viernes, 2 de octubre de 2020

2 de octubre. Día de la No Violencia. / Del cielo y del infierno.


2 DE OCTUBRE 
DÍA DE LA NO VIOLENCIA 

DEL CIELO 
DEL INFIERNO 

Danilo Sánchez Lihón 





No hay camino para la paz, 
la paz es el camino. 
Mahatma Gandhi 

1. ¿Cuál 
era?

 

El guerrero un día se sintió agobiado de haber participado en tantas incursiones armadas, y en tantos asedios y asaltos. Se sentía culpable de haber actuado y él mismo haber dado las órdenes denominadas de: “tierra arrasada”, y de haberse dejado guiar por esas consignas.

Había perpetrado tantos incendios, puniciones y masacres a poblaciones inermes. Había aniquilado a tantos hombres, mujeres y niños en el fragor de las refriegas y batallas, ¡y dado muerte a tanta gente inocente!

Y, previendo que sería el infierno el sitio adonde iría a parar su alma, o sus huesos, después de muerto, por haber cometido tanto abuso, destrozo e infamia, que preocupado, le invadió entonces una inmensa zozobra, presintiendo que arduos y duros castigos le serían infligidos después de tanta destrucción y descalabro cometido en esta vida.

¡Y crímenes de lesa humanidad, sobre todo! Y tanto fue así que le invadió una obsesión, cuál era saber algo acerca del cielo y del infierno. Y más aún, quiso entender acerca de la raíz de todo, cual es la índole y naturaleza del bien y del mal.

 


2. A partir

de allí

 

Queriendo averiguar acerca de estas esencias del alma humana, deambulaba atento tratando de escuchar cualquier alusión o comentario que se hiciera a este respecto.

Prestaba oído atento a cualquier retazo de conversación que algo le ilustrara sobre estos elementos que parecían inherentes al devenir de los acontecimientos y a la vida misma.

Con algunos fragmentos de ideas y reflexiones trataba de componer un concepto sobre el bien y el mal, como sobre el cielo y el infierno; tanto como substancias como también moradas postreras a las cuales iríamos a parar, habitando allí los seres humanos hasta el fin del mundo.

Todo ello empezó a inquietarle sobremanera. Necesitaba esclarecer toro esto a fin de asumir alguna actitud, y a partir de allí acrisolar esta y la otra experiencia y perspectiva a seguir.

 


3. El curso

de su vida

 

Largo tiempo meditó sobre estos asuntos. Y ni un pálido concepto pudo alcanzar a tener ni a formularse acerca de estas categorías, entelequias y hechos raigales de la existencia.

Incluso escuchó decir que el mal no existe, sino que él solo es la ausencia y negación del bien. Pero no entendía ninguna de estas disquisiciones.

¡Había combatido en tantas batallas y había sido tan inescrupuloso ante tanto dolor!

¡Había actuado tan ciegamente! Que sin una respuesta acertada a este grave asunto consideró que su vida ya era inútil y carecía de sentido.

Intentó incluso dar término a sus días con la misma espada que había utilizado para cometer tantos atropellos, oprobios y fechorías.

Y todo para defender causas que ahora se esfumaron. Y que al discurrir de los días consideraba que no merecían en absoluto haber actuado de la manera como él lo hizo.

 


4. De un solo

tajo

 

En este trajín e indagación pudo enterarse que había un venerable maestro y sabio en las inhiestas montañas, quien probablemente era el único que podría darle una respuesta satisfactoria sobre tales interrogantes fundamentales.

Y allá se encaminó, yendo por el sendero en su búsqueda, portando siempre su espada por si fuera necesario utilizarla.

Llegó hasta la austera cabaña del sabio abuelo indígena. Levantó las cuentas de hilos que pendían y daban el signo de ser una puerta. Pasó y tomó asiento delante de él y le preguntó del siguiente modo:

– He combatido durante toda mi vida en mil batallas, tantas que es un milagro que aún permanezca vivo.

