viernes, 18 de diciembre de 2020

18 de diciembre. Día del Migrante. / El amor a la tierra natal.


18 DE DICIEMBRE 
DÍA DEL MIGRANTE 

EL AMOR 
A LA TIERRA 
NATAL 

Danilo Sánchez Lihón 




Todos han partido de la casa, 
en realidad, 
pero todos se han quedado, 
en verdad. 
César Vallejo 

1. Ser 
un desterrado

 

En la historia bíblica se relata que en los tiempos antiguos en que vivía y guiaba a su pueblo el profeta Abraham, el peor castigo que se podía infligir a un ser humano por una falta grave era expulsarlo de su tierra natal.

Esta punición superaba en sufrimiento inclusive a la misma muerte, y solo se aplicaba a alguien que hubiera perpetrado un crimen o un agravio más grande e inconcebible que aquello que justificase su ejecución con pena mortal.

Entonces, y ante esto, la pregunta es: ¿qué delito atroz o crimen horrendo habremos cometido ahora todos nosotros para que el signo de los tiempos modernos, y que marca a cada ser humano en particular, sea haber abandonado nuestros pueblos de origen y autoexiliarnos?

Antes tenía que ser un delito abominable aquel que justificase antes una expulsión. Entonces el castigo era dejarlo vivo, pero lejos del lugar donde había nacido y crecido, y al cual estaba profundamente arraigado, para pasar de un momento a otro a ser un desterrado de su tierra natal, y sin posibilidad de retorno porque nadie podía acogerlo.

 


2. Desafíos

por afrontar

 

Todo esto, ¿qué nos revela? Que indudablemente es una auto condena haber abandonado voluntariamente nuestra querencia y la patria nativa que nos vio crecer, que nos ha sustentado con su leche, su pan y su miel, y que todavía desde lejos, aunque no lo reconozcamos, nos ampara y nos defiende,

El haber abandonado casi alegremente todo lo que nos sustenta anímicamente con sus nociones del mundo, con su espíritu, su cultura, sus contenidos afectivos y hasta con la energía que se trasvasa por la atmósfera, es un debe, y una deuda pendiente

Aunque el agravio de nuestra parte es aún mayor: ¡cometer la ofensa de ¡olvidarnos de nuestra tierra de origen! ¡Que lo hacemos así, además, por creer que de ese modo prosperamos más pronto y mejor! Ya que volver los ojos atrás es atraso

Como si fuera un estigma o un lastre haber nacido en un pueblo humilde y pequeño, con muchos problemas y desafíos por afrontar y muchos asuntos por resolver. ¡Y claro que eso no es cierto! ¡Peor significado tiene aún avergonzarnos de pertenecer a una cultura genuina y primigenia como es la nuestra!

 


3. El tesoro enterrado

que somos

 

Por eso, es imperativo saldar cuentas. Y que los seres humanos volvamos a establecer un vínculo armonioso y feliz con el espacio y tiempo básicos que dejáramos. Y que es lo primero que experimentamos en nuestra existencia tan pronto nacimos. Instancias ni desaparecidas ni deshechas, sino que permanecen apenas escondidas en el fondo de nuestro ser. Porque nacemos en un lugar para que allí echemos raíces, para que allí adquiramos vigor, fortaleza. Y echáramos rama y floreciéramos, y produjéramos fruto.

Fruto con el cual cargaríamos nuestras ramas al impulso de nuestra savia interior más prístina, y que el viento, el agua y el sol exterior ayudaron a hacer consistente y primoroso, prendido a las ramas más altas y bajas del árbol, inclinando con su peso nuestras ramas hacia el muro y ofreciéndoselos generosamente a la calle como son los huertos en mi tierra natal.

Y tal y como son nuestros ancestros los árboles, que en las huertas y sobre los muros alcanzan hacia el exterior su fruto apetitoso, ya sean naranjas, papayas o granadillas; ya sean membrillos, duraznos y manzanas; no solo aromemos nuestro ambiente, sino que cumplamos con la misión de nuestras vidas siendo generosos.

 


4. Amor

tatuado

 

Agregando a todo ello lo vivido. Haciendo una simbiosis de universalidad con lo recogido en los caminos y en el transcurrir de nuestros días.

En tal sentido, es importante que se asuma de manera más íntegra lo que somos básicamente como herencia.

