Juan Ojeda. Pintura: Víctor Escalante
1970
Enero
Cierta desesperación nos hace salir cerrada la
tarde hasta los últimos barrios, con callejuelas inundadas por el crepúsculo,
puertas que se queman en una luz pálida, perros que ladran sin poder ahuyentar
cierta recóndita soledad que duele en los pies y que agujerea nuestros zapatos.
Febrero
Nos gusta vagar por los pueblos silenciosos. ¡Oh,
este atardecer! Y luego de merodear por las calles llegar hasta las agencias de
ómnibus que parten y que llegan. Hay un horizonte rojizo de antenas y aleros,
los faroles, las techumbres, el lucero
Marzo
– Ebrio, duermes atrapado en la copa de un árbol.
Sólo despiertas para despotricar de los guardias (que son tres), y han pedido a
la Unidad de Cotabambas una manguera. Con agua helada tratan de bajarte del
ficus de la Plaza Aljovín, al costado de mi casa.
Abril
– Hablas de la desintegración del ser. De allí
tu amistad, sin retorno, con Ubaldo,
hijo, según él, del Papa Clemente X; con Jaime Serpa, parapléjico fundador del
movimiento ICRU; con Percy Mostajo, que recita de memoria y con ojos de gozo
infinito, la Guía Telefónica de Lima, memorizada desde la A hasta la Zeta.
Mayo
– En Breña,
pagamos 20 soles al chofer de un taxi, lívido y tembloroso, para que te suelte
y no te lleve a la comisaría por haberte arrojado a las llantas de su auto que
pasaba a toda velocidad. Pudo frenar apenas a veinte centímetros de tu rostro
impávido tirado en la pista adonde te has arrojado.
Junio
– En la
playa de Barranco se te hace evidente el sentido de lo irreparable. Las charcas
del mar y las barcas como cruces.
Julio
– En el hall
de la Residencia de Estudiantes de San Marcos eres bañado por una gavilla de
estudiantes con la manguera a toda presión que han recogido de los jardines
exteriores del local. Sentado en el sillón te golpea eI chorro de agua helada y
no te inmutas. Los desprecias.
Agosto
– Te echan sin aviso de la habitación N° 26 de la
Residencia Universitaria, encontrando una tarde al volver parte de tus cosas
tiradas en el pasillo.
Setiembre
– Leemos
poemas en el recital de San Marcos, organizado por el Centro de Estudiantes de
Literatura. En esa ocasión publicas el poema Elogio de la destrucción.
Noviembre
– Leemos
poemas en la Casa de la Cultura, a nombre del grupo Piélago y en donde
Hildebrando corre a cuenta de las palabras prológales, diciendo al presentarnos:
“...En nombre de una admiración y respeto sin límites que siento por ellos,
porque se han entregado con pasión a la poesía, al incendio, a la vida”.
Juan Ojeda
1971
– Te embarcas en el Callao rumbo a Europa siguiendo
la ruta de Panamá.
Agosto
– Dictas
conferencias en el Paraninfo de la Universidad de ese país del istmo, las
mismas que versan sobre La narrativa peruana y también otra acerca de la Poesía
nacional en la Federación Sindical de Trabajadores.
1972
Febrero
– Eres
entrevistado por Vilma Ritter para el periódico El Panamá América.
Abril
– Se
publican otras entrevistas que te hacen acerca de Teatro peruano en el
suplemento dominical de El Panamá América.
Octubre
– Regresas después de un año de haber deambulado
por uno y otro sitio, sin poder otra vez cumplir con tu anhelo de llegar a
Europa. ¡Oh muros impenetrables son los océanos para tus pasos fugitivos!
Noviembre
–
Últimamente te pusiste mal. Es tu diversión corretear por calles
solitarias, a los poetas laureados del Perú que se esconden en cualquier recodo
de tus pedradas.
Diciembre
– En el bar Palermo arrojas una bandeja de escabeche encima de un grupo de intelectuales, quienes juran allí mismo no perdonarte la ofensa inferida. Y lo cumplen desterrándote de todos sus textos y recintos.
