jueves, 12 de noviembre de 2020

12 de noviembre. Día de la Pediatría. / Un botiquín en sus bolsillos.


12 DE NOVIEMBRE 
DÍA DE LA PEDIATRÍA 

UN BOTIQUÍN 
EN SUS
BOLSILLOS

Danilo Sánchez Lihón 



Mi padre curando llagas. Pintura Oswaldo Ruiz


"Mundo mundo vasto mundo 
más vasto es mi corazón". 
Carlos Drumond 

1. Los bolsillos 
de su saco

 

Mi padre, así, tuvo una evolución singular en su vida, y con él nosotros sus hijos, cuando desde la pobreza y la orfandad se hizo profesional con ayuda de mi madre, viviendo en escuelas sin luz y sin agua, vacías, en la época de vacaciones cuando estudiaba en los ciclos de capacitación para ser normalista en Trujillo.

Y entonces se hizo un señor elegante, atildado y hasta señorial. Allí fue cuando nacimos Juvenal y yo. Y nosotros mismos no podíamos sentarnos en el suelo sea de piedra o de tierra apisonada, sea de cemento o de azulejos.

Sino siempre sobre un cojín que teníamos cada uno y que mi madre le sobrepuso todavía más: que era una funda primorosamente bordada por ella. Y usábamos ternos del mismo color y hechos de la misma tela que nos hacían a ambos.

Y las fotos de aquella primera época lo muestran a él como un aristócrata, que es como lo recuerdo cuando yo era muy niño con esa fragancia de colonia de marca Tabú en sus ternos y camisas.

 

Mi padre el tercero de la izquierda, con cigarro


2. Solaz

y arrobamiento

 

Pero después evolucionó de lo rico y ostentoso a lo sencillo y cotidiano. De lo sofisticado a lo simple, de lo refinado a lo ordinario y hasta pobre.

Y se hizo llano, común y corriente, un maestro a quien le importaba sobre todo ya no su elegancia sino el destino popular, y sobre todo los niños y su salud.

Hecho que se representa en lo que cargaban los bolsillos de su saco ya para aquel tiempo colgantes, asombrados; y, es más: estupefactos.

Hay en esos bolsillos de mi padre bolas para jugar o canicas increíbles en sus diferentes diseños, impacientes por salir a rodar en el mundo, empujadas por las manos inocentes de los niños que no saben que no solo las canicas, sino que el universo y la vida íntegra ruedan, con buena o mala suerte.

¡Aunque siempre sin saber hacia dónde!

¡Es en todo esto que radica el secreto de cómo mi padre hace callar a un niño que llora!

 

Mi padre de terno claro. Al pie Juvenal


3. Lejos ya

de sus suspiros

 

Ya cuando era inconsolable la pena les deslizaba entre las manos una canica, talismán o abalorio que los demás niños, ¡se levantaban a ver qué es y cómo, mientras el favorecido lo encierra en su puño ya consolado!

Él niño entonces orgulloso y ya callado, lejos ya de sus suspiros, aunque con sus lágrimas aun desbordando en sus ojos, las muestra orgulloso y extasiado.

Es colocando una o varias de esas joyas en sus manos cómo los hace sonreír, para lo cual selecciona aquellas bolas que tienen motivos divagantes e insólitos, revelando así que primero él con ellas se extasiaba y llenaba de embeleso.

Asimismo, hay en esos bolsillos pequeños lápices ya sin borrador y sin punta. Otros con la goma hundida. Siempre son pequeños, de la mitad para abajo. Y se conmueve cuando encuentra uno que los demás desechan. Entonces los vuelve a sacar punta con solaz y arrobamiento.

 

Con sus alumnos


4. Una seña

de alegría

 

Lo hace haciendo volar las astillas exactamente sobre una franela verde que para entonces desdobla y adónde van a parar irrevocablemente volando por el aire cual gorriones que sucumben atraídos por algún extraño hechizo o sortilegio, cayendo incrustados de pico en aquella pradera verde.

Y yo, y otros niños, subyugados en ver si alguna de esas avecillas escapa de aquel destino, yendo a caer en cualquier otra parte de la mesa o del suelo. ¡Nunca! ¡Ninguna! ¡Jamás! Todas caen en ese paisaje embrujado, o de vuelta a ese paraíso perdido de una simple tela verde extendida en la mesa. Él sabe de nuestro arrobamiento, y él sabe que es por la electricidad al haberla frotado antes, pero nada dice.

