lunes, 26 de octubre de 2020

26 de octubre. Nace Emilio Barrantes Revoredo. / Insigne maestro del Perú.


26 DE OCTUBRE 
NACE EMILIO BARRANTES REVOREDO 

INSIGNE 
MAESTRO 
DEL PERÚ 

Danilo Sánchez Lihón 






“Una vez que se conoce y se ama, 
el servir sigue como el día a la noche, 
pues el que ama aspira ante todo a servir”. 
Emilio Barrantes 

Emilio Barrantes Revoredo junto a José Antonio Encinas, Walter 
Peñaloza Ramella, Augusto Salazar Bondy y Emilia y Victoria Barcia 
Boniffatti, constituye la pléyade más excelsa de educadores peruanos. Vivió 
104 años de vida fecunda y honrada. Copio lo que escribe en uno de sus libros 
como confesión y testimonio personal: “Nunca he mentido, jamás he cogido 
algo ajeno. Tampoco he mirado con deseo a una mujer que no fuera la mía”. 
Fui amigo personal de Emilio Barrantes y guardo como herencia preciada 
la colección manuscrita de sus poemas inéditos que él me legara. 
He aquí un pasaje más que él me contara de su vida: 



Emilio Barrantes Revoredo


1. Ser 
maestro

 

 Aquella maleta que perdió Emilio Barrantes en su primer viaje, y recién graduado como profesoral, al ir a tomar posesión de su puesto de maestro, valía mucho, pero su pérdida no le afectó demasiado.

Valía como vale el mundo que se deja atrás, pero del cual es importante desprenderse para aspirar y asumir el nuevo mundo.

Y Palca, que es ahora uno de los nueve distritos que conforman la provincia de Tarma, ubicada en el departamento de Junín, era y representaba para Emilio Barrantes en ese momento aquel mundo futuro.

Porque, cuando yo le he solicitado, por ejemplo, a Don Emilio fotografías de su época estudiantil me ha respondido siempre así:

“Todo, Danilo, estaba en esa maleta que perdí en mi viaje a Palca”.

Tampoco conservaba la imagen de su madre, a quien adoraba, porque el único retrato que conservaba de ese ser querido, y me confesaba que poco a poco, con desesperación para él, los rasgos de su madre se le iban borrando de la memoria consciente, aunque cuando soñaba decía que ella aparecía nítida e intacta.

 

Pueblo de Palca en Tarma


2. Misión

qué cumplir

 

Lo sorprendente es la actitud de expresar que esa pérdida no le afectó demasiado como pérdida material. En realidad, casi nada. Quizá porque la maleta representaba en ese momento, y ante él, el mundo antiguo y pasado frente al reto del mundo nuevo y futuro.

Realidad que hay que afrontar y ante la cual caben todas las iniciativas posibles a fin de lograr las transformaciones y cambios que se requieren y son necesarios asumir.

¿No percibimos entonces que hay aquí un secreto, una llave maestra, un tesoro y un signo providencial de lo que es ser maestro?

Porque, era su primer ingreso al aula, al patio de recreo, al sistema educativo.

Más importante, infinitamente más importante que la pérdida de la maleta, era la misión que tenía que cumplir.

 

Casona de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos


3. Mensaje

que toca asumir

 

Y esa prueba no podía encontrarlo a él debilitado, ni tronchado, ni frágil.

No es que no tuviera valor la maleta que acababa de perder. Allí estaban sus libros, sus escritos primigenios, ¡su diario íntimo!

Y mucho más debía afectarlo siendo él tan exacto y meticuloso en el orden de sus asuntos y cosas.

Pero le creo cuando dice que no le afectó en absoluto la pérdida, por la circunstancia que vivía en ese momento cuál era la del maestro que va a hacerse cargo de un centro educativo, enfrentarse con una misión sacrosanta y un desafío trascendental en la vida, sin permitirse ninguna resquebrajadura, mella ni vacío.

Es por eso, como él mismo lo confiesa, que “se dedicó a leer y a cantar con el mejor ánimo del mundo”, relata.

Y esto quiero resaltarlo como un mensaje que toca asumir y efectuar en todo maestro que asume esta labor y se precie de ser tal.

