siguió por todos aquellos otros confines que luego de la muerte posiblemente
existen o pudieran algún día existir, como es probable que lo haya o hubiera cuando
en verdad se ama tanto.
Para
encarar ello dejó su alma infantil, su provincia, su candor, su fortuna, su
país, su paz y finalmente su vida.
Y
se convirtió en la peregrina, en la rabona, en la montonera. Se hizo la
miliciana del alba ríspida, lacónica, austera, pero en el fondo del alma
eternamente enamorada de aquél que le diera sentido a su existencia, como lo
reconoció un día.
Rafael Alberti, Georgette y César Vallejo en Madrid
2. Caminaron
mucho
juntos
Desde
que lo conociera tenía para regir su vida, de manera ineludible, la voz del
océano, de la montaña, del trueno y del relámpago cual él era.
Porque
en eso se convirtió Vallejo para ella, en espacio estelar y en voz que abre
senderos; en razón de ser y en dirección a tener para esta y otras vidas.
Por
eso, de lo que no se desprendió ella jamás era de su mano para que lo condujera
por los caminos, cogida a ella sumisamente.
Tampoco
quiso dejar de escuchar su palabra, su voz, y siguió hablando y conversando con
él siempre.
No
quiso apartarse de su manera de ser, como de su reflexión al punto de llegar a
pensar y actuar como él, y a discutir solitariamente entre dos, si era
necesario hacerlo.
Y
tal como lo expresó: Lo único que le faltaba para vivir plenamente a su lado
“eran sus pasos”.
Y
es que caminaron mucho juntos. Su estilo era ir cogidos de la mano, entrañables
ambos y amorosos frente al mundo arisco y despiadado.
César y Georgette en Moscú. Pintura: Izquierdo
3. Un compás
absoluto
Deambularon
juntos por Berlín, Leningrado, Moscú, Praga, Viena, Budapest, Venecia,
Florencia, Roma, Pisa, Génova, Niza.
Y
después por muchos caminos y lugares de España adonde fue luego que fuera
expulsado del país que a ella le pertenecía.
Pero,
¿por cuántos otros caminos que no figuran en los mapas ni en los trazos
terrenales que hacen los caminos no habrán ido juntos vivos y muertos?
Y
es que eran dos seres que encontraron un compás absoluto en el caminar, se los
nota en la foto transitando con Rafael Alberti en una calle de Madrid.
¿Cómo
se los ve? Íntegros, absolutos, mitad y mitad, las dos alas de un mismo
corazón. Las dos aspas de una misma nave o de un ave única.
Acoplados
en las huellas de sus pisadas en el aire que los envuelve, en el alzarse y
volar del abrigo de ella. Coincidentes con la calle, los horizontes y lo que
hay adentro. ¡Y con el viento! Hechos uno para el otro. Ella muy bella y muy
mujer. Él muy masculino, muy señor y varón.
Ella:
encantadora, una gacela y una flor de lis, un emblema del imperio. Hermosa,
elegante, espigada. Sumida en una especie de encantamiento, muy en su aureola y
en su mundo, parisina como era.
Georgette mostrando el anillo que usaba Vallejo
4. Con una punta
de
pañuelo blanco
Se
la ve con el abrigo batido por la brisa que la sigue, arrobada en sí misma, con
un sombrero sutil, con un collar que le pende desde el cuello y se descuelga
por entre su blusa. Y un chaleco de botones extasiados en su pecho.
Las
rodillas muy juntas al caminar, una con otra como cabe en una mujer a quien su
madre ha inculcado el orgullo de tener ascendencia en la nobleza napoleónica.
Ahora
va engarzada en la mano y en el alma de ese ser andino, mestizo, cordillerano,
tallado en piedra y a hachazos. Va tintineando en sus ajorcas, asida a ese
enigma, a esa roca, a ese abismo.
O
sobrevolando ese océano con la confianza de una golondrina que siente que ese
mar inconmensurable le pertenece, que es un temblor en sus alas y un compás en
sus latidos.
