miércoles, 11 de noviembre de 2020

11 de noviembre. Semana de la Conservación y manejo de la Vida Animal. / Un perro valiente.


11 NOVIEMBRE 
SEMANA DE LA CONSERVACIÓN Y MANEJO DE LA VIDA ANIMAL

UN 
PERRO 
VALIENTE 

Danilo Sánchez Lihón 




1. Cumbre 
y hondonada

 

– ¡Guau! –Es su ladrido cada vez más débil y lastimero en la noche tupida. Ya hace dos horas que lo busca desesperado por atajos y boscajes, hoyas y cañadas, y no lo encuentra. Y corre.

¡Por Dios! ¡Que ya responda! ¡Que ya aparezca! ¿Dónde está? Quiere que él ya esté aquí. Anhela verlo a su lado; encontrarlo en este instante. Y nunca más olvidarse que lo quiere, que lo ama en todos los instantes sucesivos de esta vida.

– ¡Guau, guau, guau!

O quizás Rodrigo ha caminado hasta el otro extremo del valle, vadeando el río cuya corriente amengua en el día y se acrecienta en las noches, pero que yo sí sé cómo cruzar saltando entre las piedras.

Si es así ha subido por el sendero de pencas y magueyes desde donde ambos han contemplado muchas veces las flores escarlatas y visto trazar sus arabescos en vuelo loco a las torcazas de los buenos y malos tiempos.



2. Veloz

como un rayo

 

Corre hacia allá, conteniendo en la garganta ya reseca los últimos ladridos que le quedan antes de caer fulminado, y a fin de que él pudiera oír y responder, ya esté en una cumbre o ya esté en una hondonada. O hundido en la hojarasca en donde seguramente Rodrigo yace atrapado.

¡Oh, Dios! ¿Por qué no responde? Tal vez esté enredado en algunas lianas, sin poder caminar por alguna luxación o fractura de alguna pierna herida, en la cadera, o en el tobillo, producto de alguna caída.

Y agotado de tanto haber corrido, pero hinchando todo lo que puede sus pulmones Valiente ladra con un apuro supremo:

– ¡Guauuuuúúú! ¡Guauuuuúúú! ¡Guauuuuúúú! –Y su aullido se parece ya a un lamento:

Que Rodrigo escucha estando ya casi helado e inconsciente. Lo ha escuchado y grita con sus últimas fuerzas:

– ¡Valienteeee! ¡Valienteeee!

El perro lo ha oído. Salta sorprendido, ladra esta vez en esa dirección.

– ¡Valiente! ¡Estoy aquí! –Susurra con voz casi inaudible, pero que el perro percibe.

 


3. Tira

con más fuerza

 

Eso basta. Valiente sale corriendo en estampida, pero esta vez con rumbo a la casa, ya de regreso, veloz como un rayo.

El padre, con la mamá y el hijo mayor, Emilio, están sollozando en la puerta, agotados de buscar a Rodrigo y ya impotentes, junto a otros familiares y vecinos.

Valiente frena su carrera, pero aun así rueda por el suelo hasta quedar detenido pero hecho un ovillo por una mata de flores y hojarasca.

Se recupera y tira del pantalón del papá de Rodrigo queriendo arrastrarlo. Jala con tanta fuerza que lo hace tambalear.

– ¡Guau, guau, guau! –Vuelve a ladrar.

– ¡Zafa, perro! –Le grita el padre, impaciente.

Pero Valiente salta, lo vuelve a coger y tira con más fuerza.

– ¡Este perro me va a romper el pantalón! –Se irrita.

A punto está de darle un fuerte zapatazo, alterado como se siente. Pero su hermano Guillermo le advierte:

– El perro está tratando de avisarnos algo.

 


4. ¡Espera!

¡Tranquilo!

 

– Papá, de repente Valiente te está diciendo que ya encontró a Rodrigo. –Añade Emilio.

– ¡Guau! ¡Guau! ¡Guau! –Aúlla el perro, como si entendiera lo que acaba de decirse. Y se echa a correr por el campo humedecido.