 

Tren al centro del Perú


4. Un edificio

a medio construir

 

Porque, “animo” es lo que hace, sostiene y alienta el ser maestro. Es ponerle ganas, entusiasmo y alma a nuestra tarea magisterial. Ánimo es lo que hasta sus 104 años de vida siguió teniendo Emilio Barrantes Revoredo. Y que es lo que alentó y seguirá alentando este maestro insigne del Perú, ánimo que no debemos perder ni dejárnoslo arrebatar como él no lo perdió ni en aquella ni en ninguna otra ocasión y circunstancia del vivir.

Ánimo es lo principal que él nos lega o deja, incluso en la hora en que partiera un ser tan querido para él, como fue su esposa. Ánimo es lo que resuman cada una de sus páginas de los libros que ha dejado publicados y en los otros escritos aún por publicar. Ánimo es lo que lo mantendrá vivo por siempre entre nosotros.

Ánimo es lo que él irradió desde el fondo de su presencia iluminadora. Ánimo es lo que yo sentía ante su presencia de más de una centuria. ¿No es extraordinario?

Y ha contado cómo a la mañana siguiente, después de haber llegado al poblado de Palca, encajonado entre cerros y azotado por un viento frío y desalmado, fue al local de la Escuela 848 y encontró que era un edificio a medio construir, con huecos en vez de ventanas y por donde corría la ventisca de modo inclemente e implacable.

 

La flor, símbolo del candor


5. Vibrante

trozo de vida

 

El corazón se le estrujó al descubrir que en lo que podía ser un patio los niños de rostros cobrizos, pobres, pero de mirada pura e ilusionada prorrumpieron a cantar dedicándole la siguiente canción a su nuevo maestro:

“Yo soy el indio que gime y llora,
desgraciado hijo del sol...
Tú solo puedes, ¡oh! sabio maestro,
con tu ciencia darme la luz.
¡Salva mi raza de la esclavitud,
rescata mi antiguo esplendor!”

Y continúa en su relato:

“La voz aguda y pura de los niños, la letra de esa canción, el calor del momento, la espontaneidad y la fuerza de ese acto improvisado, me llenaron de un sentimiento profundo que borró por completo la pobreza y la fealdad de la inconclusa casa de estudios, para dejar solo aquel vibrante trozo de vida humana que se fundía amorosamente con la mía.”

 

Niño andino. Foto. Centro de Prensa. Unicef. Perú


6. Nació

para la educación

 

¡Qué mensaje más hondo, desafiante y fortalecedor que éste para un joven maestro imbuido de ideales y anhelos de redimir en algo la difícil situación de los niños, jóvenes y adultos de nuestro país!

¡Qué prodigio la educación para sentir en un instante cómo puede cambiar el alma desde el desasosiego de mirar huecos en donde debería haber ventanas e ir sintiendo cómo todo se convierte en fortaleza, ánimo y pasión de querer hacer las cosas de modo distinto y mejor!

¡Y eso en esencia es ser maestro! Tener ánimo para afrontar incluso las adversidades. Y es que Emilio Barrantes nació para la educación, estuvo signado por ella. Era su esencia, su centro y su vocación. O mucho más que esto: ¡su gran amor! Él lo explicaba del siguiente modo:

“No es que yo elegí la educación, sino que ella me eligió a mí”.

Y reitera:

“Era una fuerza superior a mí mismo la que me hacía vibrar por entero cuando se trataba de la educación.”

 

Tarma. Foto: Hotel "El vuelo del cóndor"


7. Su recuerdo

podrá ser eterno

 

Lo dice cuando relata cómo tenía que escucharse, a sí mismo, sus alegatos y prédicas llenas de fervor por la educación; sus reflexiones acerca del niño, la escuela y la labor del maestro que luego diría en auditorios repletos de personas.

Dicha emoción solo se produce cuando la persona siente que hay un designio, una marca de fuego, o una misión a cumplir en determinado campo, área o perspectiva humana.

Cuando la persona es un receptáculo de un mensaje superior y profundo que viene desde muy lejos y muy hondo, respecto al cual ya no se trata de elegir o no tal o cual tema, trabajo o profesión, sino que se siente que ella es la que nos ha elegido.

Él partió, pero nos dejó para siempre la estela de su ejemplo. Como en “Platero y yo”, Juan Ramón Jiménez encuentra una flor del camino y le dice a su inocente acompañante:

“Esta flor vivirá pocos días, Platero,

aunque su recuerdo podrá ser eterno”.

¡Memoria eterna, querido y entrañable maestro Emilio Barrantes Revoredo!

 

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