1974
Enero
– En El Gato Negro de la Plaza San Martin pides un
bolero al caballero del piano, y con galantería sibilina invitas a danzar a un
señor que, melancólico y ausente, bebe un corto en la mesa de al lado. El
caballero accede y arrobados bailan entre las mesas silentes. El dueño del bar
los saca del brazo y les dice que acá no está permitido hacer eso. Armas un
tremendo lío y vas a parar con el rostro ensangrentado a la Comisaría de la
Avenida Alfonso Ugarte.
Febrero
– En las Barrio Obrero, en la Ciudad Universitaria
de San Marcos, besas a un estudiante de antropología, quien sorprendido e
iracundo te llama “degenerado” “pervertido”, “maricón”. Quiebras una botella de
cerveza golpeándola en el filo de la mesa y arremetes directo a la yugular del
muchacho que cae y se desangra. Después huyes y te arrojas a las ruedas de una
camioneta en la Avenida Colonial que elude tu cuerpo tendido y atravesado en la
pista.
Juan Ojeda
Marzo
– Ingresas a
la Escuela Nacional de Bibliotecarios.
– Semanas en
las que no se sabe nada acerca de tu paradero.
Abril
– Amenazas con dar muerte al poeta más
representativo del Perú y las barrenderas de la calle al amanecer salvan a
Martín Adán de ser arrojado de un puente.
Mayo
– Intentas
seducir a unos zambos que te creyeron homosexual. Si no fuera por la mujer que
les despachaba cerveza te vaciaban el intestino con filudas chavetas.
Junio
– Bebes sin dormir hace cinco días. En el bar del chino Chiang Kai shek, al final de la Avenida Manco Cápac, esquina con la Av. México. Contemplas la luz lechosa de la ventana y, con los pies sobre el aserrín, observas conmovido al amigo que se balancea dormido sobre la banca. Los mozos limpian las mesas, ponen patas arriba las sillas. Algunos parroquianos silenciosos sorben café con leche y panes sin queso ni mantequilla. En el salón del fondo subes a una mesa y disertas sobre teorías del karate; sobre la vida, la muerte, la moral, la mujer, el vino. Se arremolinan señoras y amas de casa que van de madrugada hacia el mercado al verte tras el ventanal de barrotes que da a la calle: –Está hablando el profeta. –Escuchemos al sabio. Dicen. La gente curiosa de afuera se inquieta y pregunta: –¿Quién es? La respuesta: –Un hombre que cura enfermedades. Un santo. Un apóstol que anuncia la venida del anticristo. Tú las haces arrodillar, besan tus zapatos, se persignan y salen iluminadas.
Julio
– Huyes hacia Chorrillos, buscas los farallones
empinados. Espumas. Inflas las narices. Pero, en el último segundo desistes. Te
descuelgas lentamente por las rocas. Sangran los senos de la luna en las peñas,
salen de sus nidos los pájaros aturdidos por la claridad y el silencio,
hiriéndose unos trepan hasta las rocas inhiestas, otros quebradas las alas
arañan las piedras. ¡Ah, mano demente, ojos dementes y risa de un Dios demente!
Agosto
– Mecanografías, preparas y empastas tres
ejemplares de tu libro “Elogio de los navegantes”, obra cumbre de la literatura
peruana, que dejas en casa de tres amigos.
Septiembre
– Duermes a
las 10 de la mañana en el pasto del Patio de Letras de San Marcos. Los pliegues
del saco cuidadosamente recogidos.
Octubre
– Por la
noche, declaras tu amor a la muerte en un teléfono público, que contesta
personalmente y después te deja con el fono descolgado. Se ríe a grandes
carcajadas al otro lado de la línea. Después llora desconsolada.
Noviembre
– Llegas al cuarto de Víctor González Pumachayco en
la Residencia de Estudiantes de la UNMSM. Quieres beber y le confiesas que hace
tres días no recuperas la razón, sientes que tu cabeza se ha vuelto hueca, que te
cuesta orientarte, que todo es fofo, que pierdes el equilibrio, que sientes que
una oscuridad avanza dentro de ti, de que te has vuelto idiota, que qué puedes
hacer. Le pides un sol de pasaje y corres espantado por las calles.
– Al amanecer escondido detrás de una esquina en la
cuadra 17 de la Av. Arequipa esperas agazapado al auto que corre a toda
velocidad y te arrojas a las ruedas. Das un grito. Se oye un golpe seco. Y un
auto que escapa veloz, en estampida.
