lunes, 2 de noviembre de 2020

2 de noviembre. Nace Luis Valle Goicochea. / Herido de amor.


2 DE NOVIEMBRE 
NACE LUIS VALLE GOICOCHEA 

HERIDO 
DE 
AMOR 

Danilo Sánchez Lihón 



Retrato al óleo del poeta:
Gonzalo Meza Cuadra


1. Aparente 
sencillez 

Él era un ser en quien la inocencia hizo carne y llaga; flor y espina; aureola y lastimadura; plenitud y pozo resquebrajado.

Expuesto a un mundo atroz, esa llaga se convirtió en abismo y caída.

De allí que su poesía sea el resuello de un lamento, el vaho de un quejido. O más precisamente, el hálito de una agonía.

Siempre estuvo herido de muerte, porque era mucha la inocencia que brotaba de su alma.

Y era amarga la destrucción desde afuera y desde adentro a ese candor intrínseco de su naturaleza y su destino.

Y de cómo es la vida en las ciudades, y de cómo es en el mundo andino de donde él venía.

En lo urbano donde el invasor estruja todo lo bueno y hace que prevalezca todo lo inicuo.

Pero, además, porque la poesía hay que padecerla, cuando el estigma es complacernos de ella y hasta gozarla.

 


Pueblo de La Soledad, en Pataz, donde naciera

2. Río

cristalino

 

De allí que, bajo su aparente ternura, ruja la muerte. De allí que bajo su candorosa simplicidad estén los pasos silenciosos del suicida.

Bajo el aparente candor se cierna el vacío. Bajo la aparente sencillez teja su urdimbre lo aciago, intrincado y violento que hay en la vida y en el universo. Así, diría:

Me cuentan:

– Fue en junio, una mañana, murió Alfredo

el hijo de don Ninfo el Molinero.

Hacía muchos días

que faltaba a la escuela.

Él vivía

en Llacuabamba, en su molino, lejos.

(El molino de don Ninfo era una casa oscura

a orillas del río cristalino.)

 

Luis Valle Goicochea


3. Llorando

contra el suelo

 

He allí el cuchillo. O la sombra que baja e inunda el agua transparente y tranquila, sin que medie razón ni motivo. Y continúa:

Y todos los niños de la escuela fueron

en formación, a Llacuabamba,

hasta la misma casa del difunto.

Llevaban flores de saúco, algunos rosas...

Don Ninfo, en el entierro, daba pena:

ebrio, bamboleante,

desviados los ojos,

pasaba y repasaba ante las filas

de los escolares mudos y llorosos,

repitiendo:

¡Qué se va a hacer!... ¡Qué se va a hacer! Doña

Simona, su mujer, se daba

llorando contra el suelo...

 

Pueblo de La Soledad, en Pataz, donde naciera


4. Penas

de amor

 

No se registra en su biografía ningún amor de mujer. Sin embargo, se enamoraba perdida y locamente de ellas.

Pero habitaron su mundo de imágenes y sueños, mujeres que el idealizaba.

Sobre este punto le pregunto a don Arturo Jiménez Borja, quien fue su amigo entrañable.

– ¿Fue amado por alguna mujer? 

– No. Jamás. ¡Nadie!

– ¿Y, por qué ninguna?

– Ninguna estuvo cerca de él en su vida.

– Pero, se puede saber ¿por qué?

– Porque las mujeres son personas muy prácticas.

– Yo lo sé, pero también sufren penas de amor. –Alego, o aduzco.

 

Caricatura de Luis Valle Goicochea


5. La flecha

de sus ojos

 

– Pero se enamoran de personas que puedan protegerlas, darles bienestar y seguridad. Y un ser como Luis Valle Goicochea no cumplía con esos requisitos. Él no era práctico para nada.

Sin embargo, Luis Valle Goicochea se batió a duelo con Julio Fernando Quevedo Iturri, en Trujillo en un lance que para él era de amor.

Y lo hizo para su fuero defendiendo el honor y el amor romántico que le nació al instante por una cantante chilena que actuó un solo día en el Teatro Municipal de esa ciudad norteña.

Él mismo había cogido la flecha de sus ojos para incrustárselos en su pecho y sangrar agonizando de amor.

Y retó a Quevedo Iturri solo porque hizo una referencia en el periódico que Luis Valle consideró inaceptable, y públicamente lo desafió a batirse en duelo a muerte.

 

Pueblo de La Soledad, en Pataz, donde naciera


6. Flecha

o espada

 

Ella desapareció tal como había llegado, sin siquiera enterarse jamás que alguien estaba arriesgado en su nombre la vida.

Que alguien estuvo decidido a morir por ella una noche tenebrosa en las ruinas de Chan Chan, adonde se trasladaron los ocasionales rivales para batirse a duelo.

Solo Ciro Alegría supo, porque él las cambió, que las pistolas con balas mortales no eran tales, sino otras de fogueo.

Sin embargo, en el ánimo de los duelistas quedó que sus vidas habían estado en vilo. Y que habían disparado a matar.

Así vivió Luis Valle Goicochea en la punta de la flecha o espada de la pena que solo por existir todos llevamos incrustada en el fondo de nuestro corazón.

 

Pueblo de La Soledad, en Pataz, donde naciera


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