martes, 17 de noviembre de 2020

17 de noviembre. Día Mundial del Estudiante. / El estudiante César Vallejo.


17 DE NOVIEMBRE 
DÍA MUNDIAL DEL ESTUDIANTE 

EL ESTUDIANTE
CÉSAR
VALLEJO  

Danilo Sánchez Lihón 



César Vallejo


1. ¡Niños 
del mundo! 

Lo primero que hemos de decir y reconocer como una constante en César Vallejo es su adhesión, su emoción profunda e identificación, afectiva y plena, a favor de todo lo que es el ámbito de la educación.

Tanto esto es así que la frase que él escribe en el poema final de «España, aparta de mí este cáliz», cual es: «¡Niños del mundo!», y que es ese poema como un testamento, la frase podría erigirse, en verdad, como una proclama, un lema y una consigna. Y hasta como una apelación final a los niños.

Como el último recurso para salvar al mundo, como lo único que nos queda al final de todo, siendo el niño quien encarna la esperanza; poema, además, donde todo el contexto es la escuela, y las alusiones las de un profesor que les habla a los niños mencionándoles el tintero, las sílabas y letras, y hasta los lápices sin puntas.

Y es que César Vallejo tuvo muy en alto el valor a la educación, como una actividad humana fundamental para alcanzar el bienestar de la humanidad. E inspiración para consagrarnos a la causa más insigne del hombre, cual es ser fraternos, motivo de su posterior sacrificio e inmolación.

 

Iglesia en Santiago de Chuco


2. Fuera

de lo común

 

César Vallejo fue excelente alumno desde cuando cursaba la Educación Primaria en su aldea nativa, donde recordemos que fue su maestro don Abraham Arias Peláez quien, al estar por concluir el año lectivo, y al ver en la Plaza de Santiago de Chuco a su hermano mayor Víctor Clemente, y que era un hombre ya adulto y con hijos, se acerca a él, comedido.

Y fue para expresarle que su último hermano, el «shulca», era un niño excepcional. Y no solo por la brillantez de su mente, ni solo por su percepción cabal acerca del mundo y su comprensión exacta de los fenómenos naturales como también de los acontecimientos sociales e históricos, sino en general, excelente en todos los diversos asuntos de la existencia; sobre todo, en lo que es el sentido moral.

Por lo que le recomendaba encarecidamente que la familia haga todo el esfuerzo posible para enviarlo a estudiar la Educación Secundaria en Huamachuco, ya que ese era el lugar más próximo y parecido a nuestro pueblo. Y todo esto porque advertía en aquel niño dotes extraordinarias y manifestaciones de un talento fuera de lo común.

 

Patio y alumnos de la escuela de Vallejo


3. Fervoroso

y agradecido

 

Hizo alusión el maestro de aula y director del plantel, don Abraham Arias Peláez, a su razonamiento agudo y profundo, a su memoria prodigiosa, a sus habilidades para las ciencias como para las letras; a las asociaciones inauditas que establecía y de las explicaciones que daba acerca de esto y aquello, causando asombro entre sus compañeros. Además de la inmensa atención y el respeto que tenía por las clases que se impartían

Un detalle que corrobora la enorme filiación emocional de César Vallejo con la escuela es la manera tan encomiástica cómo recordó siempre a sus maestros. Teniendo en el alma, como una huella indeleble, los dichos y las acciones de quienes fueron ellos, evocándolos hasta el final de sus días con elogios y entusiasmo.

Inclinación que se constata a su vez cuando dedica su tesis de bachiller, titulada: «El romanticismo en la poesía castellana» a uno de sus profesores, al Dr. Eleazar Boloña, dedicatoria que estampa junto a la que ofrenda a su hermano Víctor Clemente quien había solventado gran parte de sus estudios secundarios en Huamachuco, y universitarios en la capital del departamento que lo era Trujillo.

 

Campana de la escuela de Vallejo


4. ¿En dónde

se ha visto?

 

Ya como alumno en el nivel de la Educación Secundaria en la ciudad de Huamachuco, César Vallejo fue sencillamente portentoso e increíble; un hecho desde todo punto de vista insólito.