También se encuentra en esos bolsillos borradores de distintos tamaños y matices que él junta para entregárselo a los niños en sus tareas, cuando a ellos se les ha perdido en el camino. Él lo sabe cuándo los nota compungidos. Y antes que se echen a gemir y a llorar les pone en su delante, haciéndoles una seña de alegría con los ojos. 

Con su violín


5. La flor

de un rosal

 

Pero lo que más abulta esos bolsillos y que es la razón por la cual me puse a escribir estas páginas es que hay todo un botiquín de primeros auxilios y para curar a los niños.

En esos bolsillos hay obligado un frasco de agua oxigenada y que es lo primero que él vacía sobre una herida, y otro de aseptil rojo.

Y envueltas en un sobre pastillas de sulfa, que raspa y esparce el polvillo en cualquier herida, a fin de combatir las infecciones de cualquier niño que encuentra, sea en la calle o ya sea en la escuela.

Porque hay épocas en que se le da en curar las verrugas de las manos de todo pequeño que halla sentado al borde de la vereda o esperando lo que sea.

Para eso en esos bolsillos portaba todo un botiquín, compuesto de rollos de gasa y algodón y esparadrapos en sus bolsas, como de instrumental básico: pinzas, jabón y una tijera pequeña.

 

Danilo Sánchez Gamboa


6. En el alma

de la gente

 

Envueltos en breves madejas, que hace alrededor de sus dedos, carga hilos que enrolla luego en el centro como si fuera un fideo de corbata.

¡Y todo lo amarra con esos hilos! Incluso la flor de un rosal asomada al sendero con el peligro que sus espinas arañen a una persona, lo sostiene amarrándola con manos seguras y sin que nadie lo vea, salvo yo que muchas veces he ido a su lado.

¡La clase de humanidad que alentó mi padre se lo podía descubrir a partir de sus bolsillos! Allí está el maestro, el músico, el sastre y el ciudadano. Y, sobre todo, el protector de los juegos y los sueños de los niños.

Y, si se lo mira bien, pensando en la púa de su mandolina infaltable que porta, es quien mantiene la emoción, y hasta crea la ilusión en el alma de la gente, a quien él, como maestro, cree su deber consagrarse y proteger.

 


El Municipio Provincial coloca una placa
en su homenaje en la puerta de nuestra casa


7. Lo abraza

y arrulla

 

Esos son sus verdaderos tesoros y desvelos, porque nunca acumuló una joya que no fueran eso para él algo que valieran, ni muebles ni propiedades. Nunca tuvo un cofre donde guardar un anillo, una medalla, un diamante.

Jamás lo vi atesorar nada que fuera de este mundo. Y esa es la herencia que nos ha dejado a muchos que fueron sus alumnos y a sus hijos, aquellos tesoros que cabían en sus bolsillos. Sobre todo, el botiquín.

Con ellos toda la tierra era suya, los paisajes, los caminos, porque era vasto e infinito para amar, acoger y adorar al niño, al ser humilde, a su pueblo y a su tierra que ahora lo abraza y arrulla en su seno.

 

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3 comentarios:

  1. ME ENTERNECE la crónica sobre tu padre,no se de otro que tuviera tantas cualidades y valores.

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  2. ME ENTERNECE la,crónica sobre tu padre,no se de,otro que tuviera tantas cualidades y valores.Abrazos para tí Danilo.

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  3. Gracias, Maestro Danilo, por la transparente semblanza verboicónica de vuestro Padre y Maestro, que evocan en mi los recuerdos de mi infancia y de mi Padre, Eugenio Corrales Panchas, también Maestro normalista (45años) y sastre, nacido en Hoja Redonda (Chincha Baja), quien desarrolló su larga labor magisterial en una hacienda de Independencia (Pisco), luego en Pisco Pueblo y, finamente, en Chincha Alta, en dos escuelas: Diurna (director) y Nocturna (profesor). Vivos en la memoria colectiva de nuestros pueblos, siguen presentes en la Educación nacional, pues tuvieron hijos maestros, Danilo y Eugenio, respectivamente, Docentes Sanmarquinos en la especialidad de lengua y literatura.

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