¡Niños!
Hermoso es el
rostro del bien. Y de bien está hecha la casa del universo. ¡Y la fibra raigal
de la vida!
El bien es la raíz
principal de todo lo creado. Es su esencia. Es su caramillo de plata y su
tambor resonante en la clara mañana.
Él es el eje en
torno al cual todo gira y es aquello que al final gobierna la marcha del cielo
y la tierra.
El bien, que hace salir el sol cada amanecer en el
horizonte en que el mundo nace bueno. Y nace incansable.
El bien, que todo lo anima, ampara y sustenta.
2.
Hermoso es el rostro del bien. ¡Esa flor impoluta aquí
y allende los mares y océanos!
A pesar de todos los errores y equívocos, flor
inmarcesible.
El bien que es la clave del universo; como de la
belleza, la verdad y el sentido que se encuentra en todo lo creado.
¡Y hermoso es el rostro del bien! Esa avecilla que
vive y aletea en el corazón de cada ser y presencia visible e invisible.
Son las manos
dadivosas y doradas del bien las que sustentan el universo.
Que abre y pliega
sus alas doradas y su temblor que es infinito.
3.
¡Niños!
El bien en la
piedra preciosa en la cual reclina nuestra cabeza.
Que permanece en el
camino como en el arroyo que fluye.
Y en la flor que se
ofrenda. Esa avecilla que vive y aletea en el corazón de todo lo creado.
Solo el bien puede
dar impulso para vencer a la eterna noche de los tiempos. Y hacer que aparezca
el brote de lo que ayuda y prodiga.
A veces entre los
abrojos, entre piedras, grava y cascajo. Y siempre es un brote núbil, tierno y
virginal.
4.
¡Niños!
¿Cuál
es la joya que como una perla preciosa sobresale de todo aquello que hoy se
hunde, entierra y fenece? ¡Y nace radiante en un tiempo nuevo!
Esa
joya es el bien, niños. Es la noción y la práctica del bien presente en
nuestras vidas. ¡Esa es la esencia, niños!
El
bien, ese diamante que fulgura cuando todo se ha perdido y oscurece.
Y que
deja un hueco negro en nuestro ser cuando se ausenta de nosotros.
¡El bien! Ese temblor y aliento que todo lo anima y sustenta.
5.
¡Niños!
Hermoso es el
rostro del bien. Y de bien está hecha la casa del universo.
Por eso, a él
abrázate, recurre y atente. ¡Y en él confía! ¡Es quien al final renace y
triunfa!
Con frecuencia
atraviesa sequías como incendios, ¡Guerras como holocaustos!
Él todo lo aclara y
hace que prime la luz con él se despeja y la verdad con él aparece radiante.
Todo encuentra su
principio, su lugar y su sitio, siempre.
Ahora es un gran día de fiesta, ¡siempre lo es! donde tú eres el centro. Y siente aquellos rayos de luz del bien latiendo en tu propio corazón.
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