Marcha la
multitud a tomar un cuartel de una gendarmería sublevada que acaba de matar a
traición a un ciudadano notable de la apacible villa, disparando sin aviso a
una desprevenida comisión pacificadora, totalmente desarmada e inerme que se ha
apersonado a la puerta del cuartel a pedirles a los policías calma, mesura y
prudencia.
La
tropa sublevada y armada está encabezada por su jefe, el alférez Carlos Duvois,
disparando desde dentro de su cuartel hacia la calle. La comisión de
autoridades y vecinos notables se ha constituido a solicitarles cordura,
respeto a la población y a deponer sus armas y a llamarles la atención por los
desmanes que están cometiendo. La comisión de ciudadanos está encabezada por el
subprefecto Ladislao Meza quien no escucha pues es sordo. Y la integran,
además, César Vallejo, Héctor Vásquez, Benjamín Rabelo, Antonio Ciudad, Francisco
Vásquez, Pedro Lozada, Manuel Vallejo y aproximadamente treinta personas más.
El
resultado es que la tropa ha disparado a la comisión desde dentro causado la
muerte inmediata de un vecino notable de la localidad, como es Antonio Ciudad. Una
bala que le ha caído en la cara y le ha volado los sesos que han quedado
impregnados en la pared de enfrente que es la casa de don Santiago Calderón.
Esto ocurre el 1 de agosto del año 1920 a las 4.30 de la tarde-
Al fondo la antigua cárcel y cuartel de la policía en Santiago de Chuco
2. Rezan
y cantan
Acto
siguiente una multitud indignada se ha reunido en la Plaza de Armas cuya
decisión y consigna es capturar el cuartel a sangre y fuego. Las pocas armas
que se han alcanzado a reunir se distribuyen entre quienes están en primera
fila: Héctor Vásquez, César Vallejo, Pedro Lozada, Francisco Vásquez. Detrás de
ellos hay quinientos hombres enfebrecidos que claman justicia.
Y es
que desde ayer 31 de julio hasta hoy 1 de agosto, la gendarmería del puesto
policial de Santiago de Chuco ha estado bebiendo licor. Es fiesta y Carlos
Santa María, depuesto subprefecto desde hace algunos días, les ha proveído
insensatamente de licor a fin de tenerlos de su lado, congraciarse con ellos, a
quienes se les tiene impagos y los incita a ir a reclamar su sueldo y a
rebelarse.
Esto
ocurre, para mayor gravedad, en el día central de la segunda fiesta del Apóstol
Santiago el Mayor, patrón del pueblo que es fiesta grande y multitudinaria; día
en que se realiza la procesión más sentida, que acaba de terminar hace una
hora, en que la gente llora y se despide de su Apóstol hasta el año venidero,
si es que Dios nos da la vida, rezan y cantan.
César Vallejo
3. A diestra
y siniestra
Las
pocas armas de que se dispone para capturar el cuartel acaban de ser
distribuidas entre los actores principales. Una de ellas la recibe César
Vallejo quien destaca por ser un poeta consagrado, ya famoso, a quienes todos
respetan y miran con admiración y cariño.
Ha
publicado el libro de poemas titulado Los Heraldos Negros en Lima, que consigna
el año 1918 como fecha de su edición; poemas que han sido elogiados por las
máximas figuras representativas de la intelectualidad nacional.
Se ha
puesto en sus manos una de las armas por su liderazgo, por su compromiso con el
pueblo, por su discernimiento y emoción social y por la valentía mostrada en
cada uno de sus actos. Además, porque a él la gente le sigue
Porque no se le da un arma cuando escasean a quien muestra indecisión, temor y retraimiento. Ni a quien se pone en segunda fila. No se le da tampoco a un indeciso, ni menos a un pusilánime y rezagado, que además la rechazarían. Él lo ha aceptado, decidido ante una circunstancia tan grave, cual es restaurar el orden, rescatando el cuartel de policías que también están decididos a todo por sentirse ofendidos, sin paga y desquiciados por el licor. Y que están disparando a diestra y siniestra.
Techos de Santiago de Chuco
4. Armadas
con lo que sea
El
ánimo de la población está enardecido al rojo vivo, a punto de estallar y
producir una hecatombe. El reclamo es capturar el cuartel y reducir a la tropa
que sigue sembrando pánico y terror al continuar disparando a uno y otro lado.