Es fundamental que nos relacionemos más y mejor, de manera franca y sincera con nuestro origen y lugar de partida. Que todo eso es fundamental para sentirnos íntegros

Y extraigamos aquellos tesoros enterrados que nos mantienen a unos desvelados, como a otros sumidos en paraísos artificiales y a muchos pasmados en el injusto desencanto. Y hagamos de todo ello danza, canto a la vida, e himno de esperanza en el mañana.

Porque es amor tatuado en las raíces, en las venas, en el sentido, en los nervios y en los huesos. Porque hay un amor únicamente emotivo, declarativo y nostálgico que se pierde y desvanece. Y que al final se torna en algo negativo porque se inclina a identificar lo presente como deterioro y decadencia frente al pasado.

 


5. Porque obras

son amores

 

Amar nuestro pueblo natal tiene que ser además de amor entrañable a la vez amor edificante, constructivo y laborioso.

Afanándonos cada día de la vida en cómo mejorar aguzando la mirada en sus aspectos más críticos y dolorosos para corregirlos.

Porque la espiga rica en fruto se inclina a la tierra. Y, a la inversa, la que no tiene grano se empina tiesa hacia lo vano y hacia la nada.

El amor a la tierra natal ha de transparentarse en obras, ya que obras son amores.

Ahora bien: ¿Y cómo tender las coordenadas y alzar los puentes que cohesionen a las generaciones? ¡Ese es el desafío! Volver a ser no solo comprensivos sino vastos. Ser no solo exaltados sino pacientes por lo que verdaderamente constituye nuestra esencia.

Y ser, por eso, generosos y dedicados a velar por el desarrollo de nuestros pueblos desde donde partimos.

 


6. Estrechándonos

fuertemente

 

Estrechándonos fuertemente en un abrazo con lo mejor de nosotros mismos. Emocionándonos siempre por el hecho de haber nacido en el lugar en que hemos venido a este mundo y a esta vida. Y, sobre todo, y a partir de esa constatación, tomar en cuenta las inmensas y múltiples potencialidades que habitan en el fondo de cada una de las personas que conforman nuestra comunidad. Y a la cadena de cerros protectores que vigilan compasivos nuestros primeros pasos. Y a los elementos terráqueos que les dieron acústica a nuestras primeras sílabas. Y de cómo ser fieles a las voces de nuestra infancia y al niño que llevamos dentro.

Y referente a lo cual diré finalmente que algunos títulos de mis libros recogen nombres de lugares de mi pueblo de infancia, cual es Santiago de Chuco, provincia del departamento de La Libertad, en el norte del Perú. Región que hasta en los nombres de sus lugares ubicados en sus diferentes barrios delata su carácter mágico, hechizado y poético, y dado a los sueños. Así: «La piedra bruja» que es un promontorio a la salida o entrada de Santiago de Chuco, donde hay la leyenda que allí se bañan las brujas y adquieren sus poderes sobrenaturales.

 


7. Amor

para nutrirnos

 

«La parva de la Virgen», es un punto que es eje y epicentro telúrico y que está ubicado en la parte más alta del pueblo. «El agua del oro», también en la cabecera de la población, camino a Urupamba. Hay también el «Bosque de los amantes», «Las guitarras», «La cruz del llanto». Y ni se digan nombres religiosos como son sus cuatro barrios: San Cristóbal, Santa Mónica, San José y Santa Rosa.

Otro lugar se llama «Pozo sagrado», que es un manantial, o una red de varios manantiales, que proveen de agua dulce a todo un conjunto de casas y por donde se extiende la parte más idílica del pueblo, donde crecen maizales y se erigen inmensos los eucaliptos, poblados de todos los trinos como del vuelo de alondras, torcazas y mariposas.

Con ese nombre titulé uno de mis últimos libros: “Pozo sagrado”, que curiosamente no trata de algo circunscrito a mi terruño, cuyo tema central es la identidad, que es un tema universal. Trata del adiós y el regreso, de la auto expulsión de nuestros pueblos de origen, del desarraigo y ojalá que algún día de la vuelta al lar nativo.

 

Foto 1

Daniel Egúsquiza Sánchez

Fotos, 3, 4, 5 y 7

Jaime Sánchez Lihón

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