– ¡Quita! –Le
dice su madrastra–. ¡Ésta es la comida de mis perros!
La niña se
agacha y sale corriendo. Desaparece entre las piedras del corral de ovejas. Y
en un rincón se sienta a llorar su pena y su amargura.
Su madrastra
la odia. Quiere desaparecerla, hacerla morir de hambre, para que su esposo no
se acuerde de lo linda y buena que era su madre, tal como había nacido la niña.
– ¡La tengo
que ver retorcerse de hambre a esta chola! –Jura, en sus adentros.
– ¡Fuera! –La
bota cuando la ve acercarse a la cocina.
Ella
desaparece.
Pero sabe
encontrar muchas frutas y yerbas del campo, tallos y raíces que escogen las
ovejas. Y que ella prueba para comerlas.
– Sí. ¡Y son
dulces!
2. Hilada
toda esta
lana
Pero hasta ahí la persigue la madrastra:
– ¡Solo
tragando andas! ¡Como los chanchos!
Otras veces
la empuja contra las espinas, diciéndole:
– ¡Quitas la
comida del campo a mis ovejas; tragona maldecida!
Este día,
cuando ella ha regresado con el ganado, ya es tarde.
Como siempre,
no le ha guardado comida.
Entra al
cuarto que comparte con los animales, pues había que guarecerlos a ellos del
frío.
Hasta allí
entra la madrastra arrastrando unos fardos de lana bien apretada y puesta en
varios bultos pesados, que al rasgarlos inundan gran parte de la pocilga,
diciéndole:
– Al amanecer
tendrás hilada toda esta lana. ¡Si no lo haces te mataré a palos!
3. ¿Por qué
lloras?
Ahí mismo se
pone a hilar la niña, pero de tanto apuro el hilo se le enreda, se le hace
nudos y se le rompe.
Pese a la
rapidez que pone, a medianoche no ha avanzado sino una porción muy pequeña, de
tanta lana que se alza en el centro del cuarto.
El sueño la
vence. Tan acongojada se siente que las lágrimas le brotan abundantes y
resbalan copiosas por sus mejillas.
En eso, como
por encanto, se presenta una oveja blanca casi azulada como la nieve, que le da
unas coces suaves en su costado. Voltea la niña y le dice:
– Tú anda juega
por otro lado. ¡No te acerques a esta huerfanita desdichada!
– ¡Pero
entonces no llores! ¿Por qué lloras? –Le responde la oveja, parándose delante
de ella.
– ¡Mi
madrastra me matará a palos si no entrego hilada toda esta lana en la
madrugada!
4. Finamente
trenzados
– ¡No llores!
–La consuela–. ¡Yo te ayudaré!
Y empieza a
comerse rápidamente la lana. Y por el huequito de su ano le va saliendo bien
hilada una linda madeja alba y refinada también como la nieve.
Y pronto
acaban.
– ¡Gracias
ovejita! –Dice la niña, abrazándola fuertemente. Es tan tibio el cuerpecito del
animal que se consuela, durmiendo plácidamente esa noche.
Cuando ya
despunta la madrugada, entra la madrastra llevando en la mano un palo de
membrillo cimbreante, lista para pegarla.
– ¿Dónde está
la lana que has debido hilar anoche, maldita? –Grita.
Pero no tiene
que esperar respuesta alguna, porque voltea los ojos maravillada de ver los
ovillos finamente trenzados que están delante de ella.
5. Grandes
suspiros
– ¡Anda, saca
el ganado y llévalo a pastar al campo! –Le dice, sin poder ocultar su rencor, y
a la vez su asombro por la magnífica hebra de lana y la cantidad de ovillos que
tiene delante de su mirada.
– Tengo que
desaparecerla antes de que su padre se dé cuenta de lo hábil que es esta chola.
Pero ni la
madrugada ni el día la pone contenta a la madrastra. De todos modos, quiere
hacerle daño a la niña. Espera a que otra vez ella llegue por la noche. Y
entrando a la habitación que comparte con los animales, bota una batea de quinua
entreverada con arena. Y le dice:
– Para la
madrugada la quiero escogida esta quinua, limpia y bien acomodada en las
bateas. Si no, ¡ya sabes que te mataré a palos!
Rápido se
pone a escoger la niña con sus manos, ya diestras en el trabajo.
Pero a la
medianoche no ha avanzado mucho. Y otra vez la aflicción la invade y domina,
hasta hacerla dar grandes suspiros, que, junto al cansancio, ya casi la vencen.
6. Llena
de espinas
Nuevamente la
oveja blanca casi azulada se aparece dándole suaves golpes con su frente en sus
rodillas para despertarla, diciéndole:
– Y ahora,
¿qué trabajo o castigo te han mandado hacer?
– ¡Recoger la
quinua y separarla de la arena! Y si no la entrego bien escogida mañana mi
madrastra me matará a palos.
