lunes, 23 de noviembre de 2020

23 de noviembre. Los sucesos de 1920 que le costaron la cárcel a César Vallejo. / Él encabeza la marcha.


23 DE NOVIEMBRE 
LOS SUCESOS DE 1920 
QUE LE COSTARON LA CÁRCEL A CÉSAR VALLEJO 

ÉL
ENCABEZA 
LA MARCHA 

Danilo Sánchez Lihón 



Manifestación en la plaza. Pintura de Juvenal Sánchez Lihón


1. En la pared 
de enfrente

 

Marcha la multitud a tomar un cuartel de una gendarmería sublevada que acaba de matar a traición a un ciudadano notable de la apacible villa, disparando sin aviso a una desprevenida comisión pacificadora, totalmente desarmada e inerme que se ha apersonado a la puerta del cuartel a pedirles a los policías calma, mesura y prudencia.

La tropa sublevada y armada está encabezada por su jefe, el alférez Carlos Duvois, disparando desde dentro de su cuartel hacia la calle. La comisión de autoridades y vecinos notables se ha constituido a solicitarles cordura, respeto a la población y a deponer sus armas y a llamarles la atención por los desmanes que están cometiendo. La comisión de ciudadanos está encabezada por el subprefecto Ladislao Meza quien no escucha pues es sordo. Y la integran, además, César Vallejo, Héctor Vásquez, Benjamín Rabelo, Antonio Ciudad, Francisco Vásquez, Pedro Lozada, Manuel Vallejo y aproximadamente treinta personas más.

El resultado es que la tropa ha disparado a la comisión desde dentro causado la muerte inmediata de un vecino notable de la localidad, como es Antonio Ciudad. Una bala que le ha caído en la cara y le ha volado los sesos que han quedado impregnados en la pared de enfrente que es la casa de don Santiago Calderón. Esto ocurre el 1 de agosto del año 1920 a las 4.30 de la tarde-

 

Al fondo la antigua cárcel y cuartel de la policía en Santiago de Chuco


2. Rezan

y cantan

 

Acto siguiente una multitud indignada se ha reunido en la Plaza de Armas cuya decisión y consigna es capturar el cuartel a sangre y fuego. Las pocas armas que se han alcanzado a reunir se distribuyen entre quienes están en primera fila: Héctor Vásquez, César Vallejo, Pedro Lozada, Francisco Vásquez. Detrás de ellos hay quinientos hombres enfebrecidos que claman justicia.

Y es que desde ayer 31 de julio hasta hoy 1 de agosto, la gendarmería del puesto policial de Santiago de Chuco ha estado bebiendo licor. Es fiesta y Carlos Santa María, depuesto subprefecto desde hace algunos días, les ha proveído insensatamente de licor a fin de tenerlos de su lado, congraciarse con ellos, a quienes se les tiene impagos y los incita a ir a reclamar su sueldo y a rebelarse.

Esto ocurre, para mayor gravedad, en el día central de la segunda fiesta del Apóstol Santiago el Mayor, patrón del pueblo que es fiesta grande y multitudinaria; día en que se realiza la procesión más sentida, que acaba de terminar hace una hora, en que la gente llora y se despide de su Apóstol hasta el año venidero, si es que Dios nos da la vida, rezan y cantan.

 

César Vallejo


3. A diestra

y siniestra

 

Las pocas armas de que se dispone para capturar el cuartel acaban de ser distribuidas entre los actores principales. Una de ellas la recibe César Vallejo quien destaca por ser un poeta consagrado, ya famoso, a quienes todos respetan y miran con admiración y cariño.

Ha publicado el libro de poemas titulado Los Heraldos Negros en Lima, que consigna el año 1918 como fecha de su edición; poemas que han sido elogiados por las máximas figuras representativas de la intelectualidad nacional.

Se ha puesto en sus manos una de las armas por su liderazgo, por su compromiso con el pueblo, por su discernimiento y emoción social y por la valentía mostrada en cada uno de sus actos. Además, porque a él la gente le sigue

Porque no se le da un arma cuando escasean a quien muestra indecisión, temor y retraimiento. Ni a quien se pone en segunda fila. No se le da tampoco a un indeciso, ni menos a un pusilánime y rezagado, que además la rechazarían. Él lo ha aceptado, decidido ante una circunstancia tan grave, cual es restaurar el orden, rescatando el cuartel de policías que también están decididos a todo por sentirse ofendidos, sin paga y desquiciados por el licor. Y que están disparando a diestra y siniestra. 