– ¡Tratemos de seguirlo!

El papá, la mamá, el hermano, el tío y otras personas lo siguen a toda carrera por el bosque, perdiendo a veces los ladridos de Valiente, que avanza adelante y a toda velocidad.

– ¡Guau, guau, guau! –Se escucha a lo lejos, como un ladrido ya enronquecido.

Hasta que llegan a la base de un árbol muy alto. Allí el perro ladra con todas sus fuerzas hacia arriba. Desde lo alto Rodrigo responde:

– ¡Valiente!

– ¡Rodrigo!, –grita el papá–. ¡Espera hijo! ¡Espera tranquilo! Ya te escuchamos. ¡Vamos a subir a bajarte!

Y alumbran con linternas y reflectores la copa del árbol.

– ¡Espera!

 


5. Cogido

fuertemente

 

– ¡Papá!

– Tranquilo. Subiré a bajarte. ¡Pero tú sujétate bien! –¡Y ni te muevas! –Grita otra vez.

–Hijito, espérate. Agárrate fuerte. No te vayas a caer. –Ruega la mamá. Y llora de felicidad en silencio.

– ¡Mamá! –Exclama Rodrigo desde arriba.

– ¡No te muevas! ¡Espera!

El papá se desabrocha los zapatos, se los saca y las medias también. Y empieza a subir. Y avanza hacia lo alto firme y seguro. Detrás lo sigue tío Guillermo. Mientras la mamá se abraza a Emilio, temblando de miedo.

Sube el papá hasta la copa del árbol y encuentra a Rodrigo helado de frío, cogido fuertemente de una rama, apagada su voz y acalambradas las piernas. Detrás está el tío Guillermo para ayudar a sujetarlo.

Lo han cogido fuertemente. El padre arrimándole su espalda le indica que se coja de sus hombros. Junto con su hermano lo amarran con sus correas y sus chombas, bien sujeto a la espalda del papá quien empieza a descender.

 


6. La cabeza

erguida

 

Cuando llegan al suelo, la mamá y demás familiares desatan a Rodrigo, lo abrazan y envuelven en sus abrigos, porque le castañetean los dientes.

– ¡Guau! ¡Guau! ¡Guau! –Salta de gozo Valiente.

Y emprenden el camino de regreso a casa. Rodrigo turnándose en las espaldas de su padre, del tío y algunos vecinos a quienes los padres no dejan de agradecer.

La mamá le envuelve los pies. Y Emilio saltando de alegría carga sus zapatos humedecidos.

Delante va Valiente, como un capitán que avisa que el camino está libre y no hay peligro.

Ya en la cocina de la casa, tomando la sopa caliente y sintiéndose bien, Rodrigo dice, mirando a Valiente, que está sentado, pero con la cabeza erguida:

– Si no hubiera sido por Valiente yo me hubiera muerto.

 


7. Lleno

de caricias

 

Todos voltean a mirar a Valiente, al que le brillan de orgullo los ojitos. Y asienten moviendo la cabeza.

– ¡Sí! –Recalcan todos–. Valiente se ha portado corno un verdadero valiente.

Entonces Emilio va y trae una bolsa de galletas, que abre y deposita en el plato del bravo perrito.

La mamá trae un rico chocolate hecho con maní y frambuesa, que ha guardado para una gran ocasión.

Le quita la envoltura y lo pone delante suyo, y que él lame contento.

Valiente agradece a todos con sus ojitos y mueve la cola.

El papá va y trae su pipa, le enciende un poco de tabaco y lo pone en su plato. Valiente lo mira sorprendido. Y niega con la cabeza en señal de protesta. Tose, y todos ríen de la ocurrencia.

De cualquier modo, nuestro héroe agradece sacando su mejor sonrisa y saltando a los brazos de Rodrigo, que lo llena de caricias.

 

Pinturas

Julio Granados


Fotos 3, 6 y 7

Jaime Sánchez Lihón


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