– Respondo una llamada. Mi hermano Guillermo me
avisa al INIDE, acerca de una nota urgente que acaban de dejarme en la casa y que
vuelve a leer tembloroso: "Querido Danilo. Sírvase presentarse lo más
antes posible a Ramón Herrera 529, Urb. Elio, por la Universidad de San Marcos,
por haber fallecido su más íntimo amigo Juan Ojeda. La familia”.
– ¡Cómo pesabas de muerto! Yo, Juan, cómo
imaginarme cargándote por estos delgados pasadizos del Cementarlo El Ángel, con
los guardianes que días antes nos corrían por deambular por estas callejas, desubicados
y confusos. Ahora van detrás de ti encogidos como gallinazos en sus mamelucos
negros.
Diciembre
– ¡Qué terrible es la vida!
Juan Ojeda
1975
Enero
– Aquí me
tienes, contando viejas campanadas en el reloj alemán del Parque Universitario.
Eterno aguafiestas. Bajo tu cara de palo nadie podía saber que también la vida
era para ti una diversión, que había que celebrarla y libar por ella.
Febrero
– Entreveo
que hemos de quedar algún tiempo olvidados. El Obispo y Virrey Carroña
gobiernan todavía con astucia y dolo estos reinos encorsetados de la pudenda
poesía peruana.
Marzo
– Tedy ha muerto. Se acordaba enternecido de la
lluvia en Pucallpa y del cantinero en Aguaitía. Te cuento que aún caminan por
los pasillos muchachas en flor, más listas y vivaces que nunca.
Abril
– Juan: tú
viviste en la aventura suprema. Sin ataduras. No te importó nada fijo. Sólo la
poesía que es movimiento, corriente y precipicio. La poesía que es mudanza
eterna, río que se da en el vaso insondable de una oda, un soneto, una cantiga.
Mayo
– Qué
terribles y atroces tus días. Y, a la vez, qué brillantez y esplendor en tus
juicios. Y ni un solo fotógrafo ni gramófono para ellos; nadie que vaya al
periódico y escriba una crónica estupefacta y
desconcertada.
Junio
– ¡Y he aquí, todavía, el mundo! Te recuerdo cuando
alzando la cara decías: El mundo nada más es esto Danilo. ¡Nada más que esto!
Es decir: las arañas ensimismadas en las vigas impávidas, el ventilador
monocorde, el foco de luz encendido, una franela amarilla que hace años fue
verde.
Julio
– Aquí estamos Juan, matándonos. El reloj ya no
suena. Caemos frecuentemente en la nostalgia, en la cólera incierta o en el
tedio.
Agosto
– Cuando
Lima es toda bruma te recordamos con Hermógenes Janampa. Cesó el fuego de las
guerrillas y la soledad aúlla.
Setiembre
– A mí puedes verme aquí borroneando penas. Y el
techo de mi cuarto que gotea sobre mis papeles. ¿Para qué, entonces, la poesía?
Octubre
– Todavía camino deteniéndome al borde de cada
cosa. Absorto en los “marcha tijeras” que salen luminosos cuando desenvuelvo
viejos papeles, expuestos a que los derrumbe de un manotazo.
Diciembre
– ¡Viejo bucanero! Siempre, por estas mismas
calles, yo ando riendo y llorando.
1976
– Juan, para
mi tú no fuiste misterio, sino sólo abismo.
Los textos anteriores pueden ser
reproducidos, publicados y difundidos
citando autor y fuente
dsanchezlihon@aol.com
danilosanchezlihon@gmail.com
Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:
Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Editorial Papel de Viento: papeldevientoeditores@hotmail.com
Editorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.pe
Ediciones Capulí: capulivallejoysutierra@gmail.com
Ediciones Altazor: edicionesaltazo@yahoo.es
*****
DIRECCIÓN EN FACEBOOK
HACER CLIC AQUÍ:
https://www.facebook.com/capulivallejo
*****
Teléfonos:
393-5196 / 99773-9575
Si no desea seguir recibiendo estos envíos
le rogamos, por favor, hacérnoslo saber.
No hay comentarios:
Publicar un comentario