martes, 1 de diciembre de 2020

1 de diciembre. Su majestad, la adivinanza. / Se hizo para hacernos reyes.


1 DE DICIEMBRE 
SU MAJESTAD, LA ADIVINANZA 

SE HIZO 
PARA HACERNOS 
REYES 

Danilo Sánchez Lihón 





Homenaje a Giorgo de Chirico
creador de todas estas pinturas
que son prodigios de adivinanzas.


1. Y Habla 
por mí

 

La adivinanza es una composición que nació no específicamente dedicada a los niños sino a un público universal, hombres y mujeres, tanto adultos como pequeños, sean jóvenes o sean ancianos.

Más nació incluso para gente avezada, para viejos invencibles, para jóvenes impulsivos y adultos indomables; se hizo para aspirantes a tronos, para edipos reyes, y para aquellos que anhelaban conquistar el corazón de una dama y ungirse la corona de monarcas y soberanos.

“Soy y no soy,
no soy y fui,
mañana seré
y hablarán de mí. 
¿Quién soy?”

(El ayer)

Sin embargo, es una de las primeras expresiones de la lírica popular –como también los romances– que los niños la expropiaron e hicieron suya. Se apoderaron de ella y la incorporaron a su mundo, tanto que ahora nos parecen destinadas expresamente para ellos, pero no fue así.

 


2. Elige

un tesoro

 

Porque su destinatario original es el hombre en su vastedad y quizá por eso ha sido acogida por los niños quienes son los más enteros de los hombres. Por lo menos no fue pensada para alguien clasificado en una edad, como hemos incurrido en hacerlo.

“Tristes esperanzas
corren sin ventura
se cortan sin tijeras
y se cosen sin costuras”.

(Las nubes)

Pero he aquí el milagro y la proeza, cuál es: ¡como el niño gana lo precioso para sí! dejando al adulto lo rentable y lo mezquino: los negocios, la administración (pública o privada), la burocracia, las finanzas en los bancos, la política.

Mientras el niño elige el tesoro, se orienta instintivamente por lo que es el reino de la vida portentosa que nosotros lo dejamos ir o lo perdemos lastimosamente.

 


3. Juego

y libertad

 

Así:

“¿Quién es el que hace
–le preguntes o no–
con la cabeza que sí
y con la cola que no?”

(El pato)

Lo curioso de la adivinanza es que son categorías arduas y difíciles, son retos a la inteligencia que demandan mucha concentración, y con frecuencia son retos a la vida en su centro. Supone realizar esfuerzos intelectuales arduos para resolverlas; pero que, sin embargo, los niños lo realizan con gusto y hasta fruición.

¡Cuanto mayor denuedo les demanda desentrañarlas, que resolver tareas escolares casi siempre farragosas! Mucho más. Invierten más ahínco mental, pero a lo cual se dedican con gozo. ¿Por qué? ¿Por qué no se dignan entusiasmarse igual por lo que incluso es más accesible y elemental?

¡Por eso mismo! Porque al niño le cautiva asumir retos hasta heroicos. Pero también les embelesa por otro hecho sencillo: la adivinanza se da en un espacio de juego y libertad.

 


4. Arrojan

sus lanzas

 

El niño le tiene afición a la adivinanza porque ella sustituye en algo el ejercicio hacia el cual se siente más atraído, cual es escrutar los hechos, develar los objetos y desentrañar los misterios del destino.

¡Adivinar!, tiene incluso mucha más sustancia que explorar, investigar o descubrir.

El niño quiere adivinar el mundo. Y adivinar es aventurarse, mirar entre nubes, indagar entre sombras.

Adivinar es traspasar con la mirada lo que ensombrece el universo, es captar con un impulso lo cierto, pero lanzados arriesgadamente a su comprensión o a su posesión y a su agobio.

“Millares de soldados
van juntos a la guerra
y arrojan sus lanzas
de punta a la tierra.
¿Quién es?”.

(La lluvia)

 


5. Guapa

doncella

 

Adivinar tiene muchos contenidos que los hemos desechado en nuestras vidas y que la literatura felizmente conserva aún. No toda literatura, es cierto, pero la literatura infantil, sí. Tal como: el asombro, el ritmo, la creencia y el embrujo de que las cosas se animan con un soplo del espíritu; con la magia, con la subjetividad y ¡con el temblor por la belleza!

¡En fin! Defendamos una actitud que no cercene ni lapide, que no mutile ni se prive de estos elementos maravillosos ideados por y para la exaltación, el fervor y la proyección al infinito que tiene el género humano, como es la adivinanza. Así:

“¿Quién es ella que en la rosa
bella sus colores posa?
¿Quién es la guapa doncella
que entre el sol, luna y estrellas
vaga y vaga... vagorosa?”

(La mariposa)

La adivinanza, como todos los textos sabios es anónima y es inevitable que ella tenga esta condición, sobre todo cuando alcanza un nivel perfecto de realización.

 


6. El niño

se adhiere

 

Exquisitez que ocurre como en los cantos rodados de los ríos poderosos, que ya no tienen impresa la roca o cantera de su procedencia, sino que todos son redondos y pulidos y tienen solo la impronta del río y de las aguas que los han pulido. Y sufren o gozan ese destino superior de su anonimia, y de su pertenencia al ser colectivo que ellos representan.

Junto a aquel hecho se presenta otro, cual es que pierden también su ubicación regional o nacional. Y se vuelven rápidamente –dependiendo de su valor– en patrimonio universal.

Con la cual el niño se contagia. Y se adhiere a ella porque es idéntica a él: natural, sensorial, juguetona y sorprendente. Y, sobre todo, feliz.

Es una economía de palabras en un universo ilimitado de imaginación. Así:

“Soy un palito
muy derechito
y encima de la frente
llevo un mosquito
que ni pica ni vuela,
ni toca la vihuela”.

(La letra “i”)

 


7. Fósforo

y saeta

 

Tampoco es descalza, desnuda o literal; no va desprovista de sueños. ¡No! ¡No es técnica! Se refocila, aletea libre y dichosa.

Hace galas de sus plumas de ave de paraíso. ¡Qué se creen! Se engalana, gusta de vestir trajes regios, porque es una diosa.

Ella es el lenguaje con que hablan los dioses en los oráculos. Pero ama la libertad, se sale siempre de pauta, por eso usa máscaras, porque es sacerdotisa de los templos y siempre, hasta con lo más modesto y humilde, su actitud es mirífica:

“Más de mil damas hermosas
vi en un instante nacer
encendidas como rosas
y al instante perecer”

(Las chispas)

 Es la grandeza de lo pequeño; es lo pequeño y humilde cuando encuentran su verdadero sitial, sin envanecerse.

Y creo que en ello hay otra razón de la predilección que siente el niño por ella, cual es que es breve, menuda e ínfima, pero encendida como un fósforo y una saeta.



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