Era muy bella, y un día como hoy,
8 de de noviembre del año 2002, se
la asesinó impunemente en Rusia,
y sobre su cuerpo desnudo y dejado
sobre la nieve se hizo un rito satánico.
1. Agnes
de Dios
–
¿Y qué significa Agnes? –Le pregunto cuando ella está sentada al lado derecho
en la mesa del comedor de nuestra casa, juntos todos en familia.
–
Según mis papás Agnes es «Cordero de Dios». –Nos dice. Y aún resuena nítida en
mis oídos su voz, dulce y quebrada; y su mirada honda sobre la superficie de
este mundo.
La
conocí porque era amiga de mi hijo, con quien estudiaba Literatura en la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Aún
están vivos en mis nervios los gritos y gestos de dolor que él daba ante el
teléfono cuando desde la casa entró enceguecido y habló con la madre de Agnes y
corroboró que era cierta la información que había traído de la Universidad.
De donde llegó agitado y estremecido por la noticia de que ella había sido asesinada en Rusia adonde viajó a estudiar coreografía de danza clásica en la Universidad de Moscú.
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde estudiaba
2. Ver y
sentir
el día
Agnes
Santisteban era un ser leve, hecho de manantial y alas o plumas de aves
sagradas; todo evanescencia y sensibilidad.
Quien
la primera vez que nos visitó al salir de casa se echó agua a la cara,
perlándose de gotas todo su rostro de azucenas, rosas y alabastro.
Le
pregunté si necesitaba una toalla y tímida, pero sonriente, se disculpó
diciendo:
–
¡No! ¡A mí me gusta sentir la cara salpicada de agua!
Era
austera y frugal. Se alimentaba principalmente de verduras, y entre estas de
tomates, haciendo que ellos adquirieran un significado especial en nuestra
casa, tanto que Emilio, mi hijo, también adoptó la costumbre de comerlos como
frutas.
¡Y
todo porque ella los portaba en su bolso! Antes que por alguna consideración
alimenticia creo que más bien por una manera original de ver y sentir la luz
del día, como puede ofrecerla el tomate: ¡visión fresca, translúcida y
radiante!
Agnes Santisteban Wensjoe
3.
Adoraba
las
flores
Amaba
los caminos y los viajes. Era un ave migratoria, que esperaba terminar algo en
algún sitio para volar a otro que casi siempre era un país cada vez más lejano
y exótico, –o a un continente remoto– a estudiar siempre algo inesperado.
Para
lo cual sabía varios idiomas que pronunciaba con su voz candorosa y desgarrada,
detrás de su faz que era una página arrancada de un álbum de El Bosco.
Adoraba
las flores, tan es así que su correo electrónico era petalia2@hotmail.com y,
sobre todo, tenía un don para escanciar lo bueno que había en alguien, a fin de
que esa pizca fuera lo único que le importara.
Por
eso, cuando supimos detalles de su muerte consolé a mis hijas –que la querían
de alma– explicándoles que lo puro y angélico –¡y hay que entonces cuidarse!, les
sigo diciendo– atrae y exacerba a lo perverso, abyecto y demoníaco; que busca
aniquilar y hacer pedazos aquello que lo conmina y avergüenza.
Agnes actuando en danza moderna
4. Con
sus alas
abatidas
Porque
se supo que antes de morir fue sometida a un rito satánico de sodomía, de allí
que encontraran pedazos de carne de su victimario prendido a sus uñas.
¡Porque,
ser etéreo y divino era ella! Nacida para el arte, la poesía, y la belleza.
sustancia excelsa y acrisolada, de lo cual no saben nada los perros de presa
que solo persiguen y atacan lo que los confunde y perturba!
Porque,
¡qué han de entender de espíritu los canallas y caníbales! ¡Salvo sentirse
agraviados! Sean individuos –como aquél que la asaltara y le diera muerte con
saña, delirio y alevosía– o sean los hampones a veces encubiertos detrás de los
aparatos policiales y medios de prensa.
