Aquella maleta que perdió Emilio Barrantes en
su primer viaje, y recién graduado como profesoral, al ir a tomar posesión de
su puesto de maestro, valía mucho, pero su pérdida no le afectó demasiado.
Valía como vale el mundo
que se deja atrás, pero del cual es importante desprenderse para aspirar y
asumir el nuevo mundo.
Y Palca, que es ahora uno
de los nueve distritos que conforman la provincia de Tarma, ubicada en el
departamento de Junín, era y representaba para Emilio Barrantes en ese momento
aquel mundo futuro.
Porque, cuando yo le he
solicitado, por ejemplo, a Don Emilio fotografías de su época estudiantil me ha
respondido siempre así:
“Todo, Danilo, estaba en
esa maleta que perdí en mi viaje a Palca”.
Tampoco conservaba la
imagen de su madre, a quien adoraba, porque el único retrato que conservaba de ese
ser querido, y me confesaba que poco a poco, con desesperación para él, los
rasgos de su madre se le iban borrando de la memoria consciente, aunque cuando
soñaba decía que ella aparecía nítida e intacta.
Pueblo de Palca en Tarma
2.
Misión
qué
cumplir
Lo sorprendente es la
actitud de expresar que esa pérdida no le afectó demasiado como pérdida
material. En realidad, casi nada. Quizá porque la maleta representaba en ese
momento, y ante él, el mundo antiguo y pasado frente al reto del mundo nuevo y
futuro.
Realidad que hay que
afrontar y ante la cual caben todas las iniciativas posibles a fin de lograr
las transformaciones y cambios que se requieren y son necesarios asumir.
¿No percibimos entonces que
hay aquí un secreto, una llave maestra, un tesoro y un signo providencial de lo
que es ser maestro?
Porque, era su primer
ingreso al aula, al patio de recreo, al sistema educativo.
Más importante,
infinitamente más importante que la pérdida de la maleta, era la misión que
tenía que cumplir.
Casona de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
3.
Mensaje
que
toca asumir
Y esa prueba no podía
encontrarlo a él debilitado, ni tronchado, ni frágil.
No es que no tuviera valor
la maleta que acababa de perder. Allí estaban sus libros, sus escritos
primigenios, ¡su diario íntimo!
Y mucho más debía afectarlo
siendo él tan exacto y meticuloso en el orden de sus asuntos y cosas.
Pero le creo cuando dice
que no le afectó en absoluto la pérdida, por la circunstancia que vivía en ese
momento cuál era la del maestro que va a hacerse cargo de un centro educativo, enfrentarse
con una misión sacrosanta y un desafío trascendental en la vida, sin permitirse
ninguna resquebrajadura, mella ni vacío.
Es por eso, como él mismo
lo confiesa, que “se dedicó a leer y a cantar con el mejor ánimo del mundo”,
relata.
Y esto quiero resaltarlo
como un mensaje que toca asumir y efectuar en todo maestro que asume esta labor
y se precie de ser tal.
Tren al centro del Perú
4.
Un edificio
a
medio construir
Porque, “animo” es lo que
hace, sostiene y alienta el ser maestro. Es ponerle ganas, entusiasmo y alma a
nuestra tarea magisterial. Ánimo es lo que hasta sus 104 años de vida siguió
teniendo Emilio Barrantes Revoredo. Y que es lo que alentó y seguirá alentando este
maestro insigne del Perú, ánimo que no debemos perder ni dejárnoslo arrebatar
como él no lo perdió ni en aquella ni en ninguna otra ocasión y circunstancia
del vivir.
Ánimo es lo principal que
él nos lega o deja, incluso en la hora en que partiera un ser tan querido para él,
como fue su esposa. Ánimo es lo que resuman cada una de sus páginas de los
libros que ha dejado publicados y en los otros escritos aún por publicar. Ánimo
es lo que lo mantendrá vivo por siempre entre nosotros.
Ánimo es lo que él irradió
desde el fondo de su presencia iluminadora. Ánimo es lo que yo sentía ante su
presencia de más de una centuria. ¿No es extraordinario?
Y ha contado cómo a la
mañana siguiente, después de haber llegado al poblado de Palca, encajonado
entre cerros y azotado por un viento frío y desalmado, fue al local de la
Escuela 848 y encontró que era un edificio a medio construir, con huecos en vez
de ventanas y por donde corría la ventisca de modo inclemente e implacable.
La flor, símbolo del candor
5.
Vibrante
trozo
de vida
El corazón se le estrujó al
descubrir que en lo que podía ser un patio los niños de rostros cobrizos, pobres,
pero de mirada pura e ilusionada prorrumpieron a cantar dedicándole la
siguiente canción a su nuevo maestro:
“Yo soy el indio que gime y llora,desgraciado hijo del sol...Tú solo puedes, ¡oh! sabio maestro,con tu ciencia darme la luz.¡Salva mi raza de la esclavitud,rescata mi antiguo esplendor!”
Y continúa en su relato:
“La voz aguda y pura de los
niños, la letra de esa canción, el calor del momento, la espontaneidad y la
fuerza de ese acto improvisado, me llenaron de un sentimiento profundo que
borró por completo la pobreza y la fealdad de la inconclusa casa de estudios,
para dejar solo aquel vibrante trozo de vida humana que se fundía amorosamente
con la mía.”
6.
Nació
para
la educación
¡Qué mensaje más hondo,
desafiante y fortalecedor que éste para un joven maestro imbuido de ideales y
anhelos de redimir en algo la difícil situación de los niños, jóvenes y adultos
de nuestro país!
¡Qué prodigio la educación
para sentir en un instante cómo puede cambiar el alma desde el desasosiego de
mirar huecos en donde debería haber ventanas e ir sintiendo cómo todo se
convierte en fortaleza, ánimo y pasión de querer hacer las cosas de modo
distinto y mejor!
¡Y eso en esencia es ser
maestro! Tener ánimo para afrontar incluso las adversidades. Y es que Emilio
Barrantes nació para la educación, estuvo signado por ella. Era su esencia, su
centro y su vocación. O mucho más que esto: ¡su gran amor! Él lo explicaba del
siguiente modo:
“No es que yo elegí la educación,
sino que ella me eligió a mí”.
Y reitera:
“Era una fuerza superior a
mí mismo la que me hacía vibrar por entero cuando se trataba de la educación.”
Tarma. Foto: Hotel "El vuelo del cóndor"
7.
Su recuerdo
podrá
ser eterno
Lo dice cuando relata cómo
tenía que escucharse, a sí mismo, sus alegatos y prédicas llenas de fervor por
la educación; sus reflexiones acerca del niño, la escuela y la labor del
maestro que luego diría en auditorios repletos de personas.
Dicha emoción solo se
produce cuando la persona siente que hay un designio, una marca de fuego, o una
misión a cumplir en determinado campo, área o perspectiva humana.
Cuando la persona es un
receptáculo de un mensaje superior y profundo que viene desde muy lejos y muy
hondo, respecto al cual ya no se trata de elegir o no tal o cual tema, trabajo
o profesión, sino que se siente que ella es la que nos ha elegido.
Él partió, pero nos dejó
para siempre la estela de su ejemplo. Como en “Platero y yo”, Juan Ramón
Jiménez encuentra una flor del camino y le dice a su inocente acompañante:
“Esta flor vivirá pocos días, Platero,
aunque su recuerdo podrá
ser eterno”.
¡Memoria eterna, querido y
entrañable maestro Emilio Barrantes Revoredo!
Los textos anteriores pueden ser
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