No
hace mucho estando en el centro de Lima subí a un ómnibus para venirme a mi
casa. Tomé asiento y para el lado de la ventana había una persona que extrajo
su pañuelo y empezó a limpiar el respaldo del asiento delantero que daba a su
frente donde había trazos, garabatos y rayas hechas con plumón rojo y azul.
Donde
se resistía la mancha en salir echaba su aliento al pañuelo e insistía, acción
que hacía en silencio y sin hacer ningún comentario, absorto hasta que lo dejó
completamente limpio. ¿Qué era ese pedazo limpio entre millones de garabatos
que pululan por todo lado? ¡Nada!
Pero
me sorprendió la devoción, el interés con que lo hizo. Hasta que dobló su
pañuelo, lo puso en su bolsillo y me pidió permiso para salir, pues al parecer
tenía que apearse. Entonces pude mirarlo mejor: era un joven entre 20 a 25
años, mestizo como yo. Por su indumentaria podía ser dependiente en algún
establecimiento, o el obrero de alguna fábrica. Se bajó cerca de la Plaza San
Miguel.
Cuando
el ómnibus partió y miré por la ventana todo me pareció más hermoso, que había
más luz, más encanto, mejor fragancia. Que las calles lucían limpias, y las
casas y los edificios lucían colores más vivos y armoniosos.
Ómnibus
2. Padres,
enseñad
Aprender y enseñar, por eso, que estar
frente a los bienes públicos es para respetarlos, cuidarlos y hasta venerarlos.
Reconociendo que ellos constituyen los recursos más preciados de un pueblo, porque
son la herencia colectiva que recibimos de nuestros antepasados y que proyectamos
hacia el porvenir, y para que de ellos se beneficien nuestros hijos, y los
hijos de nuestros hijos.
Enseñar que los bienes públicos no son
ajenos, que no son tierra de nadie, que no son para que cualquiera los destroce.
Y por nada pensar que son de las autoridades ni del gobierno. Y que entonces
por algún resentimiento nos desquitamos con ellos y terminemos dañándolos; por
considerar equivocadamente que son predio de nuestros enemigos, y que entonces
hay que depredarlos.
Enseñar más bien que debemos dejarlos
igual o mejor que cuando los encontramos, como el legado que asimismo hacemos a
los demás y a las nuevas generaciones por venir. Enseñar, padres, maestros,
ciudadanos, que los bienes públicos son lo primero que hay que defender y
respetar en el seno de algo que se llame sociedad.
Calle de Lima cercado
3. Los
bienes
públicos
Y bien público no solo es el tesoro que
se utiliza para sostener hospitales y otros servicios básicos, sino que son
también las calles, los parques y los edificios.
Bien público es la caseta, ahora cerrada
porque es de noche, en la vía peatonal; y donde por el día se vende revistas y
periódicos. Es el poste donde luce un farol que pugna por darnos su luz entre
la llovizna y la neblina que cunde y se expande en esta esquina.
Es el friso en la puerta, la pintura en
la pared, la filigrana de esta cornisa. O la flor que sobresale en este jardín.
Que son tan importantes, o más que la vitrina de la sala de nuestra casa, en
donde no se puede rayar, ni dejar desechos ni arrojar basura.
Tampoco escupir, orinar o hacer
actividades reñidas con el buen gusto, con las buenas costumbres, y en
conflicto con la decencia y la moral.
Y ante los recursos financieros pensar
que esos bienes son tuyos y son míos, que son de todos. Que estar frente a
ellos no es ocasión propicia para el hurto ni el saqueo.
Iglesia de Huamanga
4. Mundo
circundante
Considerar que la educación debe cumplir
una permanente y militante acción cívica, que ella no se reduce a conocimientos
técnicos ni meramente operativos.
Tampoco la educación se reduce a conocer
nociones académicas, formales ni canónigas. Tampoco a cuestiones
convencionales, rituales o protocolares.
Tampoco se reduce ni confina en locales
donde se dictan clases y se desarrolla el plan curricular de un país, compuesto
de materias que nos ilustran respecto a este y al otro campo de las ciencias y
humanidades.
Ni mucho menos la educación son dependencias
donde funcionan oficinas del estado que acumulan papeles, expedientes; o donde
se realizan trámites administrativos.
La educación de un pueblo y de una
comunidad está en los espacios públicos, y privados. Está en la vida diaria y
cotidiana donde se urde, se criba y exalta la vida que edifica, erige y
enaltece este o el otro aspecto de la realidad inmediata y que forma parte de
mi mundo circundante.
Huamanga
5.
Ciudadano
de a pie
Tampoco ella está para que solo reluzca
en los actos oficiales, ya sea entre muros o linderos de una institución o
realizados con toda la parafernalia en los espacios cívicos.
Ni se confina a los ministerios,
vigilados por guachimanes y sembrado de puestos de vigilancia, y hasta cercados
con alambres de púas. Ni se guarece en una urbanización que resguardan cerrando
las calles con rejas de fierro que son un símbolo de estrechez de mente y de
criterio egoísta.
Apoderándose de espacios públicos por
quienes las han puesto, sea por mezquindad del alma y por el amilanamiento de parte
de la gente. Ni está dentro de las casas que cercan con vidrios fragmentados y en
punta.
La educación se forja a partir del
hogar, como también cuando maestros y niños se proyectan a la comunidad,
enseñando a conducirse y actuar en ella.
Educación que es defender y respetar lo
que es valioso cualquiera sea la ubicación y la instancia en donde nos encontremos,
bien seamos autoridad o bien seamos simples ciudadano de a pie.
Plaza de Armas de Arequipa
6.
Mejorar
la vida
Educación que es embellecer cada lugar y
mejorar la vida con actos nobles, altruistas y abnegados.
Educación que es imbuirnos de identidad
y amor por nuestros pueblos, por la naturaleza y sus recursos; por los paisajes
que nos arroban el alma; y por la gente que habita, con quienes es importante
establecer relaciones de respeto mutuo, de estimación y hasta de sincero cariño.
Con todo ello se trata de la refundación
del hombre mediante la educación, que a su primera naturaleza añade otra
cualitativamente mejor, sobre la base de su identidad.
Y ella es la de ser personas con
criterio ético, y culturalmente acrisoladas. Constituidas no solo de cuerpo con
sensorialidad, sino como seres humanos con espíritu elevado, poseedores de un
depurado sistema de valores; con una visión superior acerca del mundo, y
coherente con el bien común.
Monumento a Sucre, en Huamanga
7.
Pertenencia
y
filiación
En esa perspectiva la educación tiene
que tener pertinencia y perspectiva en la cual, si la escuela deja de tenerla y
no forma para la vida, su accionar no están cumpliendo con la misión que la
sociedad le ha encomendado cumplir y consumar.
En donde, así como se educa para los derechos
humanos individuales hay que educar también para el cumplimiento de los Deberes
Humanos Colectivos, que es imprescindible que todos y cada uno de nosotros
debamos comprender y practicar.
Deberes Humanos Colectivos que debemos
asumir, en donde cabe educar para la pertenencia, la filiación y para acrisolar
una fe que nos haga seres a la vez trascendentes.
Reconociendo que no hay mayor bien ni
riqueza que una conciencia limpia y en paz; ni hay mayor premio, gloria y
felicidad que una vida que nosotros desde nuestro interior la reconocemos
honrada, intachable y leal.
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