Dios para crear las aguas, la luz
y las estrellas, y todo lo existente incluyendo la maravilla que es la vida, no
emplea herramientas ni materiales ni otros recursos, como tampoco empieza a
componer algo mecánicamente, ni a armar pieza tras pieza un ser u objeto.
Sino que crean los seres, los fenómenos y las cosas holísticamente, pronunciando
palabras; que es así cómo se crean los mundos, de lo cual nos refiere no solo
en la Biblia sino en la mayoría de textos sagrados de las diversas creencias y
religiones existentes.
Es mediante la voz y haciendo uso del habla, con el lenguaje verbal que
Dios va creando las presencias naturales, unas inanimadas y otras llenas y
colmadas de vida: “Hágase la luz”, y la luz aparece.
“Sepárense las aguas de la tierra”, y los mares se agitan en ondas
relumbrantes y se calman contenidos entre orillas estupefactas. Para después develarnos
a nosotros mismos, diciendo: “Hágase el hombre a mi imagen y semejanza”,
obteniéndose de todo ello y como resultado la sublime creación humana.
2. En el espacio
estelar
Ese es el punto de origen, el orden y el sentido de todo lo creado. Y
Dios, coherente con lo que decía de hacernos a su imagen y semejanza, insufló
al hombre de palabras, y le dotó de esa misma capacidad creativa desde el
primer hálito de la formación del hombre y del universo.
Es decir, la palabra aparece claramente como un don de creación, como un
poder determinante frente a lo material y a las cosas; inherente más bien a la
naturaleza divina, vinculada al don de ser dioses, y un atributo sagrado
concedido al hombre para hacer el bien sobre la faz de la tierra.
Pero, además, se posiciona al lenguaje de la palabra como la clave, el
hechizo y el sentido que alcanza a tener cada ser en su interior, diciéndonos
con esto que en el fondo del más mínimo corpúsculo que vaga en el espacio
estelar palpita una palabra.
3. Como es
la poesía
Es una palabra eje como una diadema, pero a partir de la cual se generan
collares, o una cadena de palabras.
O un ramillete que hacen un crisol o una guirnalda de palabras. Y, a
partir de ellas, asociaciones infinitas e inabarcables, debiendo reconocer y
admirar ello como un milagro, un portento y prodigio.
De allí que, el niño necesite apropiarse del lenguaje no sólo en el
nivel de la comunicación cotidiana, espontánea y natural, sino también en aquel
de los grandes ejes de la existencia.
A fin de que le sirva para significar –en el plano de lo que es el ámbito
cultural– sus experiencias, nociones de la realidad y de sus ideas más genuinas.
Para eso, la escuela debe propiciar el cultivo, lo más posible, de la
significación de la palabra, en su dimensión más acrisolada como es el cuento y
la poesía.
4. Plenos
de significado
Y, también, la valorización del ser del niño, de su mundo circundante y
de las relaciones que él establezca, todo mediante la palabra henchida y
pródiga.
Quien necesita confiar en sí mismo, en lo que es, siente y piensa, en
las palabras seguras que le alcancemos para definir su mundo y en él sentirse
confiado. Como necesita, y todo ello como experiencia del lenguaje, saber quién
es, reconocerse y quererse.
Y posteriormente propiciar a que se utilice el lenguaje logrando mayores
significaciones y mensajes acerca de su vida y de su realidad. Todo esto en la
dimensión de la palabra de crear mundos propicios.
Todas estas posibilidades deben lograrse tanto en el ámbito del lenguaje
oral como también en el nivel de la lengua escrita. Porque el ser humano
necesita hacer y saber que su vida, su experiencia, sus nociones y conceptos de
la realidad trascienden y se proyectan también plenos de significado a través
de la escritura.
5. Importa el plano
5mocional
Para ello, es necesario que esa materia y esos contenidos se conviertan
en signos vivos, actuantes y permanentes como son las palabras escritas que
tienen la inmensa ventaja de hacerse instrumentos, medios y hasta argamasa
concreta con la cual construir y edificar.
Y a fin de que a partir de ellas se opere en la realidad para transformarla,
propiciando que se canalicen a través del texto escrito emociones e ideas, en
donde se logren mayores aciertos, resonancias y matices, como vínculos y
relaciones originales e insospechadas.
Por eso, en la adquisición y relación del lenguaje más que los aspectos
conceptuales y mucho más que las nociones formales, que a este corresponden
como la prosodia, la morfología o la retórica, interesan al niño de manera
decisiva las repercusiones subjetivas, sensoriales y hasta mágicas que la
palabra contiene.
Porque en el ser humano, y mucho más cuando se es niño, importa mucho el
plano emocional, anímico y afectivo de cada asunto y situación. Y también el
estético que se alcanza a lograr cuando la palabra se insufla de encanto,
belleza y trascendencia.
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