Le dice
entonces la oveja:
– ¡Yo te
ayudaré!
Y soplando
con sus narices va separando para un lado la quinua y para el otro la arena. Y
la niña se apura en ir juntando el grano de comida y acomodándola en la batea.
Al otro día
entra la madrastra:
– ¡Maldita!
¿Dónde está la quinua que tenías que recoger y limpiar para entregarme esta
madrugada?
Y la amenaza
batiendo la vara cimbreante de membrillo.
7. En un
pedazo
de teja
Y antes que
la niña conteste ve la batea con la quinua reluciente, por lo bien graneada, amarilla
y exuberante.
– ¡Vete
llevando el ganado al campo! –Le dice estupefacta y sorprendida por este
portento.
– ¡Tengo que
matarla antes que su padre sepa! ¡Tengo que matarla a esta chola! Y tiene que
ser pronto, antes que su padre se dé cuenta de las maravillas que hace, porque
entonces la preferirá a ella, y a mí, ¿dónde ha de botarme?
Así la
madrastra anda imaginando una forma de deshacerse de ella.
Este día la
espera con varias latas de manteca de chancho que ha mezclado con linaza, diciéndose
a sí misma: ¡Esto nadie va a poder hacerlo! Y la amenaza:
– Para esta
madrugada me separas la manteca de la linaza. Y cuidado con comerla...,
¡tragona!
Aparte ha
puesto, en un pedazo de teja, trozos de chicharrón untados con veneno.
8. Nada extraño
sucede
Pero la
madrastra se devana preguntándose:
– ¿Cómo hace
este guiñapo humano para hilar tanta lana y para recoger y limpiar tanta
quinua? ¡Y ahora, de repente me entrega separada la manteca de chancho de la
linaza! ¿Qué hago? ¡Aquí tiene que haber algo raro!
Esto piensa
antes de levantarse a cada momento a espiar por el cerrojo de la puerta.
– ¡Alguien
entra a ayudarla! ¡O tiene maleficio esta chola! –Se dice a sí misma.
Pero nada
extraño sucede ante sus ojos. La pequeña está afanándose en separar la manteca
de la linaza.
Hasta que ya
casi vencida por el sueño, va por última vez a ojear lo que hace la niña.
Y allí
justamente descubre el secreto, al ver cómo la oveja blanca casi azulada, con
una rapidez increíble, ¡la ayuda con la lengua a separar a un lado la manteca y
para otro lado la linaza!
9. Niña
y oveja
Corriendo va
la madrastra por un cuchillo y entra bruscamente, justo en el momento en que la
oveja se distrae en ayudarla, y la coge fuertemente para degollarla.
La niña da un
grito y se abalanza a quitársela, logrando que la suelte.
Corren a la
puerta y escapan. Detrás de ellas corre la malvada. Felizmente, han ganado
distancia y corren libres por el campo.
Detrás de
ellas va la cruel madrastra.
Todavía
sonríe cuando ve que toman el camino que los lleva al barranco.
– ¡No se
escaparán, malditas! –Grita.
Y
ciertamente, llegando al filo de la pendiente, caen niña y oveja hacia el
vacío.
Al borde se
detiene la malvada para verlas estrellarse y quedar aplastadas en las rocas del
abismo.
10. En plena
luz
radiante
Pero, ¡cuál
no será su sorpresa al ver que, en vez de ir cayendo hacia el fondo, se
levantan a esa hora del alba convertidas en dos palomas blancas casi azuladas,
que van suspendiéndose como cogidas de las manos!
Así nacieron
las huachuas palomas que vuelan en este paraje de Santiago de Chuco, como
dejándose caer y luego levantando su vuelo por los aires.
Son la
huerfanita y su compañera, la amorosa oveja blanca casi azulada.
La madrastra
no pudo soportar tanto rencor, que todavía siente. Y ella misma se arrojó al
barranco, donde sobrevuelan hacia el fondo con vuelo rasante y quejumbroso los
murciélagos.
En esos seres
se convirtió la madrastra al chocar contra las rocas y hacerse pedazos, sin
salir ya nunca a alcanzar a volar por el inmenso cielo abierto y claro del día
que comienza, ni a plena luz radiante de la mañana, como sí lo hacen las
blancas y hermosas palomas blancas casi azuladas.
Los textos anteriores pueden ser
reproducidos, publicados y difundidos
citando autor y fuente
danilosanchezlihon@gmail.com
Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Editorial Papel de Viento: papeldevientoeditores@hotmail.com
Editorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.pe
Ediciones Capulí: capulivallejoysutierra@gmail.com
Ediciones Altazor: edicionesaltazo@yahoo.es
*****
DIRECCIÓN EN FACEBOOK
HACER CLIC AQUÍ:
393-5196 / 99773-9575
le rogamos, por favor, hacérnoslo saber.
No hay comentarios:
Publicar un comentario