sábado, 28 de noviembre de 2020

28 de noviembre. Día de las Personas Sin Hogar. / Dos blancas palomas.


28 DE NOVIEMBRE 
DÍA DE LAS PERSONAS SIN HOGAR 

DOS 
BLANCAS 
PAÑOMAS 

Danilo Sánchez Lihón 




1. ¡Y son 
dulces!

 

– ¡Quita! –Le dice su madrastra–. ¡Ésta es la comida de mis perros!

La niña se agacha y sale corriendo. Desaparece entre las piedras del corral de ovejas. Y en un rincón se sienta a llorar su pena y su amargura.

Su madrastra la odia. Quiere desaparecerla, hacerla morir de hambre, para que su esposo no se acuerde de lo linda y buena que era su madre, tal como había nacido la niña.

– ¡La tengo que ver retorcerse de hambre a esta chola! –Jura, en sus adentros.

– ¡Fuera! –La bota cuando la ve acercarse a la cocina.

Ella desaparece.

Pero sabe encontrar muchas frutas y yerbas del campo, tallos y raíces que escogen las ovejas. Y que ella prueba para comerlas.

– Sí. ¡Y son dulces!

 


2. Hilada

toda esta lana

 

 Pero hasta ahí la persigue la madrastra:

– ¡Solo tragando andas! ¡Como los chanchos!

Otras veces la empuja contra las espinas, diciéndole:

– ¡Quitas la comida del campo a mis ovejas; tragona maldecida!

Este día, cuando ella ha regresado con el ganado, ya es tarde.

Como siempre, no le ha guardado comida.

Entra al cuarto que comparte con los animales, pues había que guarecerlos a ellos del frío.

Hasta allí entra la madrastra arrastrando unos fardos de lana bien apretada y puesta en varios bultos pesados, que al rasgarlos inundan gran parte de la pocilga, diciéndole:

– Al amanecer tendrás hilada toda esta lana. ¡Si no lo haces te mataré a palos!

 


3. ¿Por qué

lloras?

 

Ahí mismo se pone a hilar la niña, pero de tanto apuro el hilo se le enreda, se le hace nudos y se le rompe.

Pese a la rapidez que pone, a medianoche no ha avanzado sino una porción muy pequeña, de tanta lana que se alza en el centro del cuarto.

El sueño la vence. Tan acongojada se siente que las lágrimas le brotan abundantes y resbalan copiosas por sus mejillas.

En eso, como por encanto, se presenta una oveja blanca casi azulada como la nieve, que le da unas coces suaves en su costado. Voltea la niña y le dice:

– Tú anda juega por otro lado. ¡No te acerques a esta huerfanita desdichada!

– ¡Pero entonces no llores! ¿Por qué lloras? –Le responde la oveja, parándose delante de ella.

– ¡Mi madrastra me matará a palos si no entrego hilada toda esta lana en la madrugada!

 


4. Finamente

trenzados

 

– ¡No llores! –La consuela–. ¡Yo te ayudaré!

Y empieza a comerse rápidamente la lana. Y por el huequito de su ano le va saliendo bien hilada una linda madeja alba y refinada también como la nieve.

Y pronto acaban.

– ¡Gracias ovejita! –Dice la niña, abrazándola fuertemente. Es tan tibio el cuerpecito del animal que se consuela, durmiendo plácidamente esa noche.

Cuando ya despunta la madrugada, entra la madrastra llevando en la mano un palo de membrillo cimbreante, lista para pegarla.

– ¿Dónde está la lana que has debido hilar anoche, maldita? –Grita.

Pero no tiene que esperar respuesta alguna, porque voltea los ojos maravillada de ver los ovillos finamente trenzados que están delante de ella.

 


5. Grandes

suspiros

 

– ¡Anda, saca el ganado y llévalo a pastar al campo! –Le dice, sin poder ocultar su rencor, y a la vez su asombro por la magnífica hebra de lana y la cantidad de ovillos que tiene delante de su mirada.

– Tengo que desaparecerla antes de que su padre se dé cuenta de lo hábil que es esta chola.

Pero ni la madrugada ni el día la pone contenta a la madrastra. De todos modos, quiere hacerle daño a la niña. Espera a que otra vez ella llegue por la noche. Y entrando a la habitación que comparte con los animales, bota una batea de quinua entreverada con arena. Y le dice:

– Para la madrugada la quiero escogida esta quinua, limpia y bien acomodada en las bateas. Si no, ¡ya sabes que te mataré a palos!

Rápido se pone a escoger la niña con sus manos, ya diestras en el trabajo.

