Escucho preguntar a una de las dos personas
que conversan sentadas en la vereda de la esquina, risueños y jocosos, e intercambiando
ideas con respecto a algo o alguien.
– ¿Un hombre? –Se queda pensando un breve
momento el otro–. Para mí un hombre es alguien quien mira de frente.
Sentencia uno de ellos, seguro, convencido
y en serio.
– Explícate, ¿cómo, así? –Le inquiere el
otro, poniéndose también grave.
– Quien mira de frente es quien no lo hace
ni hacia arriba para adular ni en una actitud mendicante. Pero quien tampoco
mira a los demás hacia abajo para ofender en una actitud humillante ni
despótica. Ni subordinada poniéndose él abajo, pero tampoco prepotente ni
abusiva trepándose él arriba.
2.
Y paso en mi caminata, pero pensando en lo
que acabo de escuchar. Interesante definición simple de lo que es mirar de
frente y que la comprendo. Además, porque mirar de frente es mirar sin dobleces
ni hipocresías, sinceramente con toda la verdad en sus ojos y en sus entrañas.
Es de alguien que no esconde, ni busca
subterfugios ni evade su realidad ni su mundo. Porque quien incurre en eso no
mira de frente y, consecuentemente, no es un hombre.
Porque mirar de frente es tener horizonte,
futuro, proyecto. Es abrazar a los demás porque es una actitud abierta, plural
y fraterna. ¡Mirar de frente es ser justos, generosos, seres morales!
Por eso, miremos de frente y empecemos a
ser: ¡hombres de a verdad, como lo es un niño, por ejemplo!
Todas las fotos de:
Jaime Sánchez Lihón
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