En primer lugar,
¿qué es identidad?
Identidad es lo que
somos, pero en un sentido profundo y esencial, lo cual nos plantea el problema
del ser, de la búsqueda de nuestra alma, sentido y voz intrínsecos.
Esto es: el
conocernos y actuar de acuerdo a nosotros mismos. No de la apariencia ni
acomodando nuestro rostro a que el espejo aparente lo que nuestro capricho
ansiaría que fuéramos.
No se trata de la
apariencia para la complacencia. O de algo que es peor, para sentir vergüenza,
para negarnos o menospreciarnos, para cambiar de acuerdo a un modelo o
paradigma externo.
No se trata de la
buena o mala presencia ante las cámaras que trasmiten hacia las pantallas,
cualquiera sea el perfil o formas que quisiéramos adoptar.
Porque es a partir
de esa percepción externa, superficial o fenomenológica que hemos errado mucho.
2. América
convulsa y transida
A partir de aquella
imagen foránea hemos derivado en una serie de prejuicios, antagonismos,
complejos, frustraciones y hasta traumas.
Todo lo anterior ha
dado como resultado el hecho de que no nos reconozcamos ni aceptemos lo que somos,
y esto hasta en lo más íntimo de nuestro sentir y pensar.
Y en definitiva en
nuestro ser integral, tal y como estamos en definitiva constituidos y en la
imagen deformada que quisiéramos tener para ser en el mundo, y que es uno de
los grados más complejos de la alienación.
Por eso, el tema de
la identidad es vital para ser y reconocernos auténtica y legítimamente en el
mundo. Y aún más en el campo de la literatura, tema que es eje y esencia en el
quehacer de las artes, sin reflexionar y asumir el cual no se puede hacer una
cultura de a verdad en nuestra América convulsa y transida.
Por eso, aquí,
ahora y siempre, el asunto central e insuficientemente discutido en todo foro
que revise contenidos, mensajes y valores de esta emoción, artesanía y pasión
en el campo de la cultura, es su vínculo con el tema hondo y grandioso de la
identidad.
3. Deuda
con lo que somos
Y porque hay un
mestizaje entre nosotros que implica asociación y síntesis de aportes diversos.
Y con lo cual aún no nos hemos puesto de acuerdo, no hemos saldado cuentas, las
mismas que todavía están pendientes de aceptar.
Nuestra actitud en
el tiempo que tenemos de república independiente, ha sido mirar hacia afuera,
actitud en la que hemos incurrido en ser equívocos y erráticos en todo este
tiempo.
Y no nos buscamos
al interior de nosotros mismos, es decir en cuerpo, espíritu y tierra adentro.
Y esta es función más que de la ciencia es del arte en general, mucho más que
de otros campos del conocimiento que no tienen ni las formas ni los contenidos
para ingresar en esta exploración.
Muchos aspectos
negativos de nuestra vida se derivan a partir de esa deuda con lo que somos
inconfesa y abruptamente hacia adentro, física y anímicamente, incluso como
geografía y vibración telúricas.
Y de su confusa
apariencia, lo que nos configura una imagen plana y superficial en el espejo. Y
una manera de ser que, a la larga, resulta inquieta y turbada, ajena e
impersonal.
4. Nuestro
destino
Miramos el rostro
de los extraños y foráneos para imitarlos. Miramos el de nosotros mismos y no
nos reconocemos en él. Y resultamos comparándonos mal, y arriesgamos juicios de
valor con parámetros exóticos también impropios para nosotros mismos.
Incluso en las
palabras y el lenguaje que utilizamos que, al igual que nuestro rostro
reflejado en el cristal, se divide en mil reflejos e iridiscencias que lo deforman.
Dejamos que se
contengan y pugnen dentro de esa imagen preguntas sin respuestas;
incertidumbres, pozos ciegos e intrincados laberintos. Pero más: oscuros
abismos, oquedades y trampas en el laberinto de nuestra identidad.
Y es a partir de la
naturaleza y la forma de nuestra mirada y de nuestra particular pregunta que
afectamos nuestra participación y hasta nuestra situación en el mundo
circundante.
Es a partir de allí
que derivamos nuestra ubicación y vocación ciudadana, como también nuestro
temperamento anímico y social.
Es a partir de esos
puntos de apoyo, o de desequilibrio, que hacemos depender nuestro destino como
individuos y como colectivo social. Y ni se diga en relación a la felicidad, la
cual escamoteamos y nos sentimos sin derecho a tenerla y disfrutarla.
5.
Ánimo
y
aliento
El resultado de
toso esto es no creer en nada. Y consecuencia de ello es arrojar toda mesa en
que algún yantar se ha servido. Y ser crueles en todo y con todos.
Sentémonos a
arreglar nuestras cuentas y a saldarlas. A saber, cuáles son y no son nuestras
herencias. Y a reconocer aquello que pertenece a los otros. Y a desbrozar los
senderos, sobre todo.
Tenemos que volver
a tejer la sangre y el manto que somos, utilizando como hebra o hilo la
ternura, eliminando todo encono, toda saña y rabia, y volviendo a
reencontrarnos.
De eso se trata,
del encuentro con nosotros mismos, intento en el cual nos sigue haciendo daño
el lenguaje cruel que utilizamos aquello que somos, el ser despiadados nos
descalifica, auto inculpa y termina anulándonos.
En el tema de la
identidad de lo que se trata es de restañas nuestras heridas, y de fortalecer
nuestro ánimo, de volver a la mañana radiante y reconocer el brillo del sol.
Se trata del
encuentro con nosotros mismos en un lugar propicio para amarnos, es la tarea
pendiente, bajo alguna cruz en la cima de un apu tutelar al cual hemos de dar
ánimo y aliento.
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