Pero a la medianoche no ha avanzado mucho. Y otra vez la aflicción la invade y domina, hasta hacerla dar grandes suspiros, que, junto al cansancio, ya casi la vencen.

 


6. Llena

de espinas

 

Nuevamente la oveja blanca casi azulada se aparece dándole suaves golpes con su frente en sus rodillas para despertarla, diciéndole:

– Y ahora, ¿qué trabajo o castigo te han mandado hacer?

– ¡Recoger la quinua y separarla de la arena! Y si no la entrego bien escogida mañana mi madrastra me matará a palos.

Le dice entonces la oveja:

– ¡Yo te ayudaré!

Y soplando con sus narices va separando para un lado la quinua y para el otro la arena. Y la niña se apura en ir juntando el grano de comida y acomodándola en la batea.

Al otro día entra la madrastra:

– ¡Maldita! ¿Dónde está la quinua que tenías que recoger y limpiar para entregarme esta madrugada?

Y la amenaza batiendo la vara cimbreante de membrillo.

 


7. En un pedazo

de teja

 

Y antes que la niña conteste ve la batea con la quinua reluciente, por lo bien graneada, amarilla y exuberante.

– ¡Vete llevando el ganado al campo! –Le dice estupefacta y sorprendida por este portento.

– ¡Tengo que matarla antes que su padre sepa! ¡Tengo que matarla a esta chola! Y tiene que ser pronto, antes que su padre se dé cuenta de las maravillas que hace, porque entonces la preferirá a ella, y a mí, ¿dónde ha de botarme?

Así la madrastra anda imaginando una forma de deshacerse de ella.

Este día la espera con varias latas de manteca de chancho que ha mezclado con linaza, diciéndose a sí misma: ¡Esto nadie va a poder hacerlo! Y la amenaza:

– Para esta madrugada me separas la manteca de la linaza. Y cuidado con comerla..., ¡tragona!

Aparte ha puesto, en un pedazo de teja, trozos de chicharrón untados con veneno.

 


8. Nada extraño

sucede

 

Pero la madrastra se devana preguntándose:

– ¿Cómo hace este guiñapo humano para hilar tanta lana y para recoger y limpiar tanta quinua? ¡Y ahora, de repente me entrega separada la manteca de chancho de la linaza! ¿Qué hago? ¡Aquí tiene que haber algo raro!

Esto piensa antes de levantarse a cada momento a espiar por el cerrojo de la puerta.

– ¡Alguien entra a ayudarla! ¡O tiene maleficio esta chola! –Se dice a sí misma.

Pero nada extraño sucede ante sus ojos. La pequeña está afanándose en separar la manteca de la linaza.

Hasta que ya casi vencida por el sueño, va por última vez a ojear lo que hace la niña.

Y allí justamente descubre el secreto, al ver cómo la oveja blanca casi azulada, con una rapidez increíble, ¡la ayuda con la lengua a separar a un lado la manteca y para otro lado la linaza!

 


9. Niña

y oveja

 

Corriendo va la madrastra por un cuchillo y entra bruscamente, justo en el momento en que la oveja se distrae en ayudarla, y la coge fuertemente para degollarla.

La niña da un grito y se abalanza a quitársela, logrando que la suelte.

Corren a la puerta y escapan. Detrás de ellas corre la malvada. Felizmente, han ganado distancia y corren libres por el campo.

Detrás de ellas va la cruel madrastra.

Todavía sonríe cuando ve que toman el camino que los lleva al barranco.

– ¡No se escaparán, malditas! –Grita.

Y ciertamente, llegando al filo de la pendiente, caen niña y oveja hacia el vacío.

Al borde se detiene la malvada para verlas estrellarse y quedar aplastadas en las rocas del abismo.

 


10. En plena luz

radiante

 

Pero, ¡cuál no será su sorpresa al ver que, en vez de ir cayendo hacia el fondo, se levantan a esa hora del alba convertidas en dos palomas blancas casi azuladas, que van suspendiéndose como cogidas de las manos!

Así nacieron las huachuas palomas que vuelan en este paraje de Santiago de Chuco, como dejándose caer y luego levantando su vuelo por los aires.

Son la huerfanita y su compañera, la amorosa oveja blanca casi azulada.

La madrastra no pudo soportar tanto rencor, que todavía siente. Y ella misma se arrojó al barranco, donde sobrevuelan hacia el fondo con vuelo rasante y quejumbroso los murciélagos.

En esos seres se convirtió la madrastra al chocar contra las rocas y hacerse pedazos, sin salir ya nunca a alcanzar a volar por el inmenso cielo abierto y claro del día que comienza, ni a plena luz radiante de la mañana, como sí lo hacen las blancas y hermosas palomas blancas casi azuladas.   

 


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