domingo, 4 de octubre de 2020

4 de octubre. Homenaje a Arturo Hernández, autor de Sangama y Selva Trágica. / Vida a golpes, y legendaria.


4 DE OCTUBRE 
HOMENAJE A ARTURO HERNÁNDEZ 
AUTOR DE SANGAMA Y SELVA TRÁGICA 

VIDA
A
GOLPES

Danilo Sánchez Lihón 



Arturo Hernández


Hoy día 4 de octubre del año 2020 ha culminado 
el homenaje a Arturo Hernández por cumplirse 50 años 
del fallecimiento de este autor, organizado por Lupuna y 
otras organizaciones culturales amazónicas, 
a las cuales nos adherimos fervorosamente. 


1. Cuenta 
él mismo

 

Arturo Hernández, el autor de las célebres novelas “Sangama” y “Selva trágica”, nació en la provincia de Requena, en Sintico, a la margen izquierda del río Ucayali, en plena selva amazónica, el año de 1903, y murió en Lima el 2 de abril del año 1970.

Nunca pudo averiguar ni el día ni el mes de su nacimiento, sino apenas el año, pero quizá lo que más resalta es la circunstancia en que vino al mundo, que fue:

“En la época en que los salvajes irrumpieron en el pueblo de Samanco y raptaron a todas las mujeres”.

Eso lo cuenta así, él mismo. Es decir, ni siquiera nació en la capital de la provincia sino en un bohío del distrito Emilio San Martín, nombre curioso pero que fue de un héroe de la Marina de Guerra del Perú en la guerra con Chile.

Y de quien se refiere la hazaña de que para hundir un barco enemigo hizo explotar una bomba cargándola en sus brazos y después a fin de que se active disparándola con su revólver.

 

Sintico, en Orellana


2. Tres

días

 

Nació Arturo Hernández en un pueblo que a la vez desapareció no solo una vez sino varias veces, pero que ha vuelto a aparecer, como ocurre con la mayoría de pueblos de la Amazonía que cambian de uno a otro lugar.

Y eso debido principalmente a que los lleva el río, a causa que la tierra sobre la cual se asientan es arcilla aluvial que cualquier día vuelve a ser arrastrada por la corriente de agua.

Pero un día el río no solo se tragó el pueblo sino toda la tierra que Arturo Hernández tenía bajo sus pies. O sea, su lugar de origen sí desapareció por completo.

Ese día Arturo solo se salvó trepándose a un árbol en donde permaneció montado y sujeto a una rama durante varios días seguidos con sus respectivas noches, para después bajar, nadar y alcanzar una orilla desconocida, como si para él fuera otro mundo.

Aprendió a leer en la escuelita que organizó su padre para los hijos de los obreros que trabajaban en la recolección de caucho en el shiringal, que se llama así al paraje rico en árboles que ofrecen ese producto: ¡el caucho!, que en la época que vivió era tan apreciado tanto como el oro.

 

Cabaña en Sintico


3. A punta

de palos

 

Pero ocurrió que murió su madre y su padre entonces lo llevó a vivir con su abuela de parte suya, o sea lo dejó en manos de la progenitora de sus días pensando que nadie mejor que ella podía cuidar de ese niño por ser su propia sangre y por ser su propio hijo quien a ella le encomendaba ese cuidado.

Pero, lo cierto es que ella odiaba a ese niño por ser fruto de una relación que nunca ella quiso que hubiera ocurrido ni aprobó jamás. Por eso, cada vez que la abuela, por ejemplo, lo veía que intentaba leer lo castigaba, diciéndole:

– Ay, maldito. Otra vez ya te encontré en este vicio.

– Perdón abuela, pero no me pegues, te lo suplico. Ya no lo haré.

– Si no te pego entonces ¿cómo te vas a corregir de estas ociosidades? ¡Ya te he dicho, trabaja! ¡Dedícate a tus tareas, y no a estas cochinadas!

– ¡Ay!, ¡ay!, ¡ay!

Y le daba duro.

– Así, infame, te voy a ser doctor, a punta de palos. –Le decía.

 

Arturo Hernández


4. Marinería

a bordo

 

Trató de fugar varias veces de esa tutela. Pero terminaron encontrándolo selva adentro. Razón por la cual su abuela decidió mantenerlo día y noche, amarrado con una cadena a un palo plantado en la parte externa de la cabaña en donde había un fogón.

En realidad, permanecía allí porque tenía, además, que cocinar, lavar los platos, las ollas y la ropa. Y allí mismo dormía en el suelo. Lo mantuvo como esclavo, y cuando tenía que moverlo a otro lado lo mantenía bien atado a una estaca clavada en la tierra.

Su única alegría consistía, cuenta él, en mirar los barcos ingleses que pasaban resoplando sus sirenas rumbo a Liverpool cargados de goma elástica, o sea el caucho y también conocida como la shiringa.

Eran barcos de lujosos barandales que emitían volutas de humo en el cielo azulino de la Amazonía. Y con la marinería a bordo, vestidos de blanco impoluto e inmarcesible, todos ellos de ojos azules que se entrecerraban a la luz del sol, y pendiendo de su boca un cigarrillo, que le dejaban entrever que había otros mundos.

En la entrevista que Arturo Hernández concedió a Hernán Velarde para el diario Expreso, cuenta lo siguiente:

 


5. Nunca

se imaginó

 

–Un día pasó una barcaza llena de soldados, con destino a una guarnición del interior.

Levanté la mano para saludarlos presa de una emoción desconocida y al mismo tiempo sentí que una mano como una garra me sacudía por los hombros.

– ¿Qué miras, desgraciado?

– Me gustaría ser uno de ellos, abuelita.

– ¿Tú?

– Sí ma, ¿por qué no?

– ¡Porque eres un imbécil...!

Así era de cruel mi abuela.

Refiere él de ese modo. Y nosotros comentamos: Pobre viejita, nunca se imaginó que llegaría a ser General de Brigada del Ejército Peruano y además doctor en leyes con el cargo de Fiscal General del Consejo Supremo de Justicia Militar.

Arturo Hernández es, además el autor amazónico cuyas novelas han sido best sellers en diversos países de Europa. Está traducido al alemán, inglés, francés, ruso, yugoeslavo.

 

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