Quien vivió pese a
su invalidez como un rayo fulgurante. Y apasionadamente, pese a ser corporalmente
endeble e indefenso.
Porque nació en la
escasez y en la pobreza. Y su vida siempre fue de sacrificio y de estricto
cumplimiento del deber, sea como hijo, padre, hombre y ciudadano.
Cuenta por ejemplo
su hija mayor Gloria, fruto de una primera relación que tuvo el Amauta, y se
conmueve ahora ella al recordar este hecho, cómo su padre estando en su lecho
de muerte le extendió el sobre con el dinero de la pensión de ese mes, y que le
daba siempre.
Y que él –así lo
testimonió ella– nunca falló en alcanzarle como una obligación sacratísima que
él se impuso cumplir sin que nadie lo exigiera, y cumpliendo con ella incluso
el día de su agonía.
El Amauta, José Carlos Mariátegui
2.
Por eso su vida es
una espada blandiéndose, pero impoluta, en el aire. Es un cometa iluminando en
el cielo oscurecido.
Apasionado, sincero
y límpido.
Vivió en al arte,
en la política, en las ideas, haciendo periodismo, pero sin contaminarse nunca
de bajezas.
Jamás aceptando un
halago, una recomendación ni menos una distorsión. Y jamás una prebenda; más
bien encendiendo luces, ardiendo e iluminando.
A quien la carencia
económica lo obligó a trabajar siempre para proveer de sustento a su familia y
dedicando todo su esfuerzo y energías a la construcción de una patria
socialista en el Perú.
Y nunca pudo dar
descanso a su pluma porque muchos dependían de ella para saber hallar el camino
a sus vidas.
Pero también para
alentar la causa a la que tenía comprometido sus ideales.
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