Pero también y, asimismo, eliminemos definitivamente de nuestras mentes
la idea de que la infancia se da de manera llana, espontánea y hasta
inconsciente.
Y que se vive de modo inevitable.
Por lo contrario: la infancia es una larga travesía, una ardua tarea, y
un punto de llegada.
Y no se trata a la infancia de mirarla al frente, ni de sentirse
desprendidos de ella, de su gajo, rama o pámpano. Se trata de ser
constantemente niños y de tener el alma candorosa y transparente.
Y de tener la actitud y el talante heroicos, dispuestos a dar la batalla
por todo lo bueno que hay que defender, y restaurar sobre la faz de la tierra,
como ellos lo son.
2. Vientos
propicios
Esto se comprueba en quienes luego de haber vivido mucho, llegan a esa
edad culminante, y que de modo incierto se lo llama vejez.
¿No se ve en ellos al niño, acaso, y nuevamente?
¿En aquellos fatigados por haber depurado todo lo vano y superfluo a fin
de quedarse con lo ínsito, ingénito y prístino?
¿No se lo encuentra evidente en aquellos que después de tramontar todo
no arriban a otro puerto que no sea la infancia?
Proas, jarcias y vientos propicios de esa larga travesía que son hilos
de esa textura de la sabiduría que es saber consagrar lo mejor a la vida, y no
a la muerte.
3. Como
¿cuáles?
Por lo expuesto, postulemos entonces, como un valor supremo, no solo
volver a la infancia en lo personal sino en lo comunitario, colectivo y social.
Que forjemos sociedades niñas, o niños, como es la naturaleza.
Como es el sol que amanece cada día y la tierra que florece.
O como es el aire, y como es el agua.
Que como sociedad asumamos y adquiramos los valores de la infancia.
¿Cómo cuáles, por ejemplo?
Haber, menciona uno siquiera:
¡El ser generosos! Y el ser valientes.
4. El candor
e inocencia
Pero, me corrijo en un concepto que dije: la infancia ni siquiera es un
punto de llegada sino una constante e inacabable aspiración.
Es un mundo elevado y una decantación acrisolada del alma y del
espíritu.
A la cual nunca se llega, sino que en ella todo se aspira y se anhela
llegar.
Porque es difícil, sino imposible, arribar a la plena inocencia, al candor
y a la total adoración.
Jesús lo dejó esto definido en el Evangelio, y se lo refiere en Mateo
18: 1-2; y en Marcos 9: 38-42.
Es respondiendo a una pregunta y al explicarles a sus apóstoles del
siguiente modo:
5. Estrella
que titila
En aquel tiempo se
acercaron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de
los cielos?
Y llamando Jesús a un
niño, lo puso en medio de ellos,
Y dijo: De cierto os
digo que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de
los cielos.
Así que, cualquiera
que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos.
Y cualquiera que
reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe.
Con lo cual deja dicho que la infancia es una ascensión, un ideal; y una
estrella titilando en el horizonte.
Es un mundo que nos costará trabajo edificar porque es inagotable hasta
el infinito.
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