La danza es arte primigenio que nace con la aparición
del hombre sobre la faz de la tierra, porque se vincula a su palpitación, al
ritmo de la sangre y a la respiración de nuestro cuerpo que interiormente
danza, así como danzan las estrellas y las galaxias del universo. La danza es
el arte más antiguo de la cultura de los hombres y los pueblos.
Y aún antes de que el hombre existiera ya había danza,
puesto que lo más ínfimo y lo más vasto en el universo, danza. Las aguas y el
mar danzan. Basta escuchar el descender de un río, y distinguir el ritmo de
timbales, trompetas y tambores que resuenan en sus chorros. Y en la altamar de
los océanos las aguas se agitan ondulantes. Como a la orilla de las playas el
oleaje fluye y refluye en una danza interminable.
Danzan los árboles y sus copas. Danza la sabia dentro
del tronco y sus ramajes. Danzan las espigas al soplo del viento estival. El
sistema solar danza, acompasados los planetas y satélites, con movimientos
ondulantes; donde la tierra bailarina recorre vertiginosa y girando como un
trompo, y bamboleándose de la cabeza a los pies.
2. Por lo que se es
y no se es
En el arte rupestre de las Cuevas de Altamira, en la
Cantabria de España, así como en las Cuevas de Toquepala, en Ilabaya, provincia
Jorge Basadre, en el departamento de Tacna, en el Perú, los hombres pintados en
la piedra danzan hasta cuando cazan.
En las primeras manifestaciones humanas la danza
adquiere un carácter ritual; en primer lugar, para exorcizar las fuerzas de la
naturaleza a fin de hacer propicia la caza y la pesca. Como también se danza
antes de las confrontaciones y las batallas entre tribus rivales. Y se danza después
para celebrar y adorar a las entidades divinas y agradecer su concurso
favorable en los asuntos que más nos importan e incumben en la vida.
Y se danza por gozo, por solo el anhelo y el deseo de
reconocer la dicha de vivir, como por entrar en armonía con todo lo demás, con
uno mismo, pero a la vez con todo lo que nos rodea, el presente, el pasado y el
futuro, lo que es y no es; por lo vivido y no vivido, agradeciendo simplemente
el hecho de existir.
3. Agua, aire,
fuego y tierra
La danza es la conjunción del cuerpo con el espíritu
en el centro más esencial y culminante en que estas dos verdades se juntan: en el
acto ceremonial de la celebración y la fiesta.
Y cuyo lenguaje es el movimiento en su expresión más
intensa y sublime, mediante el ritmo y el compás que trazan unas líneas
creadoras, imposibles de que antes o después existan.
Salvo en el presente en donde la danza nace y se
configura, principalmente en base a impulsos y emociones que se traducen en
ritmos, compases y evoluciones.
Y como todo aquello inherente a la conjunción más alta
del cuerpo y el espíritu está ligado a la adoración.
Así como todo aquello en relación con la naturaleza
está ligado al agua, al aire, al fuego y a la tierra.
4. Variedad
e intensidad
Sea porque en la danza se incorporan aquellas
presencias naturales que veneramos como los cerros, los ríos, las lagunas, los
picachos nevados, o bien sea porque estén dedicadas a las deidades en las
cuales creemos fervorosamente; y que no tienen una expresión externa, sino que
son espíritus que más habitan en el espacio interior de nosotros los seres
humanos, la danza es sagrada.
Por ambas razones, sensoriales como simbólicas, las
danzas han incorporado a la expresión natural del cuerpo una vestimenta y
parafernalia que representa la mímesis de fenómenos naturales, anímicos y sociales
que vale asumir, interpretar y valorar.
Otro aspecto es la coreografía que desarrolla una
estructura compuesta de momentos o estadios en el transcurso de esta expresión
artística, a fin de darle variedad por un lado e intensidad por el otro. Y expresión simbólica de los contenidos del alma humana.
5.
Lo más
supremo
Es por eso que
la danza por un lado tiene una expresión personal, de impulso anímico, pero a
la vez es una manifestación colectiva.
En donde el
individuo participa en una comunión profunda con los seres con quienes comparte
un destino común y solidario.
La danza es
expresión del ser individual, pero también del ser colectivo. Y en las culturas
originarias se danza en alusión y en vínculo con la divinidad.
Adorando de
ese modo a las montañas, a las nieves perpetuas, a las cascadas de los ríos o
bien a las estrellas y cometas del firmamento.
Aunque es una
expresión depurada del movimiento corporal es a su vez un rapto sagrado del
espíritu por el cual nos encomendamos a lo más supremo que
hay en el universo.
Porque con
toda danza se exorciza la muerte, se afianza la vida y se pulsa la eternidad. Y
porque en el universo íntegro hay un Dios que danza.
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