La
Alameda de enfrente al cuartel, y las calles adyacentes han quedado completamente
vacías. Se ha despejado la calle por donde nadie ya transita.
En la
plaza la gente enfurecida se agita, clama, vocifera. ¿Quiénes están al frente
de la multitud? El subprefecto, como máxima autoridad de la provincia, y principalmente
cinco personas más entre las cuáles está el poeta César Vallejo.
Y se da
la voz de ataque marchando a capturar el cuartel en una batalla campal, con la
multitud agitando sus brazos, armadas con lo que sea, piedras, palos, fierros.
Son estos
hechos intensos, fuertes y de suma gravedad. No es para personas débiles o
temerosas, quienes más bien se han escondido en sus domicilios y casas.
Vista panorámica de parte de Santiago de Chuco
5. A sangre
y fuego
La
multitud dando gritos marcha a capturar el cuartel en cuyo frente acaban de
matar a un hombre cuyo cuerpo aún sangra en plena calle. Los manifestantes
indignados están decididos a todo. Los gendarmes con fusiles y bien
pertrechados siguen disparando para atemorizar a quienes se acercan.
La
multitud acaba de participar una hora antes de la procesión al Apóstol de su
pueblo y está imbuida de fe, de coraje, de mística y de profunda emoción; de un
fervor que lo hace capaz de cualquier acto de arrojo, para el cual hoy anhela
consagrarse.
Es una
multitud indignada, que acaba de recibir la afrenta de uno de sus miembros
muerto a mansalva, que pudo ser de cualquiera de los integrantes de la comitiva
que iba a pedirles paz. Esto llena de coraje y enfurece a la gente.
¡Una
muerte impune de un ser al cual conocen! ¿Y todo ello por una gendarmería
embriagada e insolente que más bien debería cuidar el orden? Por eso, se lo
siente como una misión sacrosanta capturar el cuartel a sangre y fuego.
El Apóstol Santiago el Mayor
6. De cuerpo
entero
César
Vallejo está al frente. Tiene un revólver. Esto lo testimonia su amigo y
partidario de la misma causa, el subprefecto Ladislao Meza, en el informe que rinde
ante el juez ad-hoc Elías Iturri, nombrado por la Corte Superior de Justicia de
Trujillo para investigar los hechos.
Como
también consta en la memoria oral que conserva toda la gente de Santiago de
Chuco que participó en dicho suceso.
El
revólver que él porta no es para abusar ni agredir a indefensos sino para
restaurar principios, y defender altos valores de lo que es ser un ciudadano. Y
pese al fragor de la lucha está ahí, de cuerpo entero y adelante, templado de
acero y sin faltarle a su pueblo.
No es
un enemigo o un contrario quien declara esto a fin de complicarle la vida. Al
contrario, lo dice Ladislao Meza, partidario de la misma causa y quien ha
recibido de César Vallejo el máximo apoyo.
Lo dice
en su instructiva ante el juez, publicada en el libro de Germán Patrón Candela titulado
“El proceso Vallejo”, en la página 175 y 176, en donde declara todos estos
detalles que aquí consigno.
César Vallejo en su casa. Pintura de Eladio Ruiz
7. El cadáver
de un camino
¿Se
rescató el cuartel? Sí. Y a sangre y fuego, con el saldo de dos policías
muertos, como fueron Lucas Guerra y Julio Ortiz. Otros han huido, y por los
techos el alférez Carlos Duvois en dirección a la casa y tienda de Carlos Santa
María, donde se refugió; la misma que luego fue saqueada e incendiada.
Pero, cómo
no iba a involucrarse César Vallejo en estos hechos, quien después escribiría
estos versos:
¡Voluntarios,
por la vida, por los buenos, matad
a la muerte, matad a los malos!
¡Hacedlo por la libertad de todos,
del explotado, del explotador,
por la paz indolora -la sospecho
cuando duermo al pie de mi frente
y más cuando circulo dando voces-
y hacedlo, voy diciendo,
por el analfabeto a quien escribo,
por el genio descalzo y su cordero,
por los camaradas caídos,
sus cenizas abrazadas al cadáver de un camino!
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