– ¡Hija! Pero, ¿por qué
esa aflicción, esas quejas, ese quebranto?
– Lloro mamá, y siento pena de verte
inmóvil, rígida y yerta.
– ¡Pero eso no es
cierto! Ahora yo soy libre, gozosa y retozo en prados de esmeraldas y arroyos
de jacintos.
– Lloramos y sentimos pena de que ya no
estés en este mundo, que es bello. Y porque cada vez es más honda y lacerante
tu ausencia.
– Pero eso no es
cierto. Ahora estoy en los lugares que más quería y amo. Estoy en la tierra, en
este mundo y en otros. en el pueblo en donde nací, en los lugares en que tuve
momentos felices de mi vida y con los seres que más he querido y amado y fui
dichosa. Y estoy ya no solo a su lado, sino dentro de ustedes y en sus
corazones.
2. No
lloren
– Y, nuevamente, los vuelvo
a encontrar llorosos y con sus rostros de pena. ¿Por qué insisten en estar
afligidos? En verdad créanme, ¡no tiene sentido!
– Lloramos y sentimos pena de que estés
en un mundo frío, oscuro y de tinieblas.
– Pero eso no es
cierto. Ahora estoy en la luz, bajo el sol radiante, y he vuelto a ser una niña
feliz y pura. ¡Ya no lloren!
– ¡Imposible, sería traicionarte que no
sintamos pena!
– ¿Pero tanta es la
congoja que siguen con sus lamentos? ¿Por qué? Sientan, más bien, paz, alivio y
armonía.
– Lloramos y sentimos, porque te has
ido, nos has dejado y para siempre.
– Pero eso no es
cierto. Nos volveremos a encontrar. Y al hacerlo será sin contingencias,
vueltos y convertidos en esencias, vueltos verdades puras, vueltos amor, hechos
sabiduría y sin nada de equívocos. Por eso, no lloren más.
3. Con
mis pies
descalzos
– ¡No lloren! Todos más
bien a cambiar de rostros y de ánimo. Y que prevalezca el sosiego.
– No podemos, mamá. Estamos así,
afligidos porque sentimos y creemos que cada vez nos quedamos más solos
nosotros mismos en este mundo y sin nuestros seres queridos.
– Pero eso no es
cierto. Yo los acompaño ahora cada vez más, y siempre. Antes no podía ir, por
ejemplo, por los sitios por donde ustedes iban y transitan; en cambio ahora sí,
voy a su lado y estoy con ustedes, aunque no me vean.
– Y, ¿cómo?
– Con mis pies
descalzos, con mi luz y mi sombra que a ratos se adelanta, y a ratos está a su
lado, aunque no me sientan; y por momentos voy por detrás por todos vuestros
senderos y estoy con ustedes en todos los momentos de sus vidas.
– ¿Siempre, mamá?
4. ¿Estás
bien?
– Ahora siempre.
Infaltable en todas las circunstancias más decisivas de sus destinos.
– ¿Sí?
– Sientan que estoy
ahí, aunque no me vean. Pero antes no podía estar en todos esos eventos, como
yo quería. Pero ahora sí. Y si quieren estar conmigo todo depende de que me
sientan y estén seguras que estoy.
– Bien, mamá.
– Pero, otra vez, los
encuentro mustios y compungidos.
– No podemos, mamá. Lloramos y sentimos
pena porque creemos que a ti algo te duele, que estás sufriendo; que atraviesas
por un momento difícil y amargo, como es la muerte.
– Pero eso no es
cierto. Ustedes son los que sufren. De ustedes es la congoja y el lamento, no
mía, ni de mí.
5.
Lirios,
rosas
– Tú, ¿estás bien, mamá?
– ¡Sí, y al contrario
de cómo están ustedes! Yo ahora descanso apacible. Es en el mundo en donde
ustedes están en donde se sufre.
– Y tú, ¿ya no?
– ¡No!, porque yo más
bien hoy día he nacido hacia otro reino. Y atravieso ahora por senderos amenos,
tal y como son estas flores que ustedes han traído para adornar mi sepulcro.
– ¿Hay flores ahí, mamá? ¿En dónde estás
ahora y por dónde pasas?
– ¡Muchas más que en
cualquier otro paraje o sitio que yo haya conocido! Donde están vivas las
flores que han puesto alrededor mío y que son visibles, como aquellas otras que
no han podido traer porque están en los corazones de la gente buena. Ahora
mismo veo senderos de lirios, rosas, clavelinas y azucenas.
6. Todo
continúa
– ¿Qué haremos sin ti, ahora?
– Les aseguro que no es
justo que lloren ni se aflijan ni sientan pena.
– Sentimos que no llorar por ti sería
traicionarte. Tu ausencia es desgarradora y te extrañamos en cada rincón de la
casa, en donde tantos años hemos vivido contigo y en cada instante de nuestras
vidas.
– Yo estaré con ustedes
siempre, cuidando sus pasos, guiándolos para que vayan por caminos seguros y
propicios. Para que sean siempre amorosos sus latidos. Para que siempre haya
valor en vuestros corazones y se imbuyan de cariño al prójimo.
– Con tu muerte, ¿no se acaba todo para
ti?
– ¡No! ¡Nada se acaba
para mí, ni para ustedes! Todo continúa. Nada se pierde
7.
Espíritu
sagrado
– Ahora sentimos que es cierto todo lo
que nos dices, mamá. Porque te escuchamos.
– Cada vez que desees
hablar conmigo, habla Estoy a tu lado. Es más: dentro de ti.
– Sí, es verdad. Porque ahora sentimos
que estás entre nosotros. Antes eras una persona, ahora eres todos juntos.
– En esta dimensión en
que ahora estoy uno se vuelve todo.
– Siento que estás en mí y en la energía
del universo. Que te has vuelto espíritu sagrado. Y formas parte de lo que en
conjunto se llama Dios.
– Así es.
Eso sí es verdad.
Y por eso nos inclinamos reverente ante
ti, y te adoramos. Junto a todo lo que es la creación.
–
¡Gracias por comprenderlo, hija mía!
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