– Ajá.

– No sé cuántas cabezas de hombres y mujeres, de jóvenes y ancianos, de niños y niñas han caído y rodado cercenadas por mi centelleante espada. Ni sé cuántas extremidades de cuerpos humanos he separado de un solo tajo de sus troncos estremecidos.

– Mmmm.

 


5. Y

qué quieres

 

– ¡No sé cuántas manos y brazos he desgajado como ramas que se cortan! ¡Ni sé cuántos ojos he enceguecido ni bocas enmudecido por obra de mi arrebato, furor y bravura! ¡Ni sé cuántos pechos he atravesado con mi lanza ni cuántos cráneos he aplastado con mi escudo!

– Mmmm.

– ¡He incendiado aldeas y pueblos enteros! He abusado mujeres y hasta he ultimado a niños solo por considerar que su mirada me fastidiaba y ofendía.

– ¡Ya calla!

– O solo por la impaciencia de verlos llorar. E inclusive por solo verlos asustados. Los ensartaba hasta por el delito de arrojarse a los cuerpos de sus padres asesinados.

– ¡Basta!

Su miedo me parecía ofensivo e igual caían sangrantes bajo mis pies omnímodos y eficaces. He matado hasta a fetos en los vientres de sus madres antes de matarlas a ellas.

    ¡Y qué quieres ahora! –Le interrumpe el sabio. 



6. La espada

se detuvo

 

– He venido hasta aquí, realizando un largo camino, a fin de encontrar respuesta a una pregunta, cual es esta: qué es el bien y qué es el mal. O, qué es el cielo, y qué el infierno.

El sabio, levantándose y permaneciendo de pie, lo increpó de este modo:

– ¡Fuera de mí! ¡Aléjate hombre ruin y cobarde, degenerado y perverso! ¿Has cegado tantas vidas humanas? ¿Y te atreves a venir y ponerte delante de mis ojos? ¡Fuera de aquí! ¡Vete!

El hombre sacó su espada y la blandió en el aire listo a hacer rodar la cabeza del sabio por el suelo. Apenas pudo contenerse cuando la espada se detuvo rozando la piel del cuello del maestro.

– ¡Insensato! –Le dijo al sabio–. ¿Osas hablarme a mí de esa manera?

Sorprendentemente el sabio decía todo esto sin estar alterado sino sereno. El hombre respiró lo más hondo que pudo. Y logró dominar su enojo. Retiró la espada y la enfundó en su envoltura, y se dispuso a marcharse.

 


7. Ese

largo camino

 

– ¡Espera! –Dijo apacible el venerable hombre–. Si has caminado hasta aquí es porque hay una fuerza interior que te impulsa a perfeccionarte. Estás solo, y no encuentras sentido para tu existencia. Esto último que acabas de hacer, enfundando tu espada, es el cielo y el bien a partir del cual nacen mundos nuevos; y todo florece. Y lo primero que intentaste hacer blandiendo tu espada y tratando y logrando con ello enceguecer la vida es el infierno. Y el mal a partir del cual todo se oscurece, daña y se destruye. Nada está allá, ni lejos, ni en otro mundo, sino que todo está aquí. Y todo tiene su inicio en una simple semilla

– ¡Perdón!

– Infierno es entonces dar rienda suelta a la cólera, al enojo y a las pasiones. Es desatar mil demonios, y desencadenar los peores males convirtiendo hasta las piedras en enemigos. El cielo es el control de nuestras emociones. Es saber enfundar la espada. Es el gobierno de uno mismo, es ganar la batalla más difícil y decisiva cuál es el propio dominio. Es vencerse uno mismo haciendo que la existencia cobre su verdadero sentido. Si has caminado hasta aquí es porque recién has empezado a recorrer ese largo camino, hijo mío. 


Todas las fotos
Jaime Sánchez Lihón


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