Guamán Poma, que en lengua
quechua significa águila y puma, nació el año, día, y probablemente la hora, en
que los españoles ingresaban por la isla Puná en Tumbes, a nuestro territorio
antes fraterno, límpido y candoroso. Es a partir de entonces que su destino
encarna una marca y un estigma en este indio no mestizo sino indio puro y totalmente
adherido a su raza.
Nació noble y príncipe en un
momento todavía feliz, aunque vino al mundo en el borde en que el tiempo se
quiebra y triza, y se sume en un abismo. En que la prosperidad se muda en
calamidad y desventura.
La suerte le iba a deparar
que el mundo adonde sus padres lo trajeron ese día y sin saberlo se quebraría
para siempre. Porque hacia aquí arribaron hombres a quienes solo guiaba la
codicia, adueñándose del oro, de las tierras y el destino de la gente, porque
venían pertrechados de espadas, pólvora, caballos y el alma colmada de inquina,
de perversidad e insania.
Aprendió a leer y a escribir
compulsivamente, no solo la lengua de los hombres que destruyeron aquel mundo,
sino que fue a beber a los pozos en donde esa cultura del horror había bebido.
Y aprendió latín, griego y hasta el hebreo. Y en esos idiomas, como en quechua
y aimara escribió una carta lacerante al Rey, denunciando el abuso que se
cometía con sus hermanos de raza y el sufrimiento de quienes llevaban su sangre
y destino. Y los crímenes que cometían los invasores en nombre del Rey, de
Cristo y de la religión católica.
2. Trocase
la suerte
Fue un indio genial y
rebelde, precursor de la libertad, reivindicador del orgullo indígena, quien
escribió con pasión, con las entrañas abiertas; y dibujó de modo manso y
transparente, escenas de horror donde el papel y la tinta se vuelven
precipicios del alma humana.
Indio este de descomunal
inteligencia, pudo ver lo que nadie había visto. Supo de algo que nadie podía
saber varios siglos antes de que apareciese; ni sentir lo que nadie podía haber
sentido con tanta antelación en aquel tiempo.
Fue testigo de un genocidio
implacable y despiadado, aplicado en contra de su gente hasta por recreación
jocunda o divertimento en contra de sus hermanos de raza, quienes habían
construido aquí un mundo con un orden social único, de sublime hermandad,
solidaridad, respeto, adoración a la naturaleza y de canto a la vida.
Su nombre es totémico: Guamán
Poma, uno de los escritores más intensos, apremiantes y conmovedores de América
y el mundo, dibujante puntual y visionario taxativo en muchos campos. Es
indígena neto, nacido al borde de los nevados. Indio llacuaz, yaro, de puna;
quien vino al mundo en los días en que se producía la conflagración que
dividiría nuestra historia en dos, con el quiebre del orden anterior en que trocase la suerte de los nativos:
“de reinar, en vasallaje”, –como diría el Inca Garcilaso de la Vega.
3. Apoderarse
de la escritura
Hijo de padre y madre
oriundos del Perú, de antepasados incas, construyó uno de los más asombrosos
alegatos en defensa y a favor de la población indígena de estas latitudes.
“Escrivillo es llorar”, es frase suya con que resumimos el tema y el modo con
que pergeña su Informe al Rey Felipe III de España, en una carta que consta de
1189 páginas y 400 dibujos.
Este informe y carta urgente
o alegato, demoró sin embargo 360 años en llegar a manos del Rey de España,
acontecimiento trágico tratándose de un asunto urgente, del cual dependía la
vida de mucha gente, cuál es el “buen gobierno”, nombre que se incluye en el
título con el cual denomina su larga epístola: “Nueva corónida y buen
gobierno”.
Y, así como Túpac Amaru el
cacique de Surimana, Pampamarca y Tungasuca en su movimiento insurreccional,
rápidamente se apoderó de los caballos traídos por los conquistadores, como
también de las espadas, escudos, armaduras y hasta arcabuces, formando un
escuadrón de caballería en su ejército de liberación compuesto de runas quechua
hablantes, así también y lo mismo hizo Guamán Poma en el campo de las letras,
cual es: apoderarse de la escritura de los
dominadores.
4. En nombre
de Cristo
Porque, ni bien eran
invadidas y conquistadas estas tierras y ya se imponía el crimen, la
expoliación y el saqueo de bienes; y se perpetraba el genocidio sistemático de
las poblaciones antes dueñas soberanas de estas tierras, cuando ya también se
manifestaban los movimientos de resistencia y rebelión.
Allí es cuando Guamán Poma se
apodera salvajemente, de la lengua castellana, del código de la escritura
europea, para construir un encendido y bárbaro argüir a favor de sus hermanos
de sangre, de raza y de destino común, los llamados indios.
Pero, así como se apropiaba
de su poder se contaminaba también con sus reveses, pozos negros y zancadillas,
donde cae a ratos malherido, muchas veces contuso y finalmente inmolado, como
cabe y corresponde morir a todo héroe.
