El cuy había vencido ya muchas veces al zorro ladino,
el animal más astuto y pícaro de toda esta comarca, demostrando ser más listo e
ingenioso que él, y sin hacer daño a nada ni a nadie.
Cansado de afrontar estas situaciones, y de estar a la
defensiva de las correrías y aventuras del zorro, el cuy quiso tener a partir
de ahora a verdaderos amigos y no solo a seres conocidos u ocasionales.
Quiso contar con sinceras amistades, aliados para
grandes empresas, leales y sinceros colaboradores, con quienes departir,
realizar acciones conjuntas y en quienes confiar abiertamente.
Hasta ahora todo habían sido apariencias, zancadas,
burlas y hasta engaños, o zalamerías inconsistentes, pero la vida no era eso. La
vida es un bien precioso que hay que saberlo atesorar.
Y hay que vivirla con lo mejor que tenemos y con lo
mejor que podamos encontrar en los demás seres del universo, gracias a que
somos nobles, auténticos y honrados.
El zorro
2. Se quedó
observando
Siempre al cuy le ha fascinado el mundo del agua, su fluidez,
su adaptabilidad y transparencia.
Incluso, el hecho de que algunos la bebieran golosos y
sedientos era un indicio de su beneficio, y el cuy esto lo contemplaba
verdaderamente fascinado. Pero, de que la encontraran sabrosa y agradable, era
inexplicable para él que vive sin beber agua.
Él nunca había probado ni bebido una sola gota de aquel
elemento líquido que adopta todos los colores, y que con facilidad asombrosa se
adapta a la forma del lugar o del recipiente en donde se deposita.
A él le bastaba mordisquear la hierba sana, roer la
panca de maíz, e inclusive carcomer la madera seca, pero no se había atrevido
jamás a sorber bocanadas de agua, como veía que hacían los demás animales.
De allí que le causa inmensa curiosidad que hasta las
aves del cielo se lancen al agua y hasta arriesguen la vida por beber agua en
alguna fuente. Pero, además, empezó a interesarle por saber qué había al fondo
de la superficie encantada de las aguas.
De allí que se quedó observando atentamente a una rana
que a la orilla del lago se sumergía hacia el fondo, desaparecía y volvía a
aparecer plena y satisfecha.
La rana
3. Jardines
y bosques
Cuando quedó un momento posada en una piedra tomando
los rayos del sol aquella mañana de primavera, le preguntó.
– Disculpe su merced la curiosidad, señora rana. –Le
dijo el cuy–. Podría decirme ¿qué hay debajo del agua?
La rana lo miró sorprendida. Pero le infundió simpatía
aquella figura reposada y meditativa del cuy.
– ¡Abajo hay vida, señor cuy! –Le dijo.
– ¿Vida? –Se sorprendió el cuy–. ¿Vida cómo aquí sobre
la superficie?
– ¡Uf! Mucho más que aquí. Abajo hay jardines y
bosques enteros de corales, algas, lirios y anémonas.
– ¿Solo del reino vegetal?
– ¡No! Hay una variedad muy grande de animales. De moluscos
y crustáceos, de caracoles y tortugas. E infinidad de peces de todas las formas
y colores. Solo que cada día el hombre arroja más basura que daña y contamina
más y más los fondos marinos, y que está matando la vida que hay aquí dentro.
– ¡Ah!, exclamó el cuy, verdaderamente alarmado.
4. Cada día
más
Otro día el cuy quedó maravillado por el vuelo
vibrante y vertiginoso de una avecilla parecida a una mariposa, que crepita en
el aire subiendo y bajando de flor en flor.
– ¿Quién es usted maravillosa y galana avecilla? –Le
dijo el cuy amablemente y con su mejor voz y talante.
– Soy el colibrí. –Respondió el pajarillo detenido en
el aire y agitando sus alas, sin que se las note, aleteando a 55 veces por
segundo, vibración que le produce un aura que parece sagrada. Y prosiguió
preguntando el cuy:
– ¿Y qué hace usted hundiendo su pico en las corolas
de las flores?
– Sorbo y me alimento del néctar que contienen sus
estambres y pistilos, porque es un sustento bueno para el cuerpo y para el
alma.