Mientras
va con ese absoluto como es César Vallejo, de traje oscuro riguroso, con una
punta de pañuelo blanco que le sobresale en la solapa y que porta en la mano un
sombrero de fieltro claro. ¿Siente o no siente la eternidad a la cual se coge?
Ambos, en Versalles
5. Para la historia
de
los siglos
Es
una pareja de cuento, de leyenda, de mito para todos los hombres y las culturas
del universo. Una pareja de fábula para la historia de la humanidad, que como
ella no se ha visto otra.
Yo
lo supe cuando ella ingresó 14 años después de haber muerto su esposo e iba a
conocer, viniendo desde París, hasta Santiago de Chuco, siguiendo ineludible
los pasos que él le marcara siendo aún chiquilla. Y donde la esperamos los
niños de todas las escuelas en el camino de entrada a nuestro pueblo, portando
en una mano una bandera del Perú y en la otra una bandera de Francia. En una la
golondrina y en otra el océano y las montañas.
Pero
no venía desde Trujillo, ¡qué va! Ni desde Lima. Ni desde París. Venía desde
más lejos, desde el infinito. Eso lo sentimos por eso muchos lloramos
Venía
para conocer Santiago de Chuco, pueblo enclavado en los andes irredentos, hasta
donde ella arribó siguiendo los pasos de quien fuera su esposo hacía tantos
años muerto.
¿No
ocurre que más bien sobre el amor se abate el olvido? Pero, sobre ella no. ¿No
ocurre más bien que se cambia y se reemplaza a quien se ha ido? Pero con ella
eso no cuenta. Y es que ella lleva su marca.
6. El yeso
del
alma
Tenía
Georgette una vida familiar intensa con su esposo difunto. El referente era la
mascarilla que ella mandó a que se le tomara en su lecho de muerte.
Y
dirigiéndose a ella con él peleaba, con el yeso del alma y el aroma a ciegas
del ausente. Por eso escribió aquel libro de poemas en que tanto le reprocha y
que tituló Máscara de cal.
¿Qué
fuerza puede tener la vida para esta suplantación del pálpito, de la piel que aletea
y hasta del aliento que anima y que sostiene? ¿Y hasta de la química del olor! puesto
en la tierra blanca con goma que es el yeso?
Pero,
acaso, ¿no es igual cuando adoramos con devoción infinita a tantos santos
entronizados en los altares? ¿Qué son nuestros destinos para llegar a esta
consubstanciación entre mundos opuestos?
Y la pregunta que surge es: ¿de qué materia estamos hechos los humanos para reverenciar la vida en lo muerto? ¿O en algo que no tiene vida? ¿O en aquello que la lógica y el raciocinio niegan, deploran, y finalmente otros somos quienes lamentan y lloran?
Georgette Philippart de Vallejo
7. Siglos y milenios
venideros
Lo
importante del instante y del segundo de aquella foto en España es que esas dos
vidas se persiguieron una a la otra 46 años después que uno de ellos muriera. Y
se siguieron y juntaron para siempre.
Porque
Georgette sobrevivió a Vallejo 46 años en este mundo y en este planeta.
Pero
ellos han vuelto a encontrarse. Lo hicieron antes muchas veces.
Y
estarán ahora juntos. Y seguirán así por todos los mundos que existan después
de este.
Mundos
que algunos quizá repliquen o representen o proyecten este por donde ellos han
transcurrido y en donde nosotros aún sobrevivimos.
No
lo sabemos.
Pero
de lo que sí estamos convencidos es que Georgette encarna de manera raigal y
auténtica su mensaje, su misión y la trascendencia que él vino a representar en
este mundo.
Por
eso y muchas otras razones significativas hacen una pareja para la historia de
los siglos y milenios venideros.
reproducidos, publicados y difundidos
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le rogamos, por favor, hacérnoslo saber.
vivido comentario de la eterna pareja: Cesar Vallejo y Georgetee. El amor alzo su vuelo libre de los prejuicios decadentes y se poso sublime, puro, en los corazones de Cesar y Georgette. Es un ejemplo vivo en lo porvenir.
ResponderEliminarinteresante lo que me faltaba conocer
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