jueves, 17 de diciembre de 2020

17 de diciembre. Día Latinoamericano del Ambientalista. / Garúa que cae y moja las calles de Lima.


17 DE DICIEMBRE 
DÍA LATINOAMERICANO DEL AMBIENTALISTA 

GARÚA QUE CAE 
Y MOJA 
LAS CALLES DE LIMA 

Danilo Sánchez Lihón 





1.

 

Llueve en Lima. Se lo escucha en el rumor de las hojas y en el terciopelo que se extiende por el suelo. Se lo nota en el parpadeo de los faroles y en el tenue brillo o penumbra de los letreros de las tiendas.

La gente en el paradero ausculta con los ojos entrecerrados el reflejo del ómnibus que viene. De donde bajan y suben arrebujadas las personas. Y parte el vehículo con sus luces intermitentes a no sabemos dónde con un chasquido en la pista. Garúa que nos envuelve en una sensación de cercanía y lejanía.

Llueve en Lima. Y todo se sume en la irrealidad y en el misterio, puesto que entre estas sombras está el océano inconmensurable cuya otra orilla es tan distante que es un piélago de islas esparcidas sobre el agua que forman otro continente, como es la Oceanía.

 


2.

 

No hay persona a quien no guste y encante la garúa de Lima, cuando caminamos apurados y encogidos por las calles convertidas en cristales transparentes o en espejos oscurecidos, porque en cada gota prendida a un farol, friso o cornisa, o simplemente asida a una pared, o posada en las hojas de los árboles, o caídas sobre la hierba, o rústicamente extendidas en el suelo, se refleja en cada una iridiscente el cielo anubarrado, los faros de los autos y las luces del horizonte desgarrado.

Llueve. Cuando caminamos de regreso a casa, entrando antes a una panadería, en donde en contraste con la calle, delante y detrás de las vitrinas todo es cálido, sonoro y sonriente. Donde compramos pan recién salido del horno que, puestas las manos sobre la bolsa, y hasta abrazándola a nuestro pecho, junto a alguna barra de mantequilla, o porción de jamón del país, y aceitunas de botija, nos abriga más que el cuerpo el alma. Y con lo cual llegamos hasta la casa, y desde la puerta de entrada saludamos, diciendo:

 


3.

 

–¿Tomamos lonche? ¡He traído pan caliente!

– ¡Sí! Porque, ¡qué frío hace!

– Es que afuera está lloviendo!

– ¿Está lloviendo? ¿A ver? ¡Sí, y fuerte! Y miren la escalera, está chorreando agua.

Mientras observamos a través de la mampara deslizarse en el jardín la llovizna. La garúa de Lima como aquí la llamamos, que es mundo íntimo y mágico. Es sentirnos tiernos, amorosos y nostálgicos. Es lo que hace del poblador de Lima un ser familiar, casero, un buen hombre y una buena mujer.

Llenos de sentimientos de adhesión a lo noble, a las buenas causas, y de protección al hogar, a la casa y al lar que nos guarece y cobija. Y hace que nos sintamos protegidos, mientras afuera sigue espolvoreándose las gotitas persistentes de la garúa limeña.

 

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