Pero también se apoderaba de
la religión, de sus prédicas, actitudes y del cúmulo de ritos y el abundante
repertorio de preceptos y creencias, como de la emoción y el sentimiento del
propio cristianismo.
Y es necesario que sea así
para poder comparar, juzgar y denunciar inconductas, despropósitos y
falsedades, tanto de autoridades, corregidores, encomenderos, como de
eclesiásticos y doctrineros españoles, venidos a estas tierras, en donde todos
alegaban que lo hacían en nombre de Cristo y su
santa iglesia: católica, apostólica y romana.
5. Utopía
posible
Guamán Poma intuyó,
genialmente, que la mejor manera de defender a su pueblo no era peleando con
las armas en combates de mar o tierra, sino escribiendo en el campo de batalla
del papel en blanco, denunciando y conmoviendo con sus apuntes instigadores y
perentorios. Tampoco gestionando en dependencias, gobernaciones, audiencias o
palacios, sino creando conciencia en la gente, así como predicando la necesidad
de organizarse. Y dirigiéndose nada menos que al Rey de España, mediante una
carta, que empezó a escribirla a tientas, para volverse luego un acto
inacabable, porque eran tantos los males que resultaron interminables en el
padecimiento de la gente.
Tanto fue así que él se fue
volviendo viejo en este intento arrebatado; designio que le consumió bienes y
hacienda; por lo que perdió mujer, hijos, reputación, cargos mientras escribía.
Y se fue volviendo huraño, delirante y loco. Por esta razón se le consumió, en
conclusión, la vida, sin que la carta llegara cuando él vivió, y ni siquiera
décadas después, sino que demoró siglos hasta llegar a su destino. Esa carta
apelaba sobre todo al sentimiento y al corazón del monarca español en cuyos
dominios no se ocultaba el sol. Siendo así, fue escrita entonces con lágrimas,
rabia, despecho; sin dejar de construir un sustento doctrinario e ideológico a
su petitorio, consumándose en ella la tremenda aventura de idear un orden
nuevo, sin dejar utopía posible por avizorar y ponerla a la vuelta de la
esquina.
6. El dolor
de su gente
Puso todas sus esperanzas en
el platillo de esa escritura desvelada, entrecortada y de estertor; con la cual
se ilusionaba que iba a resarcir los bienes, exorcizar los males, redimir la
suerte de sus hermanos, a quienes veía sufrir, padecer y morir inermes, sin que
se ejerciera para ellos justicia, ejecutados con crueldad e ignominia.
Y así se hizo escritor
forzoso, sonámbulo e imperativo; escritor compulsivo y violento, que tenía que
defender, evidenciar y enmendar. Para ello recurre a la escritura, como si
blandiera un machete, un hacha o un garrote con el cual luchar. Así recurre a
la lengua y al idioma castellano y a su escritura estupefacta, para quejarse,
apelar y clamar justicia a los cuatro vientos.
Así, se solidariza con el dolor de su gente; convirtiéndose, humillándose,
exaltándose; provocando e insultando a medio mundo, arrodillándose sin hacer
caso a la coherencia de su discurso, o a la sintaxis de sus frases y párrafos.
Tampoco a la forma y a la ponderación de su alegato.
Pero antes tuvo que aprender ya adulto, siquiera los esbozos de dichos lenguajes, desde el castellano oral, difícil para un quechua hablante; pasando por el código de la escritura, casi inalcanzable para un ágrafo de cuna.
Danilo Sánchez Lihón
7. Un mundo
mejor
Así aprendió el manejo de la
pluma y de la tinta líquida, increíble para un andino cósmico, instrumentos con
los cuales debía graficar, y explicitar los castigos, las penas y el
sufrimiento de la gente, siendo su aprendizaje arisco y brutal.
Tal fue su urgencia y compulsión
que los rudimentos en el dominio del código de la escritura, lo arrebató de su
hermano materno –este sí mestizo, mucho menor y no indio puro como él– y que
profesó el sacerdocio, quien a trompicones le enseñó a leer y escribir, además
de instruirle algo en latín y griego que él salvajemente aplica en sus
escritos, que más son en el fondo maldiciones.
Utilizó la escritura para
inquietar, fustigar, conmover; enarbolando la bandera de la redención de su
pueblo, de su raza y de su identidad, como exorcizando con las letras sus
inquietudes, delirios e impotencias.
No escribió para estar y
sentirse bien, tampoco para complacerse y tener éxito o buena posición social.
Ni mucho menos escribió para ocupar posiciones, ganar premios y ser miembro de
ninguna academia.
Más bien, en este designio de
la escritura perdió toda su riqueza, dedicándose a borronear página tras
página. Y, previo a ello, a deambular por los caminos abismándose en conocer la
realidad. Y soñando con ímpetu, arrebato y coraje, en un mundo mejor.
Todos los dibujos son de
Guamán Poma de Ayala
reproducidos, publicados y difundidos
citando autor y fuente
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