¡Pobre
niña! Un ángel atrapado por una máquina de tortura y de horror, porque en todo
trataron de echarle la culpa. Más impía, cruel y despiadada tratándose de ella
que era indefensa.
Porque
hay mucha distancia entre lo que puede ser un ser espiritual, ¡solo y con sus
alas abatidas!, y lo que pueden ser individuos u organizaciones en donde se ha
entronizado la infamia.
Agnes Santisteban Wensjoe
5. Sin
aminorar
el dolor
Siento
aún su martirio, a 18 años de su muerte, como lo puede sentir un padre o
un ciudadano cualquiera, por una hija que hubiera estado sola en un lugar
distante. ¡Y a todas luces desalmado, porque Rusia no se portó bien en este
atroz suceso!
En
donde ella recibiera la muerte más cruel y fiera. Y luego la ignominia cobarde
de la policía de ese país, el oprobio de la lanza de Longinos en el costado del
Cristo crucificado.
Ante
eso, ¿qué cabe? Sólo nos queda la vida de Jesús, abofeteado por los alguaciles
y la servidumbre de Caifás, el mafioso y artero.
Luego
escupido, coronado de espinas, vendados los ojos, golpeado en la cabeza con un
palo, desnudado, azotado y sorteadas sus vestiduras por los soldados.
¡Hechos
que podrán resignarnos, sin aminorar el dolor, indicándonos que el mundo sigue
siendo «el mundo»!
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde estudiaba
6. Llorar
inconsolable
¿Qué
nos queda? Imbuirse de los dones del espíritu –que eran las virtudes de Agnes–
seguirá siendo envestirse de peligros mortales en esta vida. Y eso ¿hasta
cuándo?
Como
en su caso: creer en la nobleza del hombre; creer en que los caminos son
libres; creer que el viento puede soplar sin herirnos con espinas o cuchillos.
Creer que el agua solo se hace gotas, cuando también se torna en garras.
¡Creer
que éste es un mundo en donde los lobos están cercados y no deambulan libres
por las calles! Y, es lamentable decirlo, el no reconocer y saber que los que
debieran defendernos no son otros que aves de rapiña y perros de presa.
Y
ella, a quien le gustaban los cuentos de hadas, después de haberla sentido
llorar inconsolable y afligida, sin querer dejar ni abandonar esta orilla de la
tierra que adoraba, tratará de encontrar lo bueno de esta pesadilla, y
contarnos de otro modo el cuento que tanto le gustaba, cuál era: ¡La Bella
Durmiente del Bosque! Porque ese relato gustaba que se lo cuente una y más
veces.
Crepúsculo, que ella adoraba
7. Aúllan
los
chacales
En
este relato yo encuentro una imagen que quizá sea el refugio en donde Agnes
está viva para siempre, cuál es que al dar vueltas y vueltas la rueca, o el
huso, que trenza el hilo del destino, y al incrustársele la punta de la aguja
en el dedo, dormirá ella cien años. –¡Cuando ya son 18!–, hasta que el don
del amor y la belleza la despierten y resucite hacia la luz del día. Y
vivifique a todas quienes como ella han muerto como flores arrancadas para
luego ser pisoteadas y deshechas.
¿Quizás?
Agnes tenía una premonición de lo que le acontecería en ese trance de la vida
hacia la muerte, cuando eligió como su emblema el cuento de La bella Durmiente
del Bosque. Porque cien años son pocos, –¿o son muchos?– para la inocencia y la
belleza a la cual podrán acuchillar y hacer escarnio los inicuos, pero no la
podrán hacer desaparecer definitivamente ni destruir para siempre.
Que
su aroma y su tímida sonrisa perfumen y alumbren por siempre lo desolado de
nuestras pobres vidas sobre la faz de la tierra, donde el bien se entumece y
aúllan impunes las hienas y chacales.
Los textos anteriores pueden ser
reproducidos, publicados y difundidos
citando autor y fuente
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