Contemplar
el nevado Alpamayo es una experiencia mística, rayana en lo sublime y atávico.
Es sumirse en una actitud religiosa próxima a la revelación.
Es sentir
estar ante lo sagrado; y ante aquello que confronta moralmente nuestras vidas. Y
esto se alcanza sea por la blancura excelsa que irradia recortada en el cielo
azul también arrebolado de nubes blancas.
O ya sea
por su forma piramidal casi perfecta, aguda y sin par. O ya sea por su carácter
agudo e impoluto que va desde su base hasta su cumbre.
O ya sea
por su estela de esplendor que concentra todos los arcos iris que nos sume de
cerca o de lejos en lo sobrenatural.
O ya sea
por su ubicación en lo recóndito de la Cordillera Blanca, rodeada de un verde
magnificente.
Constituyendo
así una maravilla, una indescifrable hierofanía y un absoluto vívido, tangible y
hasta atroz constatarlo que se de en este universo.
2.
En 1966
fue proclamada por la revista Alpinismus
como “la montaña más bella del mundo” en un certamen realizado en Alemania y
que congregó a expertos montañistas de todo el orbe.
A la
competición se presentaron fotografías de 47 montañas. El segundo lugar lo
obtuvo el nevado conocido como K2 situado entre China y Pakistán. Y el tercer
puesto el monte Cervino, entre Italia y Suiza.
El
Alpamayo fue presentado al mundo por primera vez turística y científicamente en
el año 1935 por los exploradores y científicos Hermann Kinzl y Erwin Schneider.
Más
tarde, en 1951, fue escalado y descrito con mayor precisión por un grupo de
montañistas franco-belgas, dirigidos por George Kogan y Raymund Leininger.
Y fueron
ellos quienes hicieron circular por el mundo entero la noticias sobre la
elegante belleza y exaltación sin igual de esta montaña. Su forma piramidal es
perfecta, su cumbre es empinada, y escalarlo representa un reto para los
andinistas.
3.
¿Cómo llegar
hasta él y sentir la experiencia de estar ante lo sagrado? Lo hacemos enrumbando
por el verde valle del Callejón de Huaylas.
Admirando
el hermoso panorama que ofrece la imponente Cordillera Blanca de los Andes del
Perú con sus cumbres de hielo que se perfilan en el cielo de azul añil de
nuestra serranía.
En ese
trayecto lo que más predominancia tiene es ver cómo se erige el Huascarán, la
más alta mole blanca de esta cadena de montañas destacando a primera vista, más
no así todavía el Alpamayo que pareciera esconderse para darnos una sorpresa
después.
Para
poder apreciar la belleza del Alpamayo es menester enrumbar más hacía el norte
hasta llegar a la risueña y alegre ciudad de Caraz.
Desde
Caraz hay que hacer el recorrido hasta el caserío Cashapampa.
4.
De aquí
nos internaremos cordillera adentro, en un mundo silencioso de pampas,
quebradas, rocas escarpadas y picachos relucientes.
Bajo los
rayos del sol iremos descubriendo hermosas y perfumadas flores que emergen
entre los bosquecillos de queñuales, quisuares y retamas.
Aparecerán
en lo alto de las cumbres el cóndor y entre las quebradas veremos retozar a
tarucas, vizcachas, acechados por pumas y zorros.
Para
luego avanzar hasta la quebrada Los Cedros.
Es desde aquí,
desde donde apreciaremos en toda su magnificencia la brillantez de la blanca
pirámide del Alpamayo.
Que se
alza majestuosa con sus líneas perfectas, alcanzando una altura de 5,947 metros,
muy próxima ya a los 6 mil metros de altitud.
5.
El poeta Rainer María Rilke empieza su
primera Elegía de Duino escribiendo:
¿Quién, si yo clamara, entre las cohortes de los
ángeles me oiría?
Y aun cuando uno de ellos, de pronto, me estrechara
contra su corazón,
¿no me desvanecería bajo su existencia poderosa?
Porque lo bello
No es más que ese grado terrible que todavía podemos
soportar,
Y si lo admiramos tanto es solo
Porque impasible, desdeña destruirnos.
Todo ángel es terrible. Así pues, me contengo
Y ahogo el clamor de mi oscuro sollozo…
Todo ángel es terrible. Y el Alpamayo lo
es. Apu, morada y pacarina de ángeles. Lugar seráfico y empinado como ya no
cabe imaginarlo, que hunde su base y su punta en lo etéreo, impalpable y
eterno.
6.
Joya, diadema y collar de la Cordillera
Blanca de los Andes del Perú. Lugar deslumbrante, lleno de energía cósmica. De
inusual simetría, vista desde la quebrada del mismo nombre, Alpamayo, donde incluso
por las noches no es necesario encender la luz porque, así como el alma, nos
ilumina hasta el último rincón de la casa.
De vastas cumbres y de majestuosidad
incomparable. Rodeado de una flora y fauna altoandina producto de la variedad
de alturas y de climas que se extienden a sus pies, donde se extasían lagunas
de aguas transparente. Sembrado de pueblos de calles e iglesias pintorescas y
de maneras de vestir de sus mujeres que parecen otras tantas flores del campo.
Donde no se sabe cómo uno puede seguir
viviendo luego de contemplar y vivir una puesta de sol al atardecer. Y que como
lo expresa Rilke al empezar su segunda Elegía de Duino: “Todo ángel es
terrible. Desdichado de mí, no obstante / yo os invoco, pájaros casi mortales
del alma”. Experiencia mística es la que se siente al estar frente al divino
Alpamayo.
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