Techos de Santiago de Chuco


4. Armadas

con lo que sea

 

El ánimo de la población está enardecido al rojo vivo, a punto de estallar y producir una hecatombe. El reclamo es capturar el cuartel y reducir a la tropa que sigue sembrando pánico y terror al continuar disparando a uno y otro lado.

La Alameda de enfrente al cuartel, y las calles adyacentes han quedado completamente vacías. Se ha despejado la calle por donde nadie ya transita.

En la plaza la gente enfurecida se agita, clama, vocifera. ¿Quiénes están al frente de la multitud? El subprefecto, como máxima autoridad de la provincia, y principalmente cinco personas más entre las cuáles está el poeta César Vallejo.

Y se da la voz de ataque marchando a capturar el cuartel en una batalla campal, con la multitud agitando sus brazos, armadas con lo que sea, piedras, palos, fierros.

Son estos hechos intensos, fuertes y de suma gravedad. No es para personas débiles o temerosas, quienes más bien se han escondido en sus domicilios y casas.

 

Vista panorámica de parte de Santiago de Chuco


5. A sangre

y fuego

 

La multitud dando gritos marcha a capturar el cuartel en cuyo frente acaban de matar a un hombre cuyo cuerpo aún sangra en plena calle. Los manifestantes indignados están decididos a todo. Los gendarmes con fusiles y bien pertrechados siguen disparando para atemorizar a quienes se acercan.

La multitud acaba de participar una hora antes de la procesión al Apóstol de su pueblo y está imbuida de fe, de coraje, de mística y de profunda emoción; de un fervor que lo hace capaz de cualquier acto de arrojo, para el cual hoy anhela consagrarse.

Es una multitud indignada, que acaba de recibir la afrenta de uno de sus miembros muerto a mansalva, que pudo ser de cualquiera de los integrantes de la comitiva que iba a pedirles paz. Esto llena de coraje y enfurece a la gente.

¡Una muerte impune de un ser al cual conocen! ¿Y todo ello por una gendarmería embriagada e insolente que más bien debería cuidar el orden? Por eso, se lo siente como una misión sacrosanta capturar el cuartel a sangre y fuego.

 

El Apóstol Santiago el Mayor


6. De cuerpo

entero

 

César Vallejo está al frente. Tiene un revólver. Esto lo testimonia su amigo y partidario de la misma causa, el subprefecto Ladislao Meza, en el informe que rinde ante el juez ad-hoc Elías Iturri, nombrado por la Corte Superior de Justicia de Trujillo para investigar los hechos.

Como también consta en la memoria oral que conserva toda la gente de Santiago de Chuco que participó en dicho suceso.

El revólver que él porta no es para abusar ni agredir a indefensos sino para restaurar principios, y defender altos valores de lo que es ser un ciudadano. Y pese al fragor de la lucha está ahí, de cuerpo entero y adelante, templado de acero y sin faltarle a su pueblo.

No es un enemigo o un contrario quien declara esto a fin de complicarle la vida. Al contrario, lo dice Ladislao Meza, partidario de la misma causa y quien ha recibido de César Vallejo el máximo apoyo.

Lo dice en su instructiva ante el juez, publicada en el libro de Germán Patrón Candela titulado “El proceso Vallejo”, en la página 175 y 176, en donde declara todos estos detalles que aquí consigno.

 

César Vallejo en su casa. Pintura de Eladio Ruiz


7. El cadáver

de un camino

 

¿Se rescató el cuartel? Sí. Y a sangre y fuego, con el saldo de dos policías muertos, como fueron Lucas Guerra y Julio Ortiz. Otros han huido, y por los techos el alférez Carlos Duvois en dirección a la casa y tienda de Carlos Santa María, donde se refugió; la misma que luego fue saqueada e incendiada.

Pero, cómo no iba a involucrarse César Vallejo en estos hechos, quien después escribiría estos versos:

¡Voluntarios,

por la vida, por los buenos, matad

a la muerte, matad a los malos!

¡Hacedlo por la libertad de todos,

del explotado, del explotador,

por la paz indolora -la sospecho

cuando duermo al pie de mi frente

y más cuando circulo dando voces-

y hacedlo, voy diciendo,

por el analfabeto a quien escribo,

por el genio descalzo y su cordero,

por los camaradas caídos,

sus cenizas abrazadas al cadáver de un camino!

 

 

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