– ¡Oh maravilla que en esas copas de exquisita belleza
haya una fuente nutritiva, como dice usted, para aves de extraordinaria
hermosura como es la suya!
– Gracias, muchas gracias. –Le respondió halagado el
colibrí–. Pero este mundo que es pródigo y bueno, oiga usted, está condenado a morir
por acción de los hombres, pues cada día el néctar es más ácido y escaso. Y las
tierras, las aguas y los aires están cada día más y más contaminados.
5. ¿Qué
hacer?
– ¿Así? Eso mismo ha expresado la señora rana respecto
al fondo de los lagos y los mares. ¡Pero habrá algo que se pueda hacer!
– Sí, hay mucho en realidad. Y no solo se puede hacer esto
o aquello sino ahora hay que hacer todo lo posible e imposible para salvar nuestro
planeta, ya que en un plazo muy breve todo estará perdido y nosotros y nuestros
hijos sucumbiremos.
El cuy ha quedado muy impactado por este informe del
colibrí. Y él mismo ha decidido salir y recorrer la tierra para constatar el
estado en que se encuentra. Y, ciertamente, comprueba que cada día es más
árida, que las aguas de los ríos ahora son ácidas. Y que se han secado los
manantiales.
Los campos se han tornado yermos por las partículas de
plomo que emiten las fábricas. Y los campesinos abandonan el cultivo de las
tierras que ya no producen buenas cosechas, porque hasta el aire está
envenenado con el anhídrido carbónico.
– ¿Qué hacer? –Se pregunta.
Medita, cavila y piensa. Cada quien que haga lo suyo,
pero sin dañar lo que es de todos, piensa. Pero nosotros, ¿qué podemos hacer?
Escuela
6. Sensibilidad
y conciencia
Convoca un día a orillas del arroyo a la rana y al
colibrí, a quienes considera ya sus amigos y les habla de este modo:
– Entre nosotros representamos el mundo de abajo, el de
la superficie, y el mundo del aire, o de arriba, tal como lo concibieron
nuestros antepasados
– Sí, es el urco, el kay y el hanan pacha.
– Y los tres mundos están sincronizados y marchan
juntos y parejos.
– Así es.
– Nuestros abuelos que fueron sabios y tenían en
relación a la naturaleza un respeto y veneración profunda y la adoraban con
amor consagrado, de ellos extraigamos lecciones y ejemplos de cómo conducirnos
y salvar la morada en donde vivimos.
– Sí. –Volvió a intervenir el cuy–. Tenemos que volver
a educarnos todos en una actitud de respeto total a la mama pacha, a la mama
cocha y la mama atmósfera, integrando nuevamente los tres mundos
– Pero, ¿qué y cómo lo podemos hacer?
– He pensado, –expresa el cuy– en abrir una escuela en
donde se vuelva a educar, crear sensibilidad y conciencia sobre estos temas.
– E irradiar estas inquietudes por todos los medios que estén a nuestro alcance.
a la obra
– Y sobre todo buscando corregir las tendencias en que
se desenvuelve el mundo actual, como es el exagerado consumismo, forjando un
nuevo orden más equitativo y humano.
– Pero, ¿podemos los animales crear escuelas para los
hombres?
– Sí. Escuelas donde los animales eduquen a los hombres.
– Pero si siempre ellos se han burlado de nosotros y han
dicho que somos brutos, ignorantes y faltos de inteligencia. Para ellos los
animales somos animales.
– Empezaremos corrigiendo esos prejuicios que son los
que han contribuido a generar el daño que tenemos.
– Además, no es hora de avivar rencores.
– Y qué tal si hacemos algo más efectivo.
– ¿Cómo qué?
– Produciendo cuentos que irradiemos a través de todo
medio.
– Sí. Excelente idea. Ya que en verdad los cuentos son
aulas abiertas, y que les gusta tanto a los niños de todas las edades como es
en el fondo el alma del hombre.
– ¡Decisión y acuerdos tomados! ¡Que se haga y que se
cumpla! Y, ¡manos a la obra! Y el primero que sea el que relate nuestra amistad
del cuy, la rana y el colibrí.
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