Solo para poner un ejemplo: El primer año de estudios de 11 cursos que consigna el programa alcanza en 9 de ellos la nota final de 20 como promedio. ¿En dónde y cuándo se ha visto eso?

Pero lo convincente es la regularidad, lo parejo, y lo uniforme; cual es que no hay un curso flojo o fallido, ninguna materia con nota pobre, escasa o ausente.

Lo reflejan sus certificados en donde constan sus notas, documento que emitido en copias facsimilares u ológrafas por el Colegio San Nicolás de Huamachuco circulan como volantes.

Esto ocurre en el primer año, cursado en 1905. En el segundo año, cursado en el año 1906, lleva 10 cursos, de los cuales en 7 obtiene nuevamente la nota final de 20.

 

Escuela de Vallejo en Santiago de Chuco


5. Nato

y ejemplar

 

Ahora bien, la nota máxima de 20 casi siempre es de naturaleza utópica, idealista y quimérica; y, por lo tanto, inalcanzable. Hay que ser un alumno para quien ya no alcanzan los elogios, para conseguir que, de 21 cursos, sumando los dos años, en 16 de ellos obtenga la nota de 20.

Hay que señalar que por ser intensos los estudios en horario de mañana y tarde en aquel tiempo solo se estudiaba la Educación Secundaria en cuatro años.

De manera que, en los dos años siguientes, que abarca el período de 1907 a 1908, César Vallejo por limitaciones de carácter económico ya no puede asistir como alumno regular, pasando al estatus de alumno libre, es decir sin asistir a clases. Etapa en que sus notas se mantienen en el nivel de excelencia.

Esto que acabamos de decir pese a no contar con el auxilio de profesores, ni siquiera cercanía con alumnos regulares que le hubieran informado acerca de los temas que se estaban desarrollando en las diferentes materias, lo que prueba que también era un autodidacta nato y ejemplar.

 


Ingreso al Colegio San Nicolás de Huamachuco


6. Día

radiante

 

Pues bien, en ese período, correspondiente a los dos años finales, sus notas promediadas arrojan la calificación de 18, asistiendo solo a dar exámenes en Huamachuco, residiendo para ello en su tierra natal, trabajando en todo lo que se ofreciese y se le encarga, ayudando en las labores que se requerían en la casa.

Como también apoyando a su padre en los menesteres propios de su oficio, principalmente redactando escritos que su progenitor tenía que presentar en su desempeño de persona ligada a la abogacía, al derecho y a las leyes.

Siendo así, llenémonos de confianza en nuestras aulas reconociendo a César Vallejo como un hecho glorioso. Y un triunfo de la escuela peruana, porque en él y con él no nos equivocamos, acertando en todo.

En quien su vida y devenir es un hecho feliz y valeroso de una relación feliz de la escuela con el arte, de la poesía con el aula de clases, del magisterio y el mundo de la cultura. Y diana triunfal. Como lo es de la aldea y ante el globo terráqueo en el amanecer de un día radiante.

 

Plaza de Armas de Trujillo


7. Orgullo

claro

 

Ingresado que hubo a la Universidad de La Libertad, como se denominaba en aquel entonces a la actual Universidad Nacional de Trujillo, su desempeño como estudiante alcanza ribetes de leyenda: arrasando con todos los premios.

Era aplaudido en clase y en diversas oportunidades salió cargado en hombros de sus compañeros, logrando lo que pocas veces se consigue: ser el mejor, pero a la vez el condiscípulo más querido, el más popular y entrañable.

Obtiene en sus calificaciones lo mismo que en su poesía: ser de excelencia, y con aquello con que se identifica el pueblo.

Y un detalle que nos lo presenta de cuerpo entero es que aún no culminaban sus estudios y ya concluye de redactar su tesis, la misma que sustenta y aprueba con la máxima calificación, obteniendo su grado académico de Bachiller en Letras.

Siendo así preciémonos de contar en el sistema educativo nacional con un paradigma y un ejemplo, y el de un modelo irrefutable a seguir. Es decir: imbuyámonos de un orgullo claro, cierto e irrebatible.

 

Fotos 2, 3, 4 y 5

Jaime